Qué ven mis ojos

No quieren otra democracia, sólo quieren la misma dictadura

"Donde se queman libros se acaba quemando a personas y donde se blanquea dinero, se acaba blanqueando a la ultraderecha".

Donde se queman libros se acaba quemando a personas, escribió el poeta alemán Henrich Heine, y la historia, que también está hecha de un rastro de bibliotecas echadas al fuego, le dio otra vez la razón a los pocos años de su muerte, en su propio país, con la llegada al poder del nazismo y la propagación de las hogueras inquisitoriales de la Plaza de la Ópera, en Berlín, donde sus obras ardieron junto a las de Franz Kafka, Sigmund Freud, Bertolt Brecht, Albert Einstein, Stefan Zweig o Karl Marx. La misma ceremonia macabra se celebró en otras veintiuna ciudades, entre ellas Friburgo, donde el rector de la Universidad, el filósofo Martin Heidegger, dio un discurso vergonzoso junto a las llamas que, según él, “iluminaban” a los estudiantes y les “mostraban un camino sin regreso.” La arenga terminó con un: “¡Llamas encended, corazones arded!” Al autor de Ser y tiempo fue rehabilitado tras la guerra, volvió a las aulas en calidad de profesor emérito y hasta el día de hoy se discute y matiza su apoyo a Hitler y los suyos, de los que fue compañero de viaje, algo que incluye los trenes de la muerte, la noche de los cristales rotos y otros capítulos aterradores del holocausto.

En España, sabemos muy bien cómo hasta a los asesinos más perversos se les puede retocar el expediente, y ahí siguen el Valle de los Caídos y sus defensores, para demostrarlo. O las biografías endulzadas de mil y un falangistas a los que se ha transformado en fundadores de nuestra democracia. Podríamos alargar un poco la sentencia de Heine y decir que donde se queman libros acaba quemándose a personas y donde se blanquea dinero, se acaba blanqueando a la ultraderecha. Porque resulta que los que lo hacen, en nueve de cada diez casos, son los mismos o los que estaban con ellos.

Vivimos un momento especialmente siniestro y peligroso, en el que la derecha supuestamente moderada baila al son que toca un partido de ultraderecha, anticonstitucionalista y xenófobo, al que tanto los políticos de Ciudadanos como los del Partido Popular, que son sus socios, como una parte significativa de los medios de comunicación, tratan de blanquear, mientras fingen guardar las distancias, con poco éxito y con escenas como la de la plaza de Colón, los tres líderes en posición de firmes para escuchar el himno y algunos figurantes entre ellos, para hacer que estén revueltos, pero no juntos.

A la vez que ellos y otros miran para otra parte y son capaces de lo que sea con tal de llegar a la Moncloa, sus aliados dicen y hacen disparates que deberían resultar de todo punto aceptables en un Estado de Derecho como el que aseguran defender. Uno de ellos, su jefe máximo, un antiguo cargo para todo del PP y beneficiario de algún que otro chiringuito de Esperanza Aguirre, con sueldo de ochenta y tantos mil euros, presupuesto de más del doble y pérdidas declaradas tras no realizar actividad alguna, sale con que hay que darle armas “a los españoles de bien”, para que quienes no tengan antecedentes y estén en pleno uso de sus facultades mentales puedan hacer frente a los delincuentes que les asalten. Y Casado y Rivera e Inés Arrimadas y los demás dicen que ellos no piensan igual… y siguen siendo sus socios.

Otra figura visible de Vox dice en un programa de televisión: “Pues yo estuve el otro día en la manifestación del 8M y había muchas que no habían pasado por la ducha.” Y Casado y Rivera e Inés Arrimadas y los demás dicen que ellos no piensan igual… y siguen siendo sus socios.  Otra de las mujeres de la formación asegura: “Yo no necesito cuotas que garanticen mi trabajo, ya me lo gano yo.”  Y ellos, más de lo mismo.

Un digamos que historiador al que ficharon en calidad de estrella (y que se vio obligado a renunciar pocos días después) es alguien que dijo que si tuviera un hijo homosexual “le ayudaría a reconducir su psicología mediante terapia.” Otro de sus pesos pesados llama a los defensores de la memoria histórica “buscadores de huesos” y deja caer que igual habría que ilegalizar a los partidos de izquierda. Y Casado y Rivera e Inés Arrimadas y los demás dicen que ellos no piensan igual… y siguen siendo sus socios.

Un coordinador adjunto de la formación ultra en Toledo es uno de esos "españoles de bien" a los que se refería su líder y, por lo tanto, tiene un arsenal, del que presume en las redes: “Con lo que tengo en casa, puedo empezar la II Guerra Civil.” Ya sabemos, además, cómo acabaría: “No quedará títere con cabeza”, advierte el antiguo militar. Un camarada de la ciudad, con el que comparte siglas y quién sabe qué más, ya se ha ido anticipando, según cuenta el periodista Antonio Maestre, a lo que pueda suceder, y se pasó los años noventa asaltando y pegando a quienes no pensaban como él. Salió impune de sus actos un tiempo, pero al final, tomarse la justicia por su mano le costó una condena de cuatro años de cárcel, tras agredir y dejar con una parálisis irremisible en parte de su cuerpo a un profesor de la Universidad de Valencia que trató de llamar a la policía cuando lo vio apaleando a otra persona, algo que hacía cada fin de semana, momento en que él y sus correligionarios “salían de caza.” A otro joven le golpearon con un gato hidráulico en la cabeza, mandándolo casi dos años al hospital y dejándole secuelas que no lo abandonarán jamás. Y Casado y Rivera e Inés Arrimadas y los demás dicen que ellos no piensan igual… y siguen siendo sus socios.

Podríamos seguir, pero no es necesario. Con esto sirve para explicar con quién van de la mano a las elecciones Ciudadanos y el Partido Popular y a quiénes le darán su voto los que elijan la papeleta de Vox para llenar las urnas de un tiempo pasado que fue peor y que sólo tiene un objetivo: restablecer una dictadura o, como mucho, un régimen autoritario que se le parezca lo más posible, lo que Europa y el resto del mundo estuviesen dispuestos a permitir. A Franco, se lo permitieron todo durante treinta y ocho años.

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