Plaza Pública

Republicanos y liberales ante el monstruo

Pepe Reig Cruanes | Francisco Sanz Sánchez

Dicen que el sueño de la razón produce monstruos. Ahora que vamos sabiendo qué soñaban republicanos y liberales, queda conocer cuáles son los monstruos de sus pesadillas y si son los mismos que en las nuestras. Quizá lo sepamos el día de la investidura de Pedro Sánchez.

Nos habíamos acostumbrado a pensar que nuestras democracias eran lo bastante fuertes como para enfrentarse al fascismo, pero olvidábamos dos cosas básicas: que esta vez el monstruo se presentaría con otra cara y quizá no lo reconociéramos a la primera y que la propia democracia se había debilitado al renunciar, desde Reagan y Thatcher, a su dimensión sustantiva: la democracia nunca fue solo un método de elección y decisión, sino un compromiso con la igualdad de derechos y la inclusión social, cuyo corolario más lógico era el Estado del Bienestar. El ataque sistemático a ese estado desde finales de los setenta, más la insidiosa crisis de 2008 o, más bien, la forma neoliberal en que se le hizo frente, nos desarmaron frente a los populismos reaccionarios, que son el nuevo rostro del fascismo en el siglo XXI. Ese es el monstruo que nos legó el “sueño de la razón”.

El reto de hoy en España, en Europa y puede que en todas partes, es restablecer la dimensión social de la democracia, su mandato de igualdad, como único modo de fortalecerla frente a sus enemigos de siempre. Esto es, precisamente, lo que debe abordar un gobierno responsable y eso es lo que aparece en el preacuerdo de gobierno PSOE-Unidas Podemos que está a punto de someterse a la Cámara de representantes. Parecía que no, pero sí.

Seamos claros: hay pacto porque el fracaso de la izquierda después del 28 de abril le abrió la puerta a la ultraderecha y nos puso ante el espejo de una España que creíamos superada. No cabe duda de que este preacuerdo, la agilidad y la urgencia con que se ha alcanzado es, en gran medida, deudor del avance de Vox y del riesgo cierto de que arrastre a toda la derecha a posiciones autoritarias.

Pero tampoco hay duda de que el recrudecimiento del desafío soberanista ha sido el principal alimento de esa amenaza ultra: las imágenes de barricadas y enfrentamientos en las calles han funcionado como una oficina de reclutamiento para el voto del miedo. Ese desafío soberanista tampoco carece de una vertiente ultra y excluyente, como evidencia el manifiesto “Independencia o barbarie” de los Comités de Defensa de la República, una deriva que recuerda al conglomerado civil que acompañaba las acciones de ETA.

Así las cosas, los grupos parlamentarios del Congreso tienen ante sí la oportunidad y el reto de hacer frente a ambas amenazas, apoyando la investidura de Pedro Sánchez y el gobierno de coalición de izquierda propuesto, el primero de nuestra democracia.

De la derecha representada por el Partido Popular no cabe esperar mucho. Blanqueó a la ultraderecha de Vox y ahora se encuentra atrapada en una suicida competición por la hegemonía del campo conservador. Tampoco se espera gran cosa de la radicalizada derecha catalana de Puigdemont y Torra, inmersa también en una carrera hacia el abismo con la CUP. Para qué hablar de los seguidores de un Otegui incapaz de salir de su pasado y del ensueño de la autodeterminación. Todas estas son piezas fijas del tablero.

Las dudas, así pues, se limitan a ERC y Ciudadanos. Suele creerse que Esquerra Republicana tiene inclinaciones menos extremadas que sus socios de “procés”, aunque tiende a desmentirlo cada vez que tiene la ocasión. ¿Bloquearán la investidura reclamando lo imposible? ¿Pedirán la amnistía para sus presos y la autodeterminación, como si hubiera alguna democracia seria que pudiera negarse a sí misma, concediendo semejantes bazas a sus adversarios? O, como correspondería a un partido de izquierda, ¿restañarán el tejido social roto por la aventura identitaria unilateral y restablecerán la convivencia entre catalanes? En ese reto pueden encontrarse con la España de progreso, entendida a la manera de izquierdas, es decir, como mejora de las condiciones de vida de los más desfavorecidos, sean catalanes, españoles o recién llegados a nuestro suelo en busca de hospitalidad. Esta vuelta a la realidad, bien podría empezar por permitir un gobierno comprometido con el diálogo y continuar en la reformulación del pacto autonómico en un horizonte federal.

Aquellos que solían definirse como “liberales”, por su parte, traicionaron su razón de ser el día que no supieron reaccionar a la moción de censura y se vincularon absurdamente a un partido condenado por corrupción. Tras eso vino el sueño obsesivo de sustituir al PP, en vez de corregirlo desde el centro, que les ha colocado en una crítica situación como partido y en un espacio político menguante. Este Ciudadanos, otrora liberal, bien podría enderezar su rumbo y redefinirse volviendo a una necesaria moderación, haciendo efectiva su promesa de facilitar la gobernabilidad y soltando el lastre de sus pactos con Vox

. Tras la renuncia de Rivera, tiene la oportunidad de rescatarse a sí mismo, consintiendo el único gobierno posible hoy e influyendo en su política, como hacen sus socios liberales europeos.

En realidad, ambos partidos tienen poderosas razones para despertar de sus sueños, facilitar la investidura de la coalición de izquierdas y reubicarse en el mundo real. Una respuesta negativa que condujera a nuevas elecciones significaría un drama para España, pero, con toda seguridad, votar con la ultraderecha no sería gratis para ninguno de ellos.

Todos reconocemos al monstruo que produjo el sueño de la razón, pero ¿saben nuestros republicanos y liberales que ese monstruo de pesadilla está a la vuelta de la esquina? ____________Pepe Reig Cruañes y Francisco Sanz Sánchez son miembros de la Junta Directiva de Federalistes Valencians

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