Desde la tramoya

Memorando urgente de crisis para Cifuentes

Una ocasión extraordinaria. “Nunca desprecies una buena crisis”, dijo Hillary Clinton en una ocasión. Las crisis –esos momentos en los que la atención de los medios de comunicación se posa sobre ti repentinamente– son momentos favorables para mostrar la personalidad del líder, ocasiones propicias para exhibir tu solvencia, tu valentía, tu empatía, tu limpieza. Como Cifuentes ha dicho, “los últimos tiempos vengo sufriendo ataques permanentes. A quien esté detrás, que sepa que me hace más fuerte”. Cuando la presidenta demuestre que completó correctamente ese máster, todos los que hoy lo cuestionan tendrán que callarse la boca. Y de la presidenta de la Comunidad de Madrid quedará para siempre la imagen de una líder honrada… y laureada con un máster en Derecho Autonómico.

No es tarde. No hay que precipitarse. Las noticias se difunden hoy, literalmente, en media hora. La acusación de falsedad se formuló ayer mismo, y ahora España entera y parte del extranjero están al tanto de la polémica. Pero no hay problema aún. Digamos que la presidenta cuenta con algunas horas –yo diría que hasta el domingo como mucho– para que sus pérfidos enemigos sigan regodeándose en la infamia. El asunto es tan concreto, que cuando demuestre que cursó el máster e hizo su trabajo final correspondiente, el efecto será como cuando Obama mostró su certificado de nacimiento para callar la boca a quienes decían que era africano. Se acabó la polémica.

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Pero hay que encontrar el trabajo ya mismo y tiene que haber terceros que lo avalen. El Trabajo de Fin de Máster se defiende en un tribunal con tres miembros. Se expone y se firma un acta con la nota. El acta de la defensa del de Cifuentes está firmada por tres profesores. Que no cumplan con los requisitos exigibles –uno debería haber sido de otra Universidad– es un problema menor, que compete a la Universidad Rey Juan Carlos. Lo importante es que uno, dos, o los tres profesores, confirmen que vieron el trabajo, lo leyeron, lo valoraron aquel día y lo dieron por aprobado. No se puede aprobar un máster sin ese trabajo. Punto. Ir o no a algunas clases puede comprenderse, pero no que el trabajo no se presentara. Como el trabajo fue evaluado en julio de 2012 por las profesoras Alicia Pérez de los Mozos, Clara Souto y Cecilia Rosado, y el director fue el profesor Enrique Álvarez Conde, seguro que no hay ningún problema en encontrarlo. Aparte de la copia que la Universidad debe guardar obligatoriamente, cualquiera de ellos, o la propia presidenta, pueden proporcionar el trabajo para dar en los morros a los mentirosos maledicentes.

Como el trabajo es original, no hay que preocuparse. Si hubiera habido plagio, tendríamos un problema bien gordo. Cuando el documento se exponga, que debe estar al caer, será inevitable que la prensa canalla y envidiosa haga una rápida revisión para confirmar que es un trabajo original. Si la jefa del PP madrileño hubiera tenido la veleidad de copiar, estaríamos ante el enésimo caso de plagio académico ejecutado por políticos. Dos ministros de Merkel, el presidente de Hungría, una vicepresidenta del Parlamento Europeo, y otros muchos cargos de medio mundo, han tenido que dimitir por plagiar. Eso no sucederá, porque seguro que Cifuentes sacó tiempo libre para investigar y redactar mientras era delegada del Gobierno en Madrid, una tarea que no deja muchas horas libres, pero que alguna deja.

Dimisión descartada. Como resulta tan fácil de demostrar que el máster se completó como debía (solo hay que buscar el trabajo, mostrarlo, verificar su originalidad y que los tres profesores del tribunal constaten que lo dieron por apto), la presidenta Cifuentes estará pronto en condiciones de crecer como un gigante ante la opinión pública española que hoy la mira con recelo. Por supuesto, de no pasar tales cosas, la única salida digna para ella sería pedir perdón por el engaño y dimitir. Pero como ella misma ha dicho, eso está descartado.

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