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Segunda vuelta

Unión en Colón contra el 78

Pilar Velasco

Banderas e himno de España de fondo a todo trapo. Los supuestos salvadores de la patria recogen firmas contra una iniciativa política del Gobierno con Cataluña. Recurso ante los tribunales y manifestaciones en las calles de Madrid. No estamos en un dèjà vu de 2005. O un simple revival de lo que el popular Xavier García-Albiol consideró un error frente al Estatut. Tampoco es un flashback a 2019. La reedición del cónclave de Colón es la repetición del fracaso del PP para aportar una visión de Estado territorial distinta al bucle en el que lleva los últimos 15 años.

Con una diferencia, en el frentismo sin salidas el primero de la clase es Vox. Quien gritará más fuerte el 13 de junio y los días sucesivos es la extrema derecha. Si es la repetición colosal de un error político lo descubrirán PP y Ciudadanos más tarde. La interpretación que hizo Albert Rivera del resultado electoral tras la famosa foto de las derechas le sacó de la política. Casado obtuvo el peor resultado de la historia del PP. Y la plaza de Colón ya es un espacio conquistado por el imaginario de Vox. Allí se manifiesta, allí cierran campañas electorales, allí lanzan sus soflamas más ultras.

No deja de ser paradójico que la plataforma convocante se llame ‘Unión 78’. El espíritu de la Constitución que proclaman proteger y defender fue precisamente el contrario. Ni Casado ni los suyos llaman a salir a las calles por la negociación, con concesiones, consenso, altura política, visión de Estado y de futuro. El 78 como concepto se articuló para dejar atrás el franquismo, conjurar la dictadura que Vox defiende frente a este Gobierno, como ha repetido en el Congreso. Preferir los años de Franco a los de Pedro Sánchez. Y con estos mimbres, salen el PP y Ciudadanos a la calle. La entonces ‘Unión del 78’ supuso también la expulsión de la extrema derecha de nuestro ADN constitucional. Así que explicar esta imagen fuera de España es esperpéntico. El partido conservador manifestándose con la ultraderecha en una supuesta defensa de los valores de la Transición.

El Make America Great Again de Donald Trump responde al concepto del whistle dog. Hacer América grande para unos, frente a otros muchos. El silbido del perro que desde fuera no se escucha pero los tuyos entienden. Nadie se opone al lema ‘Por la Constitución, por la Justicia y por España’. Sin embargo, sabemos que es una manifestación donde solo cabe una parte. Y a estas alturas, pasado el 155, las condenas firmes del Supremo, casi cuatro años de cárcel cumplidos, a pocos meses del tercer grado de los condenados, con ERC garantizando la gobernabilidad de España, excluir no es la solución, sino el problema.

El perdón de Casado

El perdón de Casado

Es más, en la estrategia a medio y largo plazo, los condenados del procés son lo de menos, incluso la presión de Carles Puigdemont y sectores de Junts por la vía unilateral. El reto son las futuras generaciones de jóvenes catalanes que han socializado durante la crisis del procés, una parte de la población que necesita una salida social, distintas fórmulas que les hagan sentirse partícipes de un mismo país. La España-Cataluña y viceversa de 2050. La justicia se impone por el orden de la ley. La convivencia, por naturaleza, se articula. Discutir los indultos a banderazos, de la mano de una extrema derecha ultra, imposibilita al PP para responder a algo tan previsible como la posible ampliación de la desafección de los jóvenes catalanes, un desastre a futuro que se niega a abordar.

La ‘España real’ de Pablo Casado es una ficción. Pero también es un acelerador del independentismo, una idea excluyente de país. Y su propuesta de Gobierno de salvación nacional otro silbido del perro, un mensaje encubierto para echar a un ejecutivo cuya legislatura le pertenece por el derecho de las urnas.

Hace una semana escribí en esta columna que hay muchas razones para defender el indulto y otras para oponerse. Todas deberían responder a la cuestión de fondo que se planteaba Iñaki Gabilondo en 2014. A las puertas de todo lo peor que podía pasar y pasó, se preguntaba por “la profundísima corriente social que nos está anunciando que Cataluña se va”. El fracaso no pasaba por la ruptura frente a los sectores más hostiles sino con la generación que vive en una lógica diferente, aquella que ve a España como una administración, un ente burocrático hostil y no un país. Los indultos no son sólo una cuestión generacional, afectan directamente a la salida de la crisis territorial. Como tantas otras vías políticas, acaben donde acaben, deberían articularse sobre la convivencia y la reparación. Porque de sentencias judiciales ya vamos sobrados, el PP incluido.

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