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Plaza Pública

Indecencia

José Sanromá Aldea

Parece que el Sr. Rajoy no es una mala persona. Se lo dijo el presidente Zapatero al presidente uruguayo Pepe Mújica. Puede ser que cuando envió su famoso mensaje a su tesorero Bárcenas lo que estuviera haciendo, a su propio juicio, era demostrarse a sí mismo que era una buena persona. Es decir, sabía a ciencia cierta que Bárcenas no había actuado por su cuenta y riesgo sino al servicio de la cúpula del PP y de su presidente.

Por esto, ¿cómo dejarle abandonado a su suerte en la hora en que la justicia le pedía cuentas? Eso hubiera sido propio de una mala persona y el Sr. Rajoy no lo es. Por ello, tenía que darle ánimos : "aguanta, sé fuerte". Y así lo hizo.

Pero el problema es que ese buenismo de Rajoy sumió en ese mismo momento a España y a su partido en la indecencia pública: era y siguió siendo presidente del Gobierno de España. Antes se había hecho fotografiar al frente de toda la dirección de su partido para decirle a los españoles que la Gürtel era una conspiración no del PP sino contra el PP. Así que tod@s aquell@s señor@s ya lo sabían: quien se moviera cuestionando la incorruptibilidad del partido no volvería a salir en las fotos venideras –que se presagiaban más alegres ante el previsible descalabro electoral del PSOE– si se mantenían prietas las filas.

Luego, siendo ya presidente del gobierno de España, nadie se atrevería a decirle: "tenemos una mayoría absoluta más que confortable, por el bien de España y del partido, dimite, podemos sustituirte sin quebranto". Nadie se lo dijo y él,  por supuesto, no iba a dimitir. ¡Con lo que le había costado llegar a la Presidencia!

Y esta es la cuestión: ¿No era una indecencia pública  –que hundía en el barro a la marca España y a la democracia representativa–que siguiera siendo presidente del Gobierno de España el político autor de ese mensaje? Lo era. Y ¿quién era el responsable de esa indecencia? Pues el Sr Rajoy, que podía evitarla con el simple acto de su dimisión como presidente. No lo hizo; y se convirtió en un político que asoció la Presidencia de España a la indecencia.

Suena duro oir cómo le llaman indecente a un presidente del Gobierno. Es arriesgado decírselo a la cara ante millones de españoles. Pedro Sánchez lo hizo anoche. Los indignados del 15-M se lo gritaron en la calle y, muchos más, que lo pensaron en sus casas y no podían hacerlo.

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Es posible pensar que Sánchez lo hizo por la apurada situación electoral en la que se encuentra el PSOE en un ataque a la desesperada. Pero, en todo caso, demostró que no es un cobarde ni un temerario. No se amparó en una portada de periódico para decírselo. Y mantuvo su acusación política, obviando que Rajoy le llamara ruin.

El ataque de Sánchez expresaba, con un solo calificativo, que Rajoy privó a la Presidencia de la dignidad a la que obliga. La democracia representativa necesitaba que se hiciera esta acusación por quienes aspiran a ostentarla. Y el candidato del PSOE pudo hacerla y la hizo; salió del debate más vivo de lo que entró, aunque Rajoy lo diera ya por muerto.

Los candidatos emergentes también hubieran podido hacerla, pero, ¿la han hecho en esta hora electoral clave? Su juicio sobre este punto del debate, emitido desde la barrera, ha dejado claro que prefieren sacar tajada del golpe que ha recibido el candidato del PP sin arriesgarse a recibir ninguno. Rivera dice que no hay que bajar al barro. Iglesias que hay que mantener el tono. Están impolutos del nocivo bipartidismo. Y no se mancharán distinguiendo entre PP y PSOE ni entre Sánchez y Rajoy."Vais bien", les podrà decir el presidente que no es mala persona. Veremos después quién sonríe.

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