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La que has 'liao', pollito

Hace tiempo que tengo ganas de preguntar a algún neurólogo solvente si existe de verdad el gen bobo o alguna suerte de reconexión neurológica que se activa cuando personas aparentemente razonables o sensatas acceden a parcelas de poder político. Un paisano mío sostiene con vehemente solemnidad que el poder vuelve gilipollas a la gente, afirmación que naturalmente carece de toda justificación científica, pero que no es ajena a la sensación que uno puede llegar a experimentar tras años de atenta observación de la fauna política universal.

Cierto es que algunos vienen ya hechos de fábrica, como el infantiloide bravucón, ignorante y pendenciero que preside desde hace unos días los Estados Unidos de América, o su colega el pequeño dictador ruso, que en sus etapas anteriores ya daban muestras de su singular personalidad y su disposición a ejercer cualquier tipo de poder con indisimulada arbitrariedad y para la galería de los suyos o los que ven la vida como ellos.

Pero en la mayoría de los casos, gente normal que accede a “un carguillo” hace bueno el refrán que orienta sobre la relación entre un cargo público y la verdadera personalidad de un sujeto. Hay factores objetivos para entender que a uno se le suba a la cabeza: la notoriedad, la capacidad de modificar la realidad, la entrada en círculos sociales hasta entonces cerrados, el reconocimiento social, el aplauso… Sucede también con la popularidad, que enloquece a bastante personal que confunde la fama con la importancia y llega a creer que el mundo sólo gira a su impulso. Y no le cuento, estimado lector, cuando se juntan poder y popularidad.

Todo esto no sirve como explicación rigurosamente científica, tampoco lo pretende, pero sí puede ayudarnos a entender el curioso caso del ex juez, ex senador y ex orgullo del catalanismo militante contemporáneo Santi Vidal, que para mí que ha sido víctima de una mutación excesiva hacia el gen bobo o se le han desordenado las neuronas más allá de lo común o lo que cabe razonablemente descontar.

Lo suyo, como ya es bien sabido, no ha sido una declaración subida de tono, o que se le haya ido la lengua con amigotes, sino un goteo constante de perlas sin cultivar que han permitido al medio que pacientemente ha ido recopilándolas para soltarlas todas de golpe apuntarse un éxito periodístico y quién sabe si político más que notable.

Caído ya en desgracia, este juez, que tuvo que abandonar la carrera judicial entre otras cosas por participar fuera de la ley en la redacción de una constitución para Cataluña, ha amenizado en los últimos meses sus múltiples conferencias sobre el “procés” con revelaciones del tipo de que existen listas de jueces “pro” o “contra”, o que el Gobierno catalán tiene datos fiscales de todos –conseguidos ilegalmente, por supuesto– o que hay acuerdos con Israel para la formación de mossos espías o con la OTAN para montar una base en Cataluña cuando sea independiente. Y más que pueden aparecer, seguro.

Para crear ambiente, dice el “ex” que contaba esas cosas. Más cercano a la realidad me parece a mí el que “sacaba –como decimos en Asturias– la lengua a pacer” para darse pisto, para mostrar a su auditorio que estaban frente a un hombre verdaderamente importante y poderoso que manejaba los resortes y la información de las élites políticas gobernantes o no. Exhibición de poder que aumentaba su popularidad y, supongo que a su juicio, la estima general y la importancia de su persona.

Acaso olvidó, y no es el primero, que esa alteración neuronal o psíquica que se produce en contacto con el poder tiene que ser controlada para evitar euforias que acaben en desastre, porque si hay algo medido y valorado en ese ámbito es la discreción: puedes volverte loco, puedes creerte Dios, puedes tomar decisiones equivocadas o hasta decir tonterías en público que te hagan quedar como un memo… pero nunca te vayas de la lengua, nunca digas los secretos que conoces ni reveles información a la que has tenido acceso en esos círculos. Sobre todo si les perjudica. Es como cuando en las películas de agentes secretos pillan al espía: ya sabe que van a negar que sea de los suyos.

El ex ha dicho muchas cosas que parecen tonterías, pero ha hecho también revelaciones que tienen sentido, y ha hablado de compromisos en reuniones secretas que no he escuchado a nadie negar.

La Generalitat y su propio partido no sólo le han desmentido lo de la información fiscal y las listas de jueces, sino que le han borrado de las suyas y obligado a dimitir. Pero no sé si basta. Lo de las listas negras y los datos fiscales suena a verdadero, a que si no se ha hecho, al menos alguien lo ha pensado. Y no contribuye a disipar dudas el que hasta ahora el Gobierno catalán no haya empezado ninguna acción judicial contra quien ha hablado de prácticas delictivas por parte de ese gobierno. Actúa la Fiscalía, sí… pero ¿por qué no lo hacen los directamente afectados?

La respuesta puede estar en la falta de músculo por parte del nacionalismo catalán –como todos, esa es la verdad– para responder con determinación a quien hace daño cuando está en sus filas. Su ejercicio habitual es culpar de los males pasados y futuros al enemigo exterior, normalmente la pérfida España, y cuando la cosa viene de dentro, como la corrupción del 3% o el asalto organizado durante años por la más ilustre familia política de la Transición en Cataluña, hay desconcierto y no se sabe muy bien qué hacer: jugar a la contra dicen que es más fácil que crear juego.

El paciente gallego

La ha liado el señor Vidal con su impostada espontaneidad de poderoso, como aquel pobre pollito de la niña que viralizó la red. Pero no debiera sorprendernos: responde al tópico, no se sale del carril, nos vuelve a poner ante la insoportable levedad del ser cuando el humano común se metamorfosea en político relevante, y ante la manifiesta dificultad del nacionalismo para gestionar adecuadamente  cualquier impacto que no venga del exterior.

Queda un cabo suelto, y es el del equilibrio entre la verdad y la mentira de lo dicho por el caballero nacionalista ex juez, ex senador y ex gloria bendita. Quiero decir que los desmentidos de rigor por parte del gobierno catalán no terminan de despejar la duda sobre su actuación ilegal obteniendo información o inmoral elaborando listas negras.

El NO oficial ya lo esperábamos, ahora hay que seguir tirando del hilo ya que no podremos tener el gusto de tirarle de la lengua al que con tanta alegría la sacó a pacer.

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