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¿Qué quieren los dirigentes socialistas? ¿Y Unidas Podemos?

Fernando Luengo

La vertiginosa respuesta de los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) al documento programático elaborado por Unidas Podemos (UP) como base para abordar las negociaciones de un posible gobierno de coalición despeja todas las dudas, si es que quedaba alguna. No tienen intención de formar gobierno con UP y, en consecuencia, descartan abrir conversaciones que pudieran interpretarse como que contemplan de alguna manera ese escenario. La declaración ha sido contundente, contiene considerables dosis de cinismo y un evidente desdén hacia el partido que, ¡cuántas veces lo ha repetido Pedro Sánchez!, consideraba su socio preferente.

Afirman en la contestación a la propuesta de UP que comparten buena parte de los puntos contenidos en el documento que han recibido, pero que existen discrepancias sustanciales en temas de Estado que hacen imposible compartir gobierno. ¿Acaso no existían esas supuestas discrepancias durante la fallida sesión de investidura, cuando parecía que sí estaba abierta esa posibilidad? ¿No se trataba, como se ha insistido miles de veces, de la insaciable voracidad de los negociadores de UP, en su pretensión de ocupar ministerios claves del nuevo gobierno?

Tengo la impresión, casi el convencimiento, de que los responsables del PSOE en ningún momento, tampoco a lo largo de las tensas negociaciones con el equipo dirigente de UP, han contemplado formar un gobierno de coalición con este partido; como mucho, en el mejor de los casos, colocándole en una inaceptable posición subalterna que, de aceptarse, echaría por la borda su proyecto político como fuerza transformadora e independiente.

Hay que conocer muy de cerca, y no es mi caso, los entresijos de la dirección socialista y sus conexiones con los grandes grupos empresariales, financieros y mediáticos, pero opino que, a día de hoy, cabe la posibilidad de que el PSOE todavía quiera jugar la baza de formar gobierno contando con la abstención del Partido Popular y, aunque en este momento parezca imposible, la de Ciudadanos. Y, claro está, estos apoyos, en caso de producirse, no serían gratuitos.

Es posible, asimismo, que los estrategas del PSOE quieran apostarlo todo a una repetición de las elecciones, presentándose como el partido que las ha querido evitar y con la esperanza de ampliar sus apoyos entre los electores del centro derecha/izquierda y entre los desafectos de UP. No descartaría que, en este escenario, entrara en liza el partido que está fraguando Íñigo Errejón. Un partido que, según su dirigente, es “responsable, transversal, quiere ser útil y piensa en clave de Estado”. Un discurso moderado y reformista, deliberadamente posicionado en la estela del PSOE, que pretende tomar posiciones en el centro del tablero político. Y de paso cercenar la base electoral de UP, intentar desplazarlo a los confines de la “izquierda radical”. Una operación política que, sin duda, cuenta con el visto bueno de los poderes fácticos y el descarado apoyo de los grandes grupos mediáticos.

No cabe descartar, en todo caso, que, en una nueva confrontación electoral, sean las derechas las que saquen el mayor rédito político y que terminen de recomponer, esta vez a escala estatal, un espacio de convergencia entre el PP, C’s y Vox; convergencia que, sin mayor problema, ya se ha materializado en diferentes gobiernos municipales y autonómicos, con el caso señero del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.

La posición del equipo dirigente de UP ha consistido en mantener la oferta de gobierno de coalición. Ha seguido trabajando en esa dirección, presentando el documento al que antes hacía referencia, con propuestas concretas y con detalles sobre la configuración ministerial de un eventual gobierno conjunto. Con esta iniciativa, además de intentar abrir la puerta de las negociaciones con los dirigentes del PSOE, se intenta trasladar la imagen de que, por encima de todo, priman los contenidos; frente a la que mediáticamente se ha impuesto (los responsables socialistas se han entregado a fondo en este asunto, practicando un juego sucio que les descalifica): sólo quieren sillones.

El problema, en mi opinión fundamental, es que UP no tiene interlocutor y ya sabemos que no lo tendrá. Vuelvo a insistir (ver aquí y aquí): fue un error centrar la campaña electoral y la sesión de investidura en entrar en un gobierno de coalición con el PSOE. Podemos suponer que la hipotética participación en el mismo hubiera dado un toque más progresista a las políticas aplicadas, pero la presencia dominante del PSOE –un partido que ha incumplido reiteradamente sus promesas electorales y, en aspectos fundamentales, se ha alineado casi siempre con las derechas o ha mantenido posiciones dubitativas– hubiera supuesto, finalmente, por acción o por omisión, una orientación conservadora en los grandes asuntos, lo que hubiera terminado por diluir y contaminar las políticas económicas y sociales más avanzadas que UP representa. Al mismo tiempo, este partido aparecería como corresponsable de políticas que en absoluto comparte; el ejemplo más reciente y dramático, pero no el único, se encuentra en la crisis de los refugiados. Y finalmente, la formación política que lidera Pablo Iglesias quedaría cada vez más diluida y atrapada en el tablero político donde se mueve el PSOE, siendo cada vez más irreconocible como proyecto propio, con vocación transformadora. En mi opinión, estos argumentos eran ciertos antes y lo son ahora.

Visto lo visto en la fracasada sesión de investidura, con independencia de cuál fuera durante la misma la posición al respecto del gobierno de coalición, la dirección de UP, en lugar de seguir llamando a la misma puerta, debería haber cerrado este capítulo. De las dos alternativas que, de hecho, quedan abiertas para UP –intentar alcanzar un acuerdo programático o acudir a unas nuevas elecciones– creo que el primero, sin ser optimo, es el más sensato. Muy posiblemente, abrir otra vez la agenda electoral tendría, en términos de respaldo de la ciudadanía, consecuencias adversas para UP, y no es seguro que el PSOE ganara el espacio electoral que necesita para gobernar con comodidad.

Este nuevo escenario hubiera sido el adecuado para abrir un debate político, dentro de UP y con los movimientos sociales, articulado en torno a un documento base y unas propuestas, encaminado a definir los términos de un posible acuerdo programático. Al no hacerlo, se ha perdido una oportunidad, otra más, de activar el debate político entre los círculos y de generar una dinámica participativa que vitalice unas estructuras orgánicas muy debilitadas. ____________

Fernando Luengo es economista y miembro del círculo de Chamberí de Podemos.

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