Chipre

La zona euro se adentra hacia lo desconocido

El Parlamento chipriota rechaza la quita a los depósitos

Por tercera vez desde el inicio de la crisis financiera, los líderes europeos han optado por precipitar a la zona euro hacia lo desconocido. Al optar por gravar los depósitos bancarios en Chipre, han traspasado una línea roja: la que garantizaba el dinero de los ahorradores (pequeños y grandes), un principio intocable desde el inicio de la crisis.

A cambio de la concesión de un préstamo de 10.000 millones de euros, autorizado por el FMI y Europa, los ahorradores chipriotas deben aportar 5.800 millones de euros. En este sentido, el plan prevé inicialmente imponer una tasa del 6,9%, a los depósitos bancarios de hasta 100.000 euros, y del 9,9%, para los que superen esa cantidad. Haciéndolo coincidir con el cierre el pasado lunes de los bancos, el nuevo Gobierno ha dado orden de congelar las cantidades que serán descontadas de las cuentas y ha prohibido todas las transacciones bancarias hasta que el Parlamento adopte el plan.

Los dirigentes europeos debían de pensar que este nuevo modelo de rescate podía adoptarse sin mayores consecuencias. De nuevo, se ha demostrado que se trata de un análisis errado. Desde el sábado, el pánico se ha apoderado de los chipriotas, que se han lanzado a los cajeros, muchos de los cuales ya no disponen de efectivo. Tampoco se aceptan ya tarjetas de crédito en ningún sitio. El nuevo presidente, Nicos Anastasiades, que resultó elegido hace menos de tres semanas, comienza a hacer frente a sus primeros problemas: no cuenta con mayoría parlamentaria suficiente para decir sí al plan de rescate europeo. La votación, prevista inicialmente para el pasado domingo, se ha pospuesto. Y se ha iniciado una ronda de conversaciones para negociar la quita. Según algunas informaciones, la tasa podría «ser próxima a cero» para aquellos depósitos de hasta 100.000 euros y, a partir de esa cantidad, superar el 15%.

El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, ha asegurado que no se opone a los acuerdos alcanzados, siempre y cuando los ahorradores chipriotas aporten 5.800 millones de euros. Horas más tarde, su homólogo francés, Pierre Moscovici, también hizo suyas estas palabras.

Frente al aluvión de crítica, los responsables europeos no podían hacer otra cosa. No se lo esperaban. Desde el sábado, el sector financiero se ha mostrado contrario a este nuevo modelo de rescate europeo y ha denunciado lo que consideran un serio precedente que echa por tierra el derecho a la propiedad. El presidente ruso, Vladimir Putin, y el semanario The Economist, en su editorial, han denunciado, en términos muy parecidos, lo que califican de «tasa injusta, no profesional y peligrosa».

Los movimientos bancarios y financieros parecen masivos. Desde el domingo por la noche, el euro ha perdido más de un céntimo, y se sitúa en 1,29 dólares, la cotización más baja de los últimos ocho meses. Los mercados financieros, que amenazaban con sancionar con dureza a la zona euro, se han calmado un poco, a la espera del resultado de las votaciones del Parlamento chipriota, que ha especulado mucho sobre posibles modificaciones importantes en el plan de rescate. Mientras tanto, los bancos chipriotas permanecerán cerrados hasta el jueves. ¿Qué pasará entonces? ¿Se lanzarán los chipriotas a los cajeros para sacar todo su dinero, tal y como temen algunos? ¿Se dará el efecto contagio a países del sur de Europa? La suerte de Europa, por deseo de sus dirigentes, vuelve a estar pendiente de un país que representa menos del 0,2% del PIB europeo.

Chipre, una burbuja bancaria

La urgencia con la que los dirigentes europeos decidieron el viernes sobre la cuestión chipriota no debe llamarnos a engaño. Hacía más de un año que el Gobierno de Chipre había pedido la ayuda a Europa, pero los dirigentes europeos y el FMI se negaron a debatir cualquier plan de rescate con el presidente chipriota saliente, al ser considerado proruso. El expresidente dio con la puerta en las narices a los expertos europeos y del FMI que reclamaban, como es costumbre, privatizaciones y recortes en el gasto social y en el gasto público. Prefirió entonces recurrir a un préstamo de 2.500 millones de euros de Rusia, con el que hacer frente a los vencimientos más urgentes.

Dado lo tenso de la situación, los europeos y el FMI optaron por esperar a que se celebraran las elecciones presidenciales y al dirigente legitimado por las urnas. Tras hacer campaña por un plan de rescate negociado con Europa, el candidato de derechas Nicos Anastasiades resultó ganador, a finales de febrero, al obtener más del 57% de los votos.

Una vez elegido el nuevo presidente, el plan de rescate se ha puesto en marcha. Ya era hora. Hacía meses que el Banco Central Europeo mantenía con ventilación mecánica el sistema bancario chipriota, hipertrofiado y al borde del colapso. A día de hoy, los activos bancarios del país representan más de 8 veces el PIB del país y han llegado a suponer hasta 11 veces la riqueza del país. Con la adhesión de Chipre a la UE, en 2004, y su entrada en la eurozona en 2008, nadie —ni en el seno de la Comisión Europea, ni en el Banco Europeo, ni los Gobiernos— mostró nunca la menor inquietud por esta burbuja bancaria. Formaba parte del estatus de Chipre.

Desde 1974 la isla es un paraíso fiscal, un punto de confluencia de capitales legales e ilegales. En un primer momento, fueron los capitales de Oriente Medio los que encontraron refugio en el país, durante el conflicto libio. Los fondos secretos de Slobodan Milosevic y de sus esbirros también pasaron por la isla para financiar la guerra serbia. Los armadores griegos escondían en ella sus riquezas. Los oligarcas rusos dieron cobijo a parte de su fortuna antes de redirigrla hacia Europa o al resto del mundo. Según las estimaciones de la agencia Moody's, los activos rusos en los bancos chipriotas rondan los 23.800 millones de euros de un montante total que asciende a 70.000 millones de euros. Los bancos rusos guardan, solo ellos, más de 12.000 millones de euros.

El sistema bancario ha prosperado en la más absoluta opacidad hasta la entrada en escena de la crisis griega, país que es su mejor aliado. Desde 2010, la isla ha sufrido la repercusión del hundimiento económico de Atenas. La crisis de la deuda griega, con la subsiguiente reestructuración obligacionista, han sacudido los bancos chipriotas, que habían invertido masivamente en el país vecino. El Gobierno chipriota se ha visto incapaz de acudir al rescate de sus bancos, debilitados y sin capitales, y los 800.000 habitantes de la isla no tienen recursos suficientes para aguantar el peso de sus bancos. De ahí la necesidad de recurrir a la ayuda europea, con los bancos alertando de nuevo de la amenaza del riesgo sistémico, si Europa no ayudaba a las entidades chipriotas.

El plan de rescate chipriota, nuevo experimento europeo

Aunque no lo reconozcan en público, los expertos europeos han aprendido algo de los planes de rescate europeos aprobados hasta el momento, unos rotundos fracasos. Nada ha sucedido como estaba previsto. Grecia y Portugal, que han padecido en carne propia los primeros planes de rescate europeos, constituyen buenos ejemplos. La carga que ha supuestos para los contribuyentes es insoportable. Las austeridad no ha permitido mejorar las cuentas públicas, el endeudamiento no deja de aumentar, mientras que las economías se hunden en la recesión, el paro se enquista y la inestabilidad política y social se instala.

De entrada, el FMI ha rechazado realizar en un pago único el préstamo de 17.000 millones de euros que necesita Chipre. La ayuda representa el 100% del PIB de la isla, con lo que el país nunca podría hacer frente a una carga semejante, de ahí la necesidad de dar con otra fórmula.

Los 'hedge funds' salen ganando

Ya se había desestimado la reestructuración de la deuda chipriota existente. Tras el episodio griego, los dirigentes europeos defendieron que Grecia constituía la excepción, que la reestructuración suponía un hecho aislado. Aseguraron que no se volvería a producir de nuevo en la zona euro. Para tener contentos a los mercados, los responsables europeos no contaban con ningún margen para reconsiderar esta promesa. Los hedge funds han hecho bien en especular con la deuda chipriota desde hace algunos meses, son los grandes ganadores de este nuevo plan de rescate.

La concesión de un préstamo del BCE para ayudar a sacar a flote a los bancos chipriotas se había excluido por completo. El banco central tiene prohibido, así lo recogen sus estatutos, ayudar a los países europeos. Quedaba por determinar quién iba a pagar una parte del montante, junto con el FMI y los países europeos.

Desde hace meses, Alemania lucha para que los acreedores y los clientes de los bancos chipriotas contribuyan al plan de rescate de las entidades bancarias. «Los contribuyentes alemanes no van a pagar por los oligarcas rusos», ha repetido en diferentes ocasiones Angela Merkel y Wolfgang Schäuble, refiriéndose a las sospechas de fraude y de blanqueo que rodea a la banca chipriota. La puntualización está justificada. Sin embargo, ¿por qué Europa se preocupa ahora por esta situación? Mientras que se denuncian los comportamientos de los bancos chipriotas, se apresura a dar cobijo a Letonia y Lituania en la eurozona. Y eso, pese a que los bancos de ambos países se han convertido en un nuevo lugar de paso de los activos rusos. Una vez más, se pone de manifiesto que indignación parece tener un límite.

La alianza del FMI, del BCE y de Alemania, con el respaldo de Finlandia, alumbró la solución en la noche del viernes al sábado: los ahorros depositados en los bancos serían gravados. El presidente chipriota, que había aceptado ya todas las medidas que suelen acompañar a todo plan de ayuda europeo —reducción del gasto público, reforma de los derechos sociales, privatización— trató de oponerse a la última medida. La intervención de Jorg Asmüssen, el representante alemán del BCE, pudo no obstante con la oposición del mandatario chipriota. Asmüssen amenazó con retirar todos los fondos de urgencia aportados a los bancos por el BCE. Suponía la bancarrota inmediata de los bancos.

«Era la solución menos mala, aunque sea muy dolorosa», se defendió Nicos Anastasiades, en una intervención televisada el domingo, para justificar ante los chipriotas su postura y tratar de conseguir con ella el visto bueno del Parlamento nacional. El Gobierno chipriota ha filtrado además algunas informaciones que dejan entrever que Berlín había impuesto el plan. El lunes por la mañana, el ministro alemán de Finanzas se defendió de las acusaciones de dictar el contenido de las medidas, la tasa impuesta a los ahorradores. Lo importante, para él, es que Chipre encuentre 6.000 millones de euros, aunque es responsabilidad del Ejecutivo chipriota determinar de dónde sale el dinero.

Un precedente peligroso

Era la primera promesa desde el inicio de la crisis financiera, la misma que ha justificado que los Gobierno salgan en ayuda de los bancos: los ahorradores no se verían afectados por las bancarrotas de las entidades financieras. Todos tendrían garantizados los ahorros depositados en cuentas bancarias. Esta garantía de los Estados ha permitido evitar pánicos bancarios en lo más grave de la crisis, tras la caída de Lehman Brothers en septiembre de 2008.

Acto seguido, Europa se atrevió a ir más allá. Al anunciar su proyecto de unión bancaria, los responsables europeos garantizaron todos los depósitos por un montante de hasta 100.000 euros.

El plan negociado por Chipre da marcha atrás en dos compromisos y lo hace de un modo particularmente injusto. Los pequeños ahorradores, que no son responsables de las tropelías bancarias, al soportar una tasa del 6,7%, se ven más afectados, proporcionalmente, que las grandes fortunas. A diferencia de los ahorradores españoles o los portugueses, que no han visto mermados sus ahorros y que han debido hacer frente a la austeridad, los chipriotas son doblemente castigados con la austeridad y la pérdida de derechos sociales, a lo que habrá que añadir ahora una quita en sus ahorros.

Un caso aparte

Para justificar esta medida desproporcionada, los responsables europeos han echado mano de su argumento favorito: Chipre es una excepción y la quita en los depósitos no se va a volver a repetir. Sin embargo, ya se ha sembrado la duda. «La novedad es la tasa impuesta a los depósitos. De hecho, el término más adecuado es hablar de confiscación […] Se trata de una forma sencilla de establecer una quita pero que tiene consecuencias porque echa por tierra el derecho a la propiedad. Lo que está en juego es la credibilidad del sistema de garantía de depósitos bancarios en toda Europa», se alarma el economista Charles Wyplosz. Esta reacción la comparten de forma unánime los economistas. «Es como si los europeos hubieran escrito rótulos en griego y en italiano con la inscripción: 'es hora de ir al banco'», ha escrito Paul Krugman en su blog

Un sistema bancario no reestructurado

Al conocer las cifras de Chipre, la canciller alemana se quedó estupefacta por el peso de los bancos nacionales en la economía. Para Berlín, una burbuja bancaria semejante no puede subsistir en la eurozona. Sin embargo, las decisiones tomadas en el marco del plan de rescate no parecen aportar el remedio. Los dirigentes europeos han corrido el riesgo de desencadenar una explosión desordenada del sistema bancario chipriota pero, en cualquier caso, no se han comprometido a llevar a cabo una reestructuración ordenada.

De este modo, si bien todos los ahorradores deberán contribuir, no está previsto que lo hagan los accionistas o los acreedores de los bancos, que ocupan el primer puesto en la cadena de responsabilidades que desencadenó la crisis. Los dirigentes europeos afirman que la nacionalización del sistema bancario chipriota no se consideraba: su peso supera de largo las posibilidades de los recursos públicos. En cuanto a la contribución de los poseedores de obligaciones de los bancos, habría podido tener poco efecto, según los expertos europeos. La deuda bancaria chipriota, según esas mismas fuentes, se eleva a 1.700 millones de euros. Esta suma no está a la altura de los fondos que hay que reunir, explican.

Sin embargo, sorprenden la benevolencia y la clemencia. Desde el inicio de la crisis en la zona euro, el BCE y la Comisión europea se han opuesto sistemáticamente a realizar cualquier petición a los acreedores bancarios. Estos, según la doctrina europea, no deben sufrir pérdidas ni reestructuraciones que puedan causar pánico en la comunidad financiera y contagiar a otros bancos. A la inversa de lo que sucede con los depósitos, este dogma es intocable.

Por si fuera poco, a pesar de las declaraciones ultrajadas, la situación del paraíso bancario y fiscal de Chipre, se preserva, si nada cambia. Al limitar la tasa al 9,9% para los depósitos superiores a 100.000 euros, el Gobierno chipriota envía una señal inequívoca a los oligarcas rusos y de otras nacionalidades: 10% es el precio del blanqueo para hacer entrar el dinero en el circuito financiero. La Comisión Europea se defiende de las acusaciones de respaldar un gravamen especialmente injusto. «El Gobierno chipriota ha sido quien ha optado por fijar ese límite del 10% para no disgustar a los rusos», explica un consejero. Sin embargo, los dirigentes europeos presentes en la mesa de negociaciones han avalado esta postura. Igual que no se pidió a Irlanda que diera marcha a atrás en su sistema fiscal particularmente favorable en el momento de su plan de rescate, del mismo modo, Europa continua cerrando los ojos ante el estatus de paraíso fiscal de Chipre.

¿Existe riesgo de contagio?

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Es el gran temor de los economistas. Desde el sábado, los círculos financieros, y responsables americanos, han puesto todo de su parte para convencer a los dirigentes, especialmente a la canciller alemana, de que debían flexibilizar su postura. La actitud europea con respecto a Chipre, muy influida por Alemania,  ha sido de «o lo tomas o lo dejas», y no es de recibo, vienen a decir. El análisis, según el cual, la pequeña isla no representa un riesgo sistémico porque los bancos europeos no se han empeñado con los bancos chipriotas es erróneo, añaden. El pánico bancario es contagioso. Si los chipriotas se lanzan a los cajeros a sacar dinero progresivamente, otros pueden imitarles.

Los argumentos parecen haber calado porque, con discreción, los responsables europeos han retomado las negociaciones. Es posible que algunas consideraciones limiten el daño, aunque el mal, a estas alturas, esté hecho. Los europeos saben que sus dirigentes están dispuestos a sacrificarlos en el altar del euro y de los bancos. Al haber aprobado una tasa sobre los depósitos, los responsables europeos «han terminado de destruir la relación de confianza que existía entre la UE y sus ciudadanos», escribe en su blog el economista Manis Varoufakis.

Traducción: Mariola Moreno

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