Aquí me cierro otra puerta

Arévalo ya no existe

Quique Peinado nueva.

Muchas veces, cuando me agobio o me siento un fracasado, cuando pienso que no llego adonde debería o no tengo el éxito social o profesional que me propongo, hago el ejercicio de contarle dónde estoy a mi yo de 15 años. Evidentemente, ese chaval se hubiera conformado con el 10% de las cosas que he hecho o de las maravillosas personas que he conocido y muchas veces he pensado en que ojalá hubiera podido venir mi yo del futuro a decirle en su momento que estuviera tranquilo, que la vida le iba a deparar cosas buenas aun cuando él pensaba que sería un fracasado. No sé si escribir esta columna hubiera sido una de ellas, pero quién me iba a decir a mí de adolescente que le iba a escribir una carta a Arévalo en un periódico.

Arévalo dijo el otro día que los gais no son hombres de verdad, y yo básicamente le quiero decir que se equivoca: no hace falta ser gay para no ser a sus ojos un hombre de verdad. Yo, que soy hetero, tampoco lo soy y exijo mi lugar entre los no hombres. Que sé que a poco que me conociera ya me habría metido en el saco, pero por si acaso yo se lo pido públicamente.

Por suerte, hoy Arévalo es una figura estrambótica y ridícula y el único problema que se plantea es por qué se le da un micro y no lo que dice, pero a mi yo de 12 años, que era un "enmadrado", un "llorón" y a veces hasta un "maricón" (juicios que llegaban más de adultos que de niños, por cierto), las palabras de Arévalo le hubieran hecho un roto en la autoestima. Hoy, que en redes sociales recibo insultos como "hombre blandengue", "sin testosterona" y similares, evidentemente la vida me ha dado la experiencia y las herramientas para considerar, incluso, que algo estoy haciendo bien para que esa peña grazne de mí. Me callo y sonrío porque encima me va bien. Espero, además, que a los chavales de hoy en día estas diatribas sobre las masculinidades ya no les afecten.

Lo voy a decir, aunque sé que es impopular: las nuevas masculinidades, los señores que se dicen feministas todo el rato y no paran de decirlo y venga a ocupar espacios diciéndolo me parecen una estafa. No sé si es necesario que explique más esto, pero creo que se me entiende. No quiero que esta columna me coloque ahí porque no tengo nada que ver, no sé si en el fondo pero seguro que no en la forma. Aclarado esto, sí que me congratulo de que los arévalos del mundo sean anécdotas y que sus sucesores, los que siguen marcando la pauta de cómo ser hombre y que, básicamente, se dedican a atacar a quienes no lo somos, sean un discurso cada vez más extremista y no el centro de la vida, como cuando yo tenía 15 años. Antes, los hombres de verdad eran los que Arévalo creía que eran. Ahora, ese ya no es el estado de las cosas.

El otro día escuchaba a Zahara decir que ojalá hubiera podido decirle a su yo de niña que ahora estaban intentando joderle pero que toda su gente estaba saliendo a defenderla. Es muy difícil hacerle creer a un adolescente de hoy que vive jodido por el abuso o la desesperanza que las cosas irán bien en el futuro, pero pueden hacer un ejercicio: mira cuánta de la gente mayor a la que admiras hoy sufrió mucho a tu edad. Posiblemente sea un porcentaje altísimo. Lo bueno está por venir, aunque no lo veas. Y míralo por el lado bueno: Arévalo ya no existe.

Más sobre este tema
stats