Plaza Pública

La desprotección de nuestros mayores

Sonia Gatius López

Hoy he recibido una llamada cuanto menos inquietante. Mi madre tiene 78 años y desde hace 11 está diagnosticada de Alzheimer, hoy en día, se encuentra ya en la última fase de la enfermedad. Ha estado en casa la mayor parte del tiempo, pero un día, no pudo ser, de modo que actualmente está ingresada en Balafia 2 en Lleida, gestionada por Gestió de Serveis Sanitaris de la Generalitat de Catalunya.

Tener a alguien que amas en una residencia significa también pasar parte de tu día a día prestando atención a lo que ocurre con esa persona. Si lleva la ropa limpia, si su higiene es correcta, si camina lo suficiente, si descansa bien por las noches, si su comida es la adecuada, en fin, no dejas allí a una persona y te olvidas. No en nuestro caso ni en el de muchos que conozco. Esa intensidad lleva a tener momentos de roces con la residencia. Mi madre no puede comunicarse, apenas balbucea y dice palabras sueltas, a veces, una pequeña frase, pero la mayoría del tiempo no se entiende nada de lo que dice. No se queja si tiene hambre, si va sucia, si ha paseado o no ha paseado, por tanto, la familia tenemos depositada en quiénes la cuidan nuestra confianza, ellos nos aportan esa información que mi madre no puede darnos.

El coronavirus ha cambiado mi vida y la de mi hermano que íbamos a verla, día sí y día no, turnándonos. La última vez que vi a mi madre fue el jueves 12 de marzo por la mañana, se encontraba con gripe y pasé la mañana con ella. Por la tarde me llamaron informando que el centro se cerraba a los familiares. Al principio intentas meterte en una escafandra y comunicar al centro que por favor te deje verla un poco, pero entiendes que allí no solo está en juego la vida de tu madre, sino la de muchas otras personas, sanitarios incluidos.

Pasan los días y ves como los casos de muertes en residencias son escandalosos y te preocupas mucho, muchísimo. Llamamos dos veces al día y nos comunican que todo va bien, podemos oír los balbuceos de mi madre y aunque nos entra una gran pena por no poder verla, simplemente confiamos. Hoy en cambio he recibido una llamada que me ha perturbado y preocupado mucho. Me han llamado para informarme que tengo el derecho a traer a mi madre a casa si así lo deseo, que el tiempo que esté fuera del centro será el que el centro decida. No he podido pensar muy bien durante la llamada porque me he quedado sin capacidad de reacción. ¿Deseo tener a mi madre conmigo? Pues sí claro, que no lo dude nadie, la decisión de que la cuidaran en una residencia no fue un capricho, fue una necesidad. Me han dicho que, si decido traerla a casa, le harían la prueba del coronavirus para confirmar que está bien y he preguntado ¿A mí no me la tendríais que hacer también? No, han dicho, nosotros nos ocupamos de los mayores. Cada cuál ahí que opine lo que quiera, yo opino que, si vas a trasladar a una persona mayor a otro entorno, como mínimo debes asegurarte de que ese nuestro entorno está bien, y si lo que te preocupa de verdad son los mayores, así debería hacerse.

Al final de la conversación he preguntado ¿Pero está la residencia con algún caso de coronavirus? La respuesta ha sido “no, estamos muy bien, pero no puedo asegurarte durante cuánto tiempo”. Y es aquí donde yo me enfado muchísimo y pienso que cada uno debe asumir la responsabilidad que tiene, y la responsabilidad de Balafia 2 es cuidar a las personas que allí residen, su casa es esa, su cama está allí, pero si lo que pretendemos es hacer corresponsables a la familia por si sucede algo, entonces esa llamada tiene muy mala baba cuando yo me veo en la imposibilidad absoluta de atender a mi madre. Me he ofrecido de voluntaria, me han dicho que no, he insistido para quedarme allí día y noche y no salir, y me han vuelto a decir que no.

Sé cuál es la situación de la mayoría de las residencias, no tienen EPIS suficientes para todo el mundo, las auxiliares entran y salen en su horario laboral y es evidente que existe un alto grado de contagio pues que no es cierto que las residencias estén cerradas, están abiertas porque hay personal que acude a su puesto de trabajo todos los días y la posibilidad de que un día alguien entre con ese bicho es alta. Hay residencias cuyos empleados han decidido literalmente “encerrarse” con los mayores, un gesto que debo aplaudir una y mil veces porque esta incertidumbre que arrastramos todos en lo más doloroso junto con la certeza absoluta de que si tu madre fallece no podrás estar ahí, se irá sola, sin un último beso, ni abrazo y eso también es muy difícil de asumir.

Quiero pensar que esa proposición se ha hecho con buena fe, pero siento decir que hay una parte de mi que lo ve de forma distinta. No diré que soy conocida en la residencia por hablar varias veces con quien la gestiona, con enfermería y con las auxiliares, en ese mi deber como hija de ver que todo va bien. Entiendo que estén asustados ante el porcentaje de mortalidad en las residencias, pero si los medios son los correctos y sucede el contagio, creo que todos entenderemos que a veces ese bicho es imparable, ahora bien, si el contagio sucede porque no hay medios de protección entonces, lógicamente, será bastante más difícil de entender.

Así que no me queda más que decir lo dicho, si las personas que allí trabajan se les proporciona los medios necesarios no deberíamos preocuparnos en exceso, ellos tienen derecho a trabajar protegidos, nosotros tenemos derecho a que nuestros mayores sean protegidos. Aprovecho y agradezco al personal que está con mi madre cada día, que nos informa, que nos la pone al teléfono o que nos facilita hacer una videollamada. Gracias a vosotros, vosotros soy los primeros en asumir responsabilidades la mayoría de las veces porque quien tiene que asumirlas se esconde tras unas enormes siglas.

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