Telepolítica

Ni ellos ni nosotros sabemos solucionarlo

No sé si tengo mala suerte o le pasa a todo el mundo. En estas últimas semanas, toda la gente con la que coincido quiere hablar de lo mismo. También me he dado cuenta de que yo actúo igual con los que no sacan el tema de primeras. Creo que vivimos en un cierto estado de ansiedad colectiva derivada de la crisis política que nos envuelve. Lo que más me llama la atención es algo que considero contradictorio. Casi todos coincidimos en que PSOE y UP están obligados a encontrar una solución que ponga fin a la etapa de incertidumbre que padecemos. Sin embargo, cuando abordamos entre ciudadanos de a pie el asunto, siempre acabamos metidos en una discusión que acaba a voces y, por norma, sin acuerdo alguno. En realidad, exigimos a los políticos una capacidad de entendimiento de la que nosotros mismos carecemos.

Hoy en día, resulta poco recomendable pasear por las redes sociales cuando se aborda el problema. Si ya de por sí hablamos de un espacio donde la falta de respeto y la estolidez campan a sus anchas, cuando el enfrentamiento entre los partidos de izquierda aflora el resultado es la guerra total: insultos, descalificaciones, amenazas, etc. Todo, menos líneas de diálogo o de intento de comprensión de la posición de aquellos con los que confrontamos.

Personalmente, sigo rechazando la idea de que sean necesarias unas elecciones porque se acaba el plazo legal para haber encontrado un acuerdo imposible de alcanzar. Casi todo el mundo coincide en que lo más lógico es que el resultado electoral de noviembre sería muy similar al anterior, por lo que el problema al que nos enfrentaríamos sería el mismo. Discrepo. Tal y como se ha desarrollado el debate político en estas últimas semanas, todo parece indicar que la tensión entre ambas formaciones y sus respectivos seguidores, lejos de apaciguarse, tienda a encresparse aún más. Con este panorama, un resultado electoral similar al obtenido en abril abocaría a un escenario de abierto enfrentamiento que derivaría en un choque aún más cruento que el actual. En este momento, la desconfianza mutua y el rechazo a las posiciones del otro nos lleva a una evidente falta de entendimiento. Todo parece indicar que un aumento descontrolado de la tensión y el conflicto no haría sino aumentar el distanciamiento de cualquier territorio de consenso.

Desde la derecha no cabe otra reacción que el regocijo. La posición más extendida es la de apoyar los postulados de Iglesias, básicamente para que no se rinda y castigue a Pedro Sánchez manteniendo sus pretensiones. También subsisten otras voces que priman los impulsos que surgen de sus entrañas y defienden la importancia de impedir la consumación de un acuerdo de gobierno que llevara a UP a compartir algún poder institucional. En cualquier caso, parece lógico asumir que nada desean más los sectores conservadores que el fracaso de cualquier tipo de negociación, y por ello ayudarán todo lo que puedan para que la ruptura se imponga y vayamos a elecciones.

Por intentar aportar espíritu constructivo, a estas alturas son pocas las alternativas verosímiles que podríamos poner encima de la mesa. Básicamente, sólo se me ocurren tres caminos que recorrer, aunque son, en este momento, rechazados por las partes en conflicto:

1/ Que se aceptara una coalición regulada. Es decir que, partiendo de posibilitar un gobierno de coalición, se configurara dentro de unas normas de funcionamiento que impidieran la posibilidad de que subsistan dos gobiernos en uno y que estableciera unas normas de lealtad y apoyo conjunto a las iniciativas que surjan en su seno. Se reconocería el papel preponderante del presidente del gobierno y la necesidad de asumir decisiones colegiadas que impliquen a todos en el mismo proyecto.

2/ Que se estableciera un acuerdo programático garantizado que, además, facilitara la implicación de políticos y otros profesionales propuestos por UP que pudieran integrarse en diferentes niveles de la administración, con suficiente y reconocida relevancia pública, fuera de la mesa del consejo de ministros.

3/ Que UP apoyara la investidura de Pedro Sánchez para impulsar un programa común pactado, sin mayor contraprestación de partida, que incluyera la posibilidad de plantear un gobierno de coalición en un tiempo prudencial, siempre y cuando las relaciones entre ambas formaciones se hubieran apaciguado y normalizado durante el arranque de la legislatura.

Cualquiera de las tres opciones merece seguro duros reproches y no dudo que los obtendrán en la siempre animada sección de comentarios. Me vendrá bien leerlos para los encuentros con amigos que me esperan estos días. Así voy entrenando el combate verbal.

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