Desde la tramoya

Tezanos y la perspectiva

No puedo cuestionar la buena voluntad del presidente del CIS, José Félix Tezanos, ni su honorabilidad, ni su honradez. Le conozco poco, pero en las ocasiones en que he estado con él, he apreciado con nitidez esas cualidades. Tampoco puedo dudar de su currículum académico. A la vista está. Es catedrático, ha escrito una veintena de libros y es uno de los sociólogos que los estudiantes de mi época, sobre todo del ámbito progresista, teníamos como referentes. No nos engañemos: en las ciencias sociales, especialmente en la ciencia política o la sociología, la etiqueta progresista, o conservador, o liberal, marca el trabajo y la reputación del intelectual.

Ni siquiera cuestionaría yo, aunque entiendo que esto admite más discusión, las controvertidas decisiones que ha tomado con respecto a los indicadores electorales del Centro. Eliminó la cocina de su “estimación”, que solo era la expresión de la intención directa de voto, aunque torpemente la siguiera llamando “estimación”. Eso tuvo el coste de interrumpir una serie clásica del CIS, pero al menos se justificaba en el hecho de que, en efecto, la cocina es más un ejercicio creativo que netamente científico, como sabe cualquier sociólogo. Amplió a cambio la frecuencia –ahora mensual– de la medición, una delicia para los sociólogos, pero con la inconveniencia de que cada mes se habla (generalmente mal) del Centro.

Nada hay que objetar tampoco porque Tezanos sea presidente del CIS, por muy socialista que sea. Pilar del Castillo fue presidenta del CIS antes de ser ministra del PP. Julián Santamaría fue presidente del CIS antes de ser director de comunicación del PSOE. Prácticamente todos los presidentes del CIS cojearon naturalmente del pie derecho o del izquierdo. Pero lo importante es que esa cojera no impida que el director o directora haga un buen trabajo y, menos aún, que se convierta en objeto de controversia y en causa de la decadencia de la percepción sobre el prestigioso instituto.

Un presidente del CIS debe conducirse como una presidenta del Congreso de los Diputados. Ana Pastor, por supuesto, es conservadora y del PP. Y Meritxell Batet es progresista y del PSOE. Pero ambas deben ser exquisitamente ecuánimes en el tratamiento de todos los grupos políticos y muy cuidadosas en la emisión de opiniones políticas. Nada les impide hacer mítines, atacar al adversario, ofrecer opiniones partidarias o, como ha hecho Tezanos con sutilidad solo pretendida, pedir el voto para su formación. Es su derecho constitucional, como ha dicho el mismo Tezanos a propósito de su propio caso. Podrían hacerlo. Todos sabemos lo que ambas piensan sobre la situación política actual, de parte de quién están y a quién apoyan.

Pero no lo dicen ni lo expresan. Porque está feo. Porque su tarea exige prudencia y contención. Con todo el resto de cualidades que José Félix Tezanos tiene (en la humilde opinión de quien escribe), ni la contención ni la prudencia adornan su carácter. Cada vez que hay un lío, ahí está el director del CIS para liarlo aún más. Cuando se le ataca, responde con vehemencia y resolución. Ni se amilana ni claudica. Tezanos destaca más por audaz y resolutivo que por prudente y contenido.  Le vendría bien dejarse aconsejar por alguien que ampliara su perspectiva y le dijera: “jefe, piénsate muy bien esto antes de decirlo, o mejor no digas nada”.

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Porque hay otra característica que está en el origen de la controversia pública sobre el CIS de Tezanos. Tengo la sensación de que su director piensa que las cosas son evidentes y los hechos objetivos hablan por sí solos. En el artículo de la revista que él dirige, en el que pide el voto y que ha dado origen a su reprobación por parte de casi toda la oposición, él dice dos cosas interesantes, que ya hemos oído de su boca o leído de su escritura varias veces. Dice Tezanos, primero, que “(…) hay que reclamar rigor en los análisis políticos, una adecuada objetividad en la interpretación y la valoración de los hechos, y seriedad en la ponderación de las alternativas y las soluciones a los problemas políticos que existan, o puedan existir”.

Y segundo, afirma a reglón seguido que “los hechos concretos son que en España se ha bloqueado la posibilidad de gobernar al único partido que podía hacerlo (el PSOE). Lo cual no ha sido ‘culpa’ de todos los políticos por igual, sino de aquellos que no han dado sus votos a esta posibilidad, sin poner condiciones imposibles de cumplir o que resultaran gravemente erosivas a corto y medio plazo. Por muchas excusas que quieran ponerse ese es el hecho concreto”. A partir de ese “hecho concreto”, la argumentación de Tezanos es previsible, y la conclusión palmaria: “Lo único sensato es reaccionar con pragmatismo y con sentido de la utilidad de voto, concentrándolos en aquellos partidos que hoy por hoy pueden gobernar”. Es decir, entendemos todos, el PSOE.

Hay una cualidad imprescindible en quienes ocupan puestos como la presidencia de órganos que han de ser neutrales: consiste en aceptar la diversidad de opiniones. Comprender que en la política las cosas rara vez “son como son”, sino que suelen estar sometidas al filtro de la ideología. Si uno mismo no está dotado con esa cualidad, si solo ve “los hechos” como los ven los suyos, es difícil actuar con ecuanimidad. Lo mejor en esos casos es rodearse de gente que ayude a ver las cosas desde otra perspectiva. A Tezanos esa gente le falta. Y si no le falta, mucho caso no parece estar haciendo.

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