Los diablos azules

Mario Cuenca Sandoval: "El blanqueamiento de la xenofobia y de la homofobia generará una mayor violencia social"

El escritor Mario Cuenca Sandoval.

Dice Mario Cuenca Sandoval (Sabadell, Barcelona, 1975) que en su última novela, LUX (Seix Barral), habla de "un país que casualmente también se llama España, pero que se encuentra un poco por delante de nosotros". Esa España futura ya ha superado la pandemia, pero no sus consecuencias. Y el narrador cuenta una historia aterradora de la que él mismo es partícipe y responsable: el ascenso de un partido de ultraderecha llamado LUX que acaba derivando en un régimen violento y autoritario. No es casual, en absoluto, la similitud entre el nombre de esa formación inventada y la muy real Vox. Lo que sí es casi casi casualidad es la pandemia: Cuenca Sandoval, autor también de El don de la fiebre, la introdujo ya en sus borradores allá por 2018. Sobre lo demás, espera ser menos clarividente.  

Pregunta. ¿De dónde viene la necesidad de escribir sobre esto? Imagino que ha nacido en el último año.

Respuesta. No, era un proyecto que tenía en marcha desde el año 2015 o 2016, pero no encontraba la voz, la estructura y la forma de abordarlo. Sí sabía que quería escribir sobre este fascismo 2.0 o fascismo de baja resolución, porque aunque hay magníficas monografías sobre el tema, creo que una novela puede permitir ver ese pensamiento en movimiento. Puede coger a un personaje y mostrarnos su evolución o su involución hacia este tipo de idearios políticos. Mi reto era coger a una persona de mi edad, profesor también, que vive una serie de peripecias personales y se ve arrastrado por una pendiente deslizante que le conduce a tener unos sentimientos de rencor y odio hacia ciertos colectivos. Me interesaba ver cómo una persona inteligente y culta podía desembocar en este ideario.

El borrador se quedó ahí, en parte porque necesitaba una tragedia colectiva que permitiera generar el clima adecuado para que una formación como LUX trepara hasta el poder. Entonces, cuando retomé el proyecto en 2018, se me ocurrió que una epidemia podía ser un buen ingrediente dinamizador de todos esos estados de ánimo. Ese elemento me pareció en su día de ciencia ficción, no terminaba de convencerme y estuve tentado de eliminarlo. Pero llega 2020 y lo que antes parecía ciencia ficción ahora es la normalidad. A partir de ahí, solo tuve que adaptar las características de la pandemia que yo había diseñado a lo que estábamos viviendo.

P. ¿Por qué cree que esa idea de pandemia se le apareció ya en 2018 como elemento disruptivo? ¿En qué se diferencia la epidemia que imaginó de la que hemos vivido?

R. El hallazgo fue casual, yo estaba buscando un episodio traumático y no sabía si recurrir al terrorismo, a un terremoto... Me parecía todo de cine de catástrofes. Un día, vi en televisión un reportaje sobre la próxima epidemia. Porque esto era algo que los epidemiólogos sabían que tenía que llegar, lo que no sabían era cuando y de qué tipo. Diseñé una algo diferente, con mucha más mortalidad que la que conocemos, e incluso aposté por que las vacunas vendrían de Francia, del Louise Pasteur, no de Oxford. Esto pude corregirlo en la última versión de la novela, entre 2020 y 2021.

P. ¿Por qué utilizar un nombre como LUX o el símbolo del casco que lo identifica? El lector piensa inmediatamente en Vox y en la foto de Santiago Abascal, ¿por qué era necesario ese elemento de referencia de la realidad?la foto de Santiago Abascal

R. Sobre el morrión, el casco de los tercios, que es también el casco colonial: aunque Santiago Abascal se hizo un conocido retrato con ese casco, lo que mucha gente no sabe es que es un símbolo que utiliza frecuentemente la extrema derecha, y hay muchos grupos de esta ideología que lo usan en sus logotipos. Con lo cual, Santiago Abascal, no sé si consciente o inconscientemente, estaba haciendo un guiño a estos grupos. No creo que sea necesario identificar a personas o formaciones concretas, y de hecho la novela intenta irse al meollo del problema y no a sus protagonistas. Y el meollo tiene que ver con el avance de los populismos, especialmente de este tipo de populismos, que algunos han llamado “populismo reactivo”, a diferencia del populismo de izquierdas, que sería un “populismo de radicalización democrática”. Lo que sí puede reconocer el lector son situaciones de nuestro país mutados a un mundo paralelo. Y van a reconocer una deriva que ya estamos sufriendo, con esa infiltración del populismo reactivo que se está produciendo no solo en los partidos de nueva creación, sino en los tradicionales que han tildado a los demás de populistas. Es decir, que la novela habla del deterioro de la democracia.

P. ¿Qué comportamientos identifica en la actualidad política con ese fascismo de LUX? O al contrario, ¿qué elementos le han servido para crear esa formación?

R. Es verdad que a veces me sorprendo leyendo las noticias en clave de la novela. Por ejemplo, en la novela se apunta que una de las salidas emocionales frecuentes tras la pandemia, además de la ira contra el Gobierno saliente, es el hedonismo, y eso lo estamos viendo ya. Pero la novela recoge también muchos fenómenos que hemos visto en los últimos años: la manera en que las formaciones de ultraderecha están explotando la xenofobia para conseguir un rédito electoral. La estrategia que utilizan es la de aprovechar nuestros temores y presentarse como la solución. Lo hemos visto incluso en la última campaña electoral, cuando Vox ha intentado criminalizar al colectivo de los menas, que además es numéricamente insignificante. Es muy fácil agitar el miedo a lo foráneo, al otro, y la extrema derecha lo explota muy bien. 

P. El narrador no obedece al estereotipo de la persona que uno podría imaginarse militando hasta ese punto en este tipo de colectivos. ¿Por qué le parecía relevante?

R. Lo interesante era encontrar un personaje que no fuera un arquetipo. Marcelo es un hombre culto, inteligente, de modales exquisitos, con formación. Mi pregunta era cómo tiene que vivir alguien su tragedia personal para que las emociones más siniestras tomen el control de su vida. Porque Marcelo es una persona que en muy poco tiempo lo pierde todo, y eso sucede además en un contexto general de crisis provocada por la pandemia. Si cogemos a una persona con muchos recursos intelectuales pero pocos recursos emocionales, tenemos el cóctel explosivo. Marcelo convierte su larguísima confesión en un intento de convencer a su interlocutor de que todo lo que se hizo durante la época de LUX fue necesario, y que además se hizo porque las víctimas de LUX así lo merecían. Porque LUX, sin reconocerlo de manera oficial, participa de forma directa o indirecta de persecuciones a ciertos colectivos, como unas cacerías en las que grupos radicales salen a perseguir inmigrantes. Naturalmente, LUX no reconoce su patrocinio de estas actividades, y dicen que la realizan “grupos incontrolados”, una fórmula que ya se utilizó en la Transición, pero está claro que han creado el clima propicio para que eso suceda.

P. La idea de que “el fascismo se cura leyendo” es ya un lugar común, pero Marcelo es un hombre culto, como lo eran muchos líderes fascistas.

R. La novela arranca con una cita de Céline que dice que en el comienzo fue la emoción, no el verbo, como en el Evangelio de San Juan. No tiene que ver con la cultura ni con la inteligencia. Estas formaciones utilizan emociones que están en todos nosotros, como la ira o el miedo, que son algo universal. Yo me preguntaba hasta qué punto esas emociones pueden movilizar a un país. La tesis del libro es que no son suficiente combustible como para llevar a una formación como LUX al Gobierno, se necesita algo más. Y la cosa es que LUX logra concitar no solo el miedo o la ira colectivos, sino el entusiasmo de una renovación del país. Y sin ese entusiasmo no sería posible.

P. Decía antes: “Marcelo es profesor, como yo”. ¿Por qué era importante que se dedicara a la educación?

R. Porque permitía poner al personaje en contacto con los más jóvenes. Pero también porque en el mundo de la educación es frecuente escuchar a personas presas de una tentación nostálgica que consiste en volver al pasado, volver al sistema educativo de hace 40 o 50 años. Es una tentación natural el volver a algo conocido, pero es que resulta que la sociedad en la que está inserta el sistema educativo es completamente distinta, con lo cual volver a ese modelo no te garantizaría ningún tipo de eficacia. Y esa tentación nostálgica es muy frecuente en la ideología de extrema derecha, la impresión de que había un pasado en el que existía una identidad pura que ha sido luego contaminada y arruinada, casi siempre además por injerencias externas. Es una línea de pensamiento muy extendida: la vuelta al útero materno.

P. La receptora de la confesión de Marcelo es la madre de una víctima de la extrema derecha. ¿Por qué adoptar para la novela ese referente que han sido en la lucha contra las dictaduras latinoamericanas las madres de los desaparecidos?

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R. Hay elementos de este nuevo fascismo que son mutaciones recientes, pero hay otros que no son novedosos y que tenemos en común con nuestros compañeros de idioma en América Latina, en Chile o Argentina. Había una voluntaria vinculación con aquello. Y la novela lo que hace es ofrecer toda la confesión de Marcelo a una mujer, que además es la madre de un desaparecido durante la época de LUX. Aunque en la novela la mujer tiene un papel pasivo, porque el mundo de LUX es un mundo muy masculino, como en general es el mundo de la extrema derecha, el colectivo que va a facilitar la caída de LUX —sin adelantar mucho de la trama— son las mujeres organizadas.

P. Las referencias a las dictaduras latinoamericanas señalan que este tipo de movimientos han triunfado hace muy poco en países no tan distantes. ¿Puede suceder aquí?

R. Yo quiero ser optimista. Creo que el mundo que se narra en LUX no es posible en las coordenadas actuales, en una Unión Europea que tiene suscritos muchísimos acuerdos en materia de derechos humanos. Me parece francamente improbable. Sin embargo, lo que sí es probable es que si asistimos en los próximos años es a un blanqueamiento de la xenofobia y de la homofobia que genere un clima de mayor violencia social contra estos colectivos. Hoy mismo [por el lunes] las asociaciones de colectivos LGTBI denunciaban que han aumentado los delitos de odio contra ellos. Ahora, un régimen autoritario como el que hemos visto en otros momentos de la historia quiero pensar que es poco probable. Cuando se genera un clima de violencia se entra en una pendiente deslizante de la que es muy difícil escapar. Lo que está en la novela no es tanto lo que creo que va a pasar, sino lo que está al final de la pendiente.

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