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Sin recetas mágicas: el fenómeno Corbyn

Rodrigo Amírola y Emma Álvarez Cronin

El pasado 8 de junio las elecciones británicas nos depararon un resultado paradójico: Corbyn perdía las elecciones con un 40% de los sufragios, pero levantaba en el imaginario colectivo un proyecto alternativo de país para el 99% de la población y lograba ganar en el segmento de votantes menores de 25 años por un 67%.

La brecha generacional se manifestaba así también en Reino Unido tras hacerlo en otros países, pero además se sentaba un nuevo precedente: es el primer país de Europa donde las fuerzas reaccionarias, que hasta el momento eran la vía principal de canalización del descontento social, han sido sustituidas por una alternativa popular y democrática.

Si bien Corbyn no ha logrado tantos apoyos electorales como para conquistar el Palacio de Westminster, sí ha sido capaz de presentar una alternativa de gobierno que ha enterrado al blairismo y la Tercería Vía de su partido y, al mismo tiempo, ha disputado de forma efectiva al thatcherismo 2.0 con tintes xenófobos de May y los tories los elementos fundamentales del sentido común de época. Los principales promotores del Brexit duro desaparen del mapa –UKIP se queda sin representación parlamentaria– aunque con una gran victoriaBrexit : lograr la mutación del partido conservador, obligándole a asumir una buena parte de su discurso xenófobo. Sin embargo, estos ha sido incapaces de representar el cambio o dibujar un horizonte de futuro mínimamente esperanzador.

May fracasó estrepitosamente en su objetivo de reforzar su mayoría para pilotar el Brexit,Brexit, perdiendo credibilidad a raudales durante la campaña y viéndose necesitada de un pacto con los reaccionarios Unionistas Demócratas de Irlanda para lograr continuar en el poder.

En resumen, Corbyn ha sido el gran vencedor de estas elecciones, a pesar de no obtener una mayoría parlamentaria pero, ¿qué explica esta increíble remontada? Muchos han premiado su coherencia: es un hombre que lleva defendiendo lo mismo desde los años 70, nunca ha cambiado su opinión, ni vendió su alma a la Tercera Vía.

Sin embargo, no es la pureza de sus valores y la capacidad de desvelar grandes verdades o contradicciones en el seno del sistema capitalista lo que explica su éxito. Corbyn empieza a conquistar el sentido común con un discurso perfectamente arraigado en la realidad cotidiana, que atiende a su complejidad, se adapta y reformula, y que es capaz de proyectar futuro para su país. En lugar de mirar con nostalgia una foto fija de “aquello que fuimos” cuestiona y derriba algunos de los pilares discursivos más potentes del thatcherismo, poniendo en el centro problemáticas actuales como la precariedad laboral, los efectos sociales de la austeridad, el endeudamiento juvenil, etc.

Y, en este contexto, rescata las viejas conquistas del laborismo, en crisis de legitimidad desde la época de Thatcher, para reenmarcarlas: los servicios públicos esenciales, prestaciones sociales, la nacionalización de sectores estratégicos de la economía, etc.

El “prólogo” de estas elecciones había sido la campaña del referéndum en torno al Brexit Brexitque tuvo fundamentalmente dos pilares, dos mensajes que fueron claves a la hora de movilizar el voto por el entonces inesperado leave. Uno, sin duda, fue “recuperar el control sobre nuestras fronteras”, con el objetivo de frenar una supuesta inmigración descontrolada, que habría generado el caos en la nación y pondría en riesgo los valores británicos. Pero también, y no menos importante, la promesa de que la salida de la UE permitiría recuperar los servicios públicos fundamentales. De hecho, uno de los lemas más polémicos de toda la campaña fue “enviamos 350.000 M por semana a la UE, financiemos en su lugar la sanidad pública (NHS)”.

En definitiva, el leave tenía al menos en apariencia una innegable dimensión socialleave, que le hacía resultar atractivo para amplias capas de la sociedad golpeadas por la austeridad encarnada en Bruselas y su gestión de la crisis económica.

Del mismo modo que los servicios públicos fundamentales –la educación y la sanidad básicamente–, el Estado del Bienestar en su conjunto como el suelo social de la nación y la sociedad británicas, fueron un elemento central para la movilización del voto y objeto de la campaña durante el referéndum del Brexit lo han sido también en estas últimas elecciones. Sin embargo, se ha observado un giro característico decisivo: si para los partidarios del abandono de la UE el colapso del sistema sanitario y del conjunto de las prestaciones públicas se debían a un abuso por parte de los inmigrantes y a la detracción de demasiados recursos por parte de la UE, en esta ocasión Corbyn ha sido capaz de redirigir el foco trasladando la responsabilidad a las élites, a la minoría privilegiada, compuesta por privatizadores y especuladores, que han recortado, privatizado e impuesto la lógica de la mercancía sobre los ya mermados derechos esenciales del pueblo británico.

Con su magnífico lema de campaña For the many not the few [Para la mayoría, no para unos pocos] plasmado en un programa-manifiesto tremendamente exitoso, inspirado en el laborismo tradicional y con el principio de la redistribución radical de la riqueza por bandera, Corbyn se ha presentado como un auténtico outsider, que se ha enfrentado al estabilshment, representado fundamentalmente en esta elección por el partido conservador de Theresa May.

Desde que ésta asumió el mandato de sacar a su país de la UE también hizo suyo el discurso más reaccionario a favor del Brexit más duro, que buscaba generar miedo y culpar al vecinoBrexit – preferentemente, de otro color de piel – de todos los grandes problemas de la sociedad británica. Y lo mismo hizo durante esta campaña, combinando el nacionalismo chovinista con la defensa de un liderazgo “fuerte y estable”, que se demostró con los pies de barro, pero que debía proteger los valores y los intereses británicos a la hora de afrontar el Brexit.

Sin embargo, May fue incapaz de encarnar una idea de futuro tangible, deseable y sobre todo creíble, cosa que sí hizo Corbyn como ha señalado Paul Mason de forma convincente, primero, con su programa-manifiesto y, posteriormente, con una remontada capaz de movilizar, como decíamos al principio, un voto joven sin precedente, además de hacer una alianza estratégica entre una base social muy transversal (exvotantes UKIP, verdes y liberales centristas).

Corbyn ha sido capaz de imponer el marco de disputa y al mismo tiempo ha escapado del lugar donde le quería su adversario. Por un lado, un discurso anti-establishment y anti-austeridad que le ha permitido vencer a May incluso en aquellos campos que debían haber sido, en principio, más favorables a los tories.tories En este sentido, un ejemplo claro es la seguridad y la lucha contra el terrorismo, cuando tras el atentado en Londres Corbyn señaló los recortes en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y, en particular, de 20.000 policías, que había implementado May como Secretaria de Estado. Lejos de una posición izquierdista tradicional, se situaba a la ofensiva y más allá del eje libertad-seguridad tan recurrente en estos casos.

May no habría garantizado ni la seguridad ni la libertad de sus compatriotas al meter la tijera donde no debía.

Por otro lado, un programa-manifiesto con multitud de medidas concretas y viables sobre preocupaciones transversales de la ciudadanía británica como la educación, la sanidad, que existan prestaciones con garantías para asegurar que todos, y sobre todo los y las más vulnerables, tengan una vida digna (véase I, Daniel Blake de Ken Loach), la recuperación de empresas estratégicas privatizadas durante el período thatcheriano, como el correo o los ferrocarriles, medidas para mejorar las perspectivas de futuro de los jóvenes más allá del endeudamiento masivo… En definitiva, propuestas que anunciaban los contornos de un nuevo país, que podía ser ganado en esta última elección.

Como creemos que puede desprenderse de nuestro análisis, las razones del fenómeno Corbyn son múltiples y difícilmente puede esquivarse, más allá de ciertos rasgos comunes con otros fenómenos de cambio en diferentes países, su carácter particularmente británico: el “prólogo” del referéndum por el Brexit, la situación de Escocia y el hecho de que “lo nuevo”, aquello que rema a favor del cambio político y social aparece representado por un antiguo partido de larga tradición como el Labour, quizás con el programa de reformas más avanzado en lo que a la redistribución de la riqueza se refiere. Sin embargo, en España vemos que se impone desde diferentes sectores una lectura demasiado simplificada y, sobre todo, poco útil: las claves del fenómeno Corbyn serían “decir la verdad” y la autenticidad de un liderazgo fuerte y honesto.

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Tememos que esto no sea suficiente y no vaya más allá de un autocomplaciente “teníamos razón”, que no nos ayude a la comprensión y a sacar lecciones útiles de esa experiencia para el futuro. ¿Por qué parte de la izquierda parece resistirse a sacar lecciones de la especificidad de los nuevos fenómenos y, en particular, del fenómeno Corbyn? Si queremos entender y sobre todo aprender de los distintos procesos de cambio que se han abierto en algunas potencias centrales y países del sur, tenemos que empezar por reconocer la multiplicidad de factores que entran en juego, así como la capacidad de adaptación de los actores políticos a contextos locales o nacionales muy complejos, donde no son los únicos que entran en el terreno de la disputa hegemónica.

Y donde han tenido que hacer autocrítica, cambiar sus hipótesis y adaptar sus estrategias. Quizás es hora de entender que la realidad nos suele sorprender, y que no tenemos lista desde siempre una receta mágica. ________________

Rodrigo Amírola y Emma Álvarez Cronin son miembros de la Secretaría de Ánalisis Estratégico y Cambio Político de Podemos

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