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Plaza Pública

Un Partido Popular asediado

Antón R. Castromil

El ascenso en las encuestas de Ciudadanos promete sensaciones fuertes en el ámbito ideológico de la derecha.

No se trata éste de un lugar en el que los partidos hayan competido en demasía. Salvo momentos puntuales –como los mejores años del CDS de Adolfo Suárez o de la UPyD de Rosa Díez– la derecha ha sido siempre coto de caza exclusivo del Partido Popular.

Pero parece que esto está empezando a cambiar.

Los populares tendrán que, como Alemania en la Segunda Guerra Mundial, afrontar una guerra de desgaste en dos frentes simultáneos. A ambos lados de su posición ideológica.

Por el centro (o, incluso, en el centro-izquierda) se libra desde hace años la tradicional batalla por el votante moderado. Ese elector que, según el soplo del viento, es capaz de votar al PP, al PSOE o a terceras opciones si son percibidas como moderadas.

En este tipo de escaramuzas, el PP está más que curtido. El “giro al centro” de la década de 1990 o las campañas electorales en clave económica de principios del siglo XXI atestiguan dos cuestiones importantes.

Primero, que el Partido Popular, si quiere acercarse a un votante medio situado ligeramente en el centro-izquierda, debe aparentar moderación. Sólo cuando lo consigue gana holgadamente las elecciones. Como en 2000 y 2011, por ejemplo.

Segundo, que estas estrategias de moderación del partido conservador han tomado diferentes formas desde 1982. La más exitosa de todas: el pragmatismo económico (crecimiento, déficit cero, bajadas de impuestos) por encima del programa neocon de los halcones aznaristas.

Éste era, hasta hace poco, el principal quebradero de cabeza del presidente Rajoy: mantener a raya a los duros del partido y dejar correr una situación económica que discurría claramente a su favor.

Pero el fenómeno Ciudadanos amenaza con ponerlo todo patas arriba con la apertura de un segundo frente de batalla.

El desafío de Ciudadanos no parece proceder de dónde muchos pensábamos que vendría: de la regeneración democrática. Al fin y al cabo, Ciudadanos, como representante junto con Podemos de la “nueva política” surgida de las elecciones de 2015, había medrado al amparo de la crítica al bipartidismo y a la corrupción del “PPSOE”.

Pero no. Las hostilidades proceden de otro lugar. El ataque se ha producido por la retaguardia. Por un lugar que no se esperaba y que el PP tenía desguarecido: el modelo de Estado y la unidad de España.

Es decir, el auge de Ciudadanos y la “pupa” que ello le está haciendo al PP podría considerarse como un efecto colateral del desenlace del procés catalán de los últimos meses.

La debilidad electoral del Partido Popular en Cataluña, donde se ha confirmado como una fuerza política residual, parece haber proyectado en el resto de España la sensación de agotamiento del gobierno de Rajoy.

Y, sobre todo, la idea de que Ciudadanos, en cuestiones típicamente conservadoras, puede hacerlo mejor. A ello se dedican Inés Arrimadas y Albert Rivera, con una puesta en escena joven y moderna, alejada de la vieja idea “facha” de España.

La apertura de este segundo frente conduce al PP a un escenario desconocido y lleno de peligros. Y ya se sabe lo mal que los conservadores llevan la incertidumbre.

La nueva competencia a su derecha, si se convierte en la prioridad de su comunicación política, puede alienar al votante moderado. Pero, al mismo tiempo, ignorar a Ciudadanos entraña también contraindicaciones graves. Como la de permitir que siga expandiéndose a costa de temas de debate irrenunciables para la derecha clásica española.

De la relación final de fuerzas PP-Ciudadanos podrían salir dos posibilidades: un gobierno de coalición (o fórmula similar) o la voladura de todos los puentes.

Al primer escenario podría llegarse si ninguna de las dos fuerzas alcanza una posición hegemónica en la derecha. Éste parece el escenario que describen las últimas encuestas.

La segunda posibilidad se produciría si uno de los dos partidos consigue el monopolio conservador. Éste sería el lugar que el PP parece estar perdiendo. De ahí su intranquilidad.

¿Y la izquierda? A contrapié. Tanto en cuestiones económicas como en el tema de debate “España”. Pero también afectada por el fenómeno Ciudadanos: El PSOE, por su común interés con el partido de Rivera por el apoyo del votante moderado. Podemos, por llevarse el gato al agua entre los favorables a la “nueva política”.

No me digan ustedes que la política española no está al rojo vivo.

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