En Transición

Pensionistas, mujeres... Cuando la desigualdad multiplica la indignación

Es conocida la metáfora del túnel de Albert O. Hirschman, según la cual cuando en una carretera los dos carriles están atascados, los conductores aguantan con más o menos paciencia el parón. Cuando uno de los dos carriles echa a andar los del otro carril empiezan a ver con esperanza el movimiento pensando que enseguida les llegará a ellos. Ahora bien, si pasado un tiempo esos conductores ven que no avanzan, reaccionarán de forma indignada al comprobar cómo otros ya han salido del atasco pero ellos permanecen bloqueados. Creo que es un buen símil para explicar algunas de las cosas que están pasando en los últimos meses.

Los datos macro y los argumentarios oficiales proclaman una recuperación económica y el retorno a una senda de crecimiento y de bonanza para el conjunto de Europa, y desde los círculos del Poder no se escatiman esfuerzos en vestir, adornar estos indicadores y presumir de ellos. No se percatan, sin embargo, del efecto provocador que esto tiene cuando llega a los oídos de millones de ciudadanos que no sólo no han visto mejorar su situación, sino que siguen viendo cómo retrocede y lo que es peor, que empiezan a entender que "la salida de la crisis" es la fake news fake news –como diría Jesús Maraña siguiendo la lógica de esta columna– para nombrar al nuevo estado de las cosas.

¿Podrá el 'mástergate' más que toda la 'Gürtel' y la 'Púnica' juntas?

El debate sobre la sostenibilidad de las pensiones no empezó ayer, ni la situación cada vez más vulnerable de los pensionistas es algo nuevo. Ahora bien, cuando en medio de una fiesta de titulares celebrando la recuperación económica, miles de pensionistas reciben una carta anunciando una subida de un mísero 0,25% de sus pensiones, ¿cómo no reaccionar con la indignación para seguir manteniendo la dignidad? Y conforme el debate ha avanzado y se ha profundizado en la información –aquí puede leerse un completo análisis del economista Manuel Garí–, se ha constatado cómo los jubilados españoles tienen de media un 30% menos de poder adquisitivo que los europeos, que la aplicación del "factor de sostenibilidad" en realidad es un recorte que afectará ya el próximo año a 300.000 nuevos pensionistas, y que el IPC como forma de actualización de las pensiones, además de ser algo de sentido común, es lo más habitual en el conjunto de países de nuestro entorno. ¿Cómo, ante estas evidencias y en medio de una celebración permanente de recuperación, no van a saltar los pensionistas, y con ellos todos nosotros y nosotras?

Algo de esto había también en las manifestaciones del 8 de marzo. Las reivindicaciones feministas en pro de la igualdad de derechos y oportunidades lucían esta vez una mayor indignación porque a la vivencia cotidiana de la desigualdad entre hombres y mujeres esta vez se le sumaba también la económica. Por mucha recuperación que se predique, la precariedad, la inestabilidad laboral y los sueldos míseros están afectando de forma doble a las mujeres, agravando la brecha salarial y fortaleciendo el techo de cristal. Que se lo pregunten a cualquier joven que, tras unos años por la Universidad, su correspondiente máster y un par de idiomas bien hablados, ven cómo su carrera profesional se queda varada si decide ser madre. Mientras, el discurso oficial intenta presumir de avances en la igualdad con ejemplos de mujeres en los círculos de poder que nada tienen que ver con nuestro día a día. De ahí la presencia y el liderazgo de mujeres jóvenes en las movilizaciones del 8 de marzo. Es esa mezcla de fake news y de constatación de la desigualdad creciente lo que multiplica la indignación.

Es posible que este impulso se extienda a otros colectivos que, con carácter también transversal, están viendo cómo algunos coches deportivos avanzan por su carril mientras ellos siguen con su utilitario en el otro, esperando que acabe el atasco. Pero empiezan a intuir que el atasco puede no acabarse nunca para ellos, y que cuando lo haga es más que posible que la velocidad sea ínfima. Entre otras cosas, porque el acelerador que ayudaba a avanzar, la educación, cada vez acelera más para unos y menos para otros.

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