Desde la casa roja

Política 'GIF'

En los años cuarenta, cuando la segunda gran guerra ya había destrozado medio mundo, una niña de tres años le pide a su padre una urgencia. Quiere ver la fotografía que él le acaba de tomar. Edwin, que así se llama el padre, le dice que tiene que esperar a que terminen las vacaciones y regresen a casa para poder revelarlas. Pero la niña insiste y su padre, que para entonces había desarrollado, entre otras cosas, el filtro polarizador, se pone a pensar. En 1947 se lanza la primera cámara Polaroid, nace la fotografía instantánea. Él era Edwin H. Land, su inventor.

Recuerdo esto porque esa máquina que dio respuesta al ansia de una pequeña cría norteamericana es el paso intermedio entre la fotografía analógica y el absurdo arsenal de imágenes que ahora guardamos en el bolsillo: las que hacemos hoy y mañana no recordamos que existen. También pienso en una fotografía diminuta de mi abuelo en la Ribera de Curtidores. Apenas se le distingue entre la muchedumbre del Rastro, ni se adivina que años después tendrá un pequeño puesto donde venderá todo tipo de artilugios: rasca-hielos, yoyós, platos chinos. La foto, abrigo negro, recién llegado de Extremadura, tal vez sus primeros días en la ciudad, en un viaje de setenta años hasta mi mano, indica un antes y un después que sus nietos podemos señalar. Es una foto tomada para recordar un instante donde, además de servir de documento de un Madrid que no existe, leemos la intención o idea de aquel hombre de completar su salario con las ventas ambulantes. Un hito familiar.

En La cámara lúcida, el filósofo Roland Barthes escribe: “En el fondo, la fotografía es subversiva, y no cuando asusta, trastorna o incluso estigmatiza, sino cuando es pensativa”. Por eso, miro ahora la política histérica de los últimos años y sus disparos. Clic. Que es de casi todo, menos pensamiento. Y si descifro en dónde estamos (haciendo un casi imposible ejercicio de silencio), creo que hemos superado el espíritu de la fotografía instantánea, de querer ver la respuesta mecánica que provoca nuestro discurso. Hemos ido más allá. Pareciera más bien una política GIF que, como esas imágenes en movimiento que buscan una respuesta emocional a un mensaje único e instrascendente, no pesa y, por si sola, es indescifrable y, sobre todo, no tiene gracia.

Una política lanzada en forma de imágenes y mensajes irreflexivos, peligrosos e irresponsables. Una política ad hoc para esta sociedad que espera los golpes, acostumbrada a los impulsos y a las pancartas descabezadas. Ciudadanos ya esperando la dentellada veloz. Que al igual que nuestras imágenes, aquellas que sobrevivan donde podrán mirarnos nuestros descendientes cuando no estemos, no tendrán apenas más que una intencionalidad única, nacidas para morir en el arrastre diario de un time line, que no serán más que una frase elegida de entre una serie de millones de disparos que no tienen valor porque no buscan trascender, que se amontonan en papeles irreales, una política que no será más que colecciones de frívolos pensamientos sin contexto. Metralleta de contenido fugaz.

Me parece imposible que lo que necesitamos de nuestros gobiernos se encuentre en mensajes de apenas 300 caracteres. Y que los medios alimenten sus agendas de ellos. Que el debate haya bajado a las redes, a sus fórmulas. Política Instagram. Si no es mucho exigir a estas alturas, deberíamos buscar una reflexión previa al disparo puramente estético. Una elección premeditada de las palabras. Como si no fuese gratis lo irracional, como si nuestra capacidad de almacenamiento estuviese limitada. Como si el futuro tuviese que llegar aún poco a poco, en un revelado lento que requiere trabajo, precisión y oficio.

En una entrevista, el fotógrafo y cineasta William Klein afirma: “El fotógrafo tiene ojo, cerebro e intención”. Ojalá y no perdamos lo segundo. Y no consumamos esas ideas que nacen para morir sin coger la primera bocanada de aire. Política que asusta, trastorna y estigmatiza. Política con deseo de consumo, viralidad y poco más.

Tiempos de sobreinformación descontextualizada. De infinitos mensajes hirientes y caóticos. Qué va a quedar después de tanto ruido. Qué mensaje sobrevivirá, en qué recorte nos mirarán los que están por llegar y qué podrán descifrar de todo esto.

Más sobre este tema
stats