La portada de mañana
Ver
El PSOE se lanza a convencer a Sánchez para que continúe y prepara una gran movilización en Ferraz

El vídeo de la semana

Albiol y la Reconquista

El viernes 13 en París. Ayer en Mali. Mañana en cualquier parte del mundo. En nombre de un dios propio se vuelve a derramar la sangre ajena y a veces hasta la propia con tal de llevarse por delante al infiel.

¿Pero quién es el infiel? No hace falta rebuscar mucho en los archivos recientes para percatarse de que el mayor número de víctimas de Estado Islámico es musulmán. Sin contar con las atrocidades que convierten en rutina en los territorios de Siria que controlan, casi todas las víctimas de sus atentados son civiles en países de confesión o mayoría musulmana.

Por sí sólo este argumento debería silenciar a quienes hablan de una Guerra Santa del Islam contra occidente. Pero hay todavía quien no se ha dado cuenta de que el mayor de los secuestros de un grupo que se financia con ellos –además del contrabando de petróleo, el tráfico de los desplazados que ellos mismos provocan, o los grandes atracos– es el secuestro del Islam.

Ni siquiera el hecho evidente de que recluten a sus legiones entre jóvenes radicales de religión musulmana modifica esa realidad. Sólo unos cuantos miles de ellos optan por esa vía para canalizar su frustración; el resto, la inmensa mayoría de jóvenes musulmanes del mundo entero, cientos de millones de ellos, no está por la labor de ponerse un cinturón con explosivos y liarse a tiros con la primera persona que ven.

Claro que el Islam, como todas las religiones, tiene dogmas que fijan límites y recortan libertades. Y que algunos de ellos chocan con el concepto occidental de igualdad o derechos individuales. Pero el Islam no admite ni justifica hoy matanzas como las del ISIS, de igual modo que la Iglesia Católica ni ampara ni impulsa cruzadas de exterminio o sangrientas conquistas de imposición. Quienes recuperan los tiempos oscuros son los terroristas que se escudan en la religión de la que provienen para justificar la conquista de un poder que pretenden absoluto.

Indigna que gobiernos indignos como los de Polonia y Hungría, la vergüenza de Europa, relacionen la matanza de París con la crisis de los refugiados, obviando –intencionadamente, sin duda– que esos refugiados huyen precisamente del horror terrorista.

Pero si eso resulta escandaloso, más aún lo es para cualquier español la sacada de “lengua a pacer” como dirían en Asturias, del altísimo responsable del PP a quien hasta el momento ni su partido ni su gobierno han desmentido u obligado a rectificar.

Ahí lo tienen ustedes, en el vídeo que acompaña estas líneas. El señor García Albiol, nada menos que la cabeza visible en Cataluña del partido que nos gobierna –y dada la relevancia del problema catalán, se supone que es un peso pesado para el PP– critica el multiculturalismo y sugiere a los emigrantes que si no aceptan nuestros valores, se vayan. No precisa cuáles son estos usos y costumbres que han de hacer suyos, lo cual crea cierta inquietud.

"No es que repudie otro tipo de culturas es que García Albiol piensa que cultura son los toros o las procesiones"

Pero sobre todo demuestra ignorancia y una intolerancia notable además de confirmar que tiene la cabeza más rapada que amueblada. Ignorancia porque desconoce que el país que defiende, España, es lo que es sólo en virtud de contaminaciones como la musulmana y la judía, además de la cristiana, o la romana. ¿Eso no es multiculturalismo? E intolerancia, porque sólo las sociedades y las personas intolerantes se cierran a otras influencias considerando que la suya es la mejor y, naturalmente, la que hay que preservar e imponer a los demás.

Yo me pregunto si el señor García Albiol es consciente de que hay musulmanes, judíos, budistas o protestantes, que son españoles y viven aquí de acuerdo con sus usos, ritos, costumbres y compromisos. Y son libres. Y alguno quizá hasta le vote. Pero, claro, tienen otros valores, otras costumbres…¿Qué hacemos entonces con ellos? ¿Dónde los deportamos?

Al ver y escuchar a este alto dirigente del Partido Popular evoco aquella frase que se movía por ciertos círculos derechistas en el comienzo de la transición: ¿Para esto hicimos una guerra?, decían los nostálgicos. El señor Albiol se hace seguramente la misma pregunta. Pero con alguna sutil diferencia: ¿Para eso hicimos una Reconquista?

Más sobre este tema
stats