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Plaza Pública

Pedro y Pablo camino de Damasco

Jesús Parralejo Agudo

El maquillaje kabuki de la política española no deja de fascinar, por experimental, a propios y extraños; con o sin carné de militante. Da igual la tribu, o la secta. El elaborado sentido del drama y el selecto elenco de actores que realza sus habilidades para el canto y la danza, convierten al teatro político en paradójico, por clásico y vanguardista en el mismo plano temporal. Eterno también en los despropósitos que arrastra desde hace un año, cuando la carambola de una moción de censura se instaló en nuestras expectativas. Con miel o hiel, según.

Un año han tardado en finalizar las interminables y desazonadoras campañas electorales en las que la política de altura ha sido una vez más sujeto ausente. Es entonces cuando la ruleta mediática afina sus análisis, que ofrece gratis et amore a los mercaderes venecianos que ansían vestir la púrpura. Se ajusta la tramoya y comienza el segundo acto del “juego de tronos” hispánico, el que importa, el de las alianzas políticas que se tejen en los despachos a puerta cerrada. El nudo de una obra cuyo tercer acto y desenlace echará a andar en breve, con la toma de posesión de los nuevos equipos de gobierno.

Entretanto, y a pesar de histriónicas interpretaciones de actores a los que las urnas han convertido en secundarios, de carácter o meritorios, los protagonistas/antagonistas indiscutibles en el escenario del poder político son Pedro y Pablo, cuya onomástica pueden llegar a celebrar juntos en reunión de consejo de ministros. Porque su escenificación de Los Amores Reñidos parece haber entrado en una senda de serenidad que apunta a una liaison de gobierno, aunque con jerarquías acotadas. Ministerios como Sanidad o Agricultura pueden ser una opción razonable para Iglesias.

De este modo, Pedro podría gestionar de cerca la soberbia del de Podemos, y éste, agradecido por darle la oportunidad de seguir políticamente vivo, mostrar lealtad a su Presidente, al menos durante la primera mitad de la legislatura, duplicando de entrada la duración de su primer mandato. Condenados a entenderse para transitar como aliados un camino  de Damasco lleno de baches –algunos realmente profundos, como el independentismo catalán o las reformas laboral y educativa que necesita España–, ambos líderes tienen la oportunidad de mostrar que se puede hacer política desde la transparencia.

Suele decirse que la política hace extraños compañeros de cama, y nada hay más extraño que dos aliados que se detestan mutuamente, pero también en eso consiste el arte de lo posible. Es razonable pensar que en la convivencia de esta “pareja de hecho” saltarán chispas, pero si abordan su compromiso con sentido de la responsabilidad, tal y como les han mandatado los electores, habrán proporcionado un tiempo precioso a la estabilidad nacional.

Tiempo habrá de ver cuál de los dos se cae antes del caballo. Que llegará, sin duda. Por ello sería inteligente cerrar cuanto antes el actual flujo de titulares derivado de la mutua instrumentalización partidista, con lo que se podría avanzar con mayor celeridad en todos los frentes políticos abiertos. Además de ganar tiempo en centrarse en los acuerdos complementarios necesarios para un gobierno estable. Los españoles lo agradecerían.

Es la diferencia entre jugar al ajedrez y al Monopoly. Porque por mucho que se maree la perdiz de mano de la ruleta rusomediática, donde no caben dudas es que allá donde sea posible establecer alianzas de gobierno entre PP, Cs y Vox, se harán, por mucho cinismo con el que intenten camuflarlas. No hay pegamento más fuerte que el del poder. Aunque sea coyuntural. Pues en cuatro años de legislatura cabe activar multitud de estrategias orientadas a conseguir réditos electorales futuros.

Pedro y Pablo pueden, por lo tanto, actuar de inmediato en un escenario sin grandes sobresaltos demoscópicos. Sobre todo después de las últimas arremetidas del presidente Tezanos enmendando la plana a un periodista de la cadena Ser, cuyo pecado fue intentar entender los entresijos del barómetro del CIS de mayo, en relación con la preferencia de los españoles sobre los pactos para conformar nuevo gobierno. Al periodista en cuestión le llamó la atención la perfecta sintonía entre los datos del CIS –el 44,1% preferiría un gobierno sólo del PSOE–, y los coloristas mantras repetidos por los portavoces de Ferraz. Y como intermediario entre las fuentes y los consumidores de información, no se le ocurrió otra cosa que preguntar. Para intentar entenderlo. Que es en lo que estamos todos. _________________Jesús Parralejo Agudo es periodista. Experto en Comunicación Empresarial y Política.

Jesús Parralejo Agudo

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