En Transición

Cuando la política es inútil, gana la extrema derecha

Si algo ha dejado claro el resultado electoral es el castigo de la sociedad española, y más en concreto del electorado progresista, a la falta de acuerdo, al tacticismo y al egocentrismo de unos dirigentes endiosados y aislados de la realidad. Se confirman así las dos máximas que ya conocía la sociología electoral: que la repetición electoral genera mayor abstención y castiga especialmente a quienes la sociedad considera más responsables del fracaso.

Aunque no lo creas, el "sinhogarismo" existe. Y es un problema político

A falta de unas horas para poder bucear en los datos y sacar conclusiones, hay algunas sospechas que ya están confirmadas. Probablemente desde el PSOE no fueran del todo conscientes de la excepcionalidad del resultado de abril. En aquel momento no hubo progresista que se quedara en casa, y los socialistas fueron los que más se beneficiaron de los efectos del voto útil. La amenaza de la extrema derecha apeló a la responsabilidad de un electorado que hoy se ha sentido defraudado por la falta de eficacia de su voto. Tampoco desde Unidas Podemos se valoró suficientemente el riesgo. Si entre ambos en Abril sumaban 165 diputados, hoy han perdido 10 por el camino.

Ciudadanos, sin ser uno de los partidos a los que se le atribuye mayor responsabilidad en el no-gobierno, en el fondo comparte el mismo castigo. La noche del 28 de abril Rivera tomó la decisión equivocada, y optó por intentar convertirse en el líder de la derecha en lugar de jugar el papel de bisagra y transversalidad que le ayudó a obtener excelentes resultados en comicios anteriores. Hace seis meses Ciudadanos podría haber optado por gobernar con PP y PSOE en ayuntamientos y comunidades autónomas, y haber facilitado la formación de gobierno en el Congreso de los Diputados. Se equivocó, dejó de ser útil para buena parte del electorado, y su deriva a la derecha facilitó el traspaso de votos hacia la extrema derecha de Vox.

Si ampliamos el foco, la imagen no consuela. Desde 1978 hasta 2015, el sistema de partidos español se mantuvo estable en torno a un bipartidismo imperfecto con apoyos puntuales, por acción u omisión, de los partidos nacionalistas. En las calles primero con el 15M y en el Congreso después con la irrupción de nuevas fuerzas a izquierda y derecha –Podemos y Ciudadanos, respectivamente– el sistema saltó por los aires inaugurando un nuevo ciclo. Las dos organizaciones citadas suponían en aquel momento una alternativa diferente apoyada en los valores de convivencia y consenso de nuestra democracia. Este domingo esto cambió. Al tiempo, la fragmentación desplazaba los mejores resultados a los más polarizados en detrimento de los partidarios del diálogo y las cesiones mutuas. La alternativa a los dos grandes partidos ha pasado a capitanearla la extrema derecha, con la que ahora resucitan los fantasmas del viejo reaccionarismo. El peso y margen de maniobra que tenga en el futuro Vox, que ahora disfruta de su evidente éxito y muestra cada vez mayor arrogancia, dependerá de lo que todos, izquierdas y derechas, les dejen.

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