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Maltrato animal

Animalistas denuncian que 60.000 animales son maltratados cada año en festejos populares

Imagen de un toro embolado, en Castellón.

El activismo en defensa de los animales logró una de sus victorias más sonoras el verano de 2016 cuando la Junta de Castilla y León acabó con la tortura y la muerte del toro de lidia en los espectáculos taurinos tradicionales y populares, poniendo punto final al polémico Toro de la Vega. El logro fue celebrado por el movimiento animalista como el inicio de un nuevo horizonte para terminar con el maltrato animal más allá de las corridas de toros. 

La realidad evidencia que el trabajo es todavía arduo y complejo. Mientras que las corridas y novilladas experimentaron un descenso en los últimos años –de 1.868 en 2014 a 1.598 en 2016–, los festejos populares con toros no hacen sino registrar un progresivo aumento. De acuerdo con la Estadística de Asuntos Taurinos del Ministerio de Cultura, en 2016 se produjeron un total de 17.073 festejos populares con toros, liderando el ranking la Comunidad Valenciana (8.937) y Castilla y León (1.900). En 2015 la cifra fue de 16.383 y un año antes se quedó en los 15.848. Las prácticas denunciadas por los activistas no se reducen, no obstante, a los festejos taurinos, sino que existen aún a día de hoy diversos tipos de eventos que emplean el sufrimiento animal como principal reclamo.

Tortura como forma de entretenimiento

El Observatorio Justicia y Defensa Animal calcula –en sintonía con lo estimado por diversas organizaciones animalistas– que cada año son maltratados más de 60.000 animales en los distintos festejos que tienen lugar en el país. En un estudio elaborado en 2015, la misma organización recoge algunas de las principales celebraciones que se suceden en el territorio y que vejan e incluso terminan con la vida de miles de animales al año.

El pasado 25 de julio, la localidad toledana de El Carpio de Tajo fue escenario del descabezamiento de gansos, en el que los asistentes –que compiten en una carrera a caballo– arrancan la cabeza de las aves que cuelgan muertas de una cuerda. De forma similar a lo que ocurre en Toledo, la Fiesta de los Gansos (Antzar Eguna) se celebra cada septiembre en Lekeitio (Bizkaia). La actividad consiste en la exposición de gansos colgados con el propósito de arrancarles la cabeza desde una barca. Aunque en los orígenes de la fiesta los animales estaban vivos, actualmente se les mata previamente.

Entre los días 8 y 16 de julio, Dénia (Alicante) acoge su tradicional Bous a la Mar, una fiesta declarada de Interés Turístico Nacional. El festejo consiste en lanzar a una vaquilla al mar repetidas veces, con la consecuencia de que "en algunas ocasiones los animales han terminado ahogados", según el Observatorio.

Este mismo año, un toro embolado murió durante la celebración de los populares Bous al Carrer, en la localidad valenciana de Foios. El animal, que había sido atado para prenderle fuego a sus cuernos, arremetió una vez suelto contra un pilón en un golpe seco que acabó con su vida.

En Soria, los toros y las llamas vuelven a ser los protagonistas de este tipo de prácticas. Cada mes de noviembre la localidad de Medinaceli celebra su Toro de Júbilo, en el que un toro es atado a un poste con el fin de prender en sus cuernos grandes bolas de fuego elaboradas de alquitrán y azufre. El toro es posteriormente soltado para, mientras las llamas se consumen, ser perseguido y zarandeado por los asistentes.

Las localidades de San Bartolomé de Pinares (Ávila) y Alosno (Huelva), acogen cada año las llamadas Luminarias, fiestas en las que caballos, burros y mulos deben adentrarse entre las llamas de grandes hogueras o caminar sobre brasas candentes, sufriendo como consecuencia quemaduras de diversos grados en sus cuerpos.

Por su parte, la localidad de Cazalilla, en Jaén, venía realizando cada 3 de febrero el lanzamiento de una pava desde un campanario, práctica que fue frenada con el objetivo de respetar la legalidad vigente en Andalucía, concretamente la Ley 11/2003 de 24 de noviembre en cuanto a la protección de animales, donde el artículo cuatro contempla la prohibición de "emplear animales en exhibiciones, circos, publicidad, fiestas populares u otras actividades si ello supone para el animal sufrimiento, dolor u otros tratamientos antinaturales". Sin embargo, el partido animalista Pacma denunció este año que, en lugar de erradicar la práctica hasta las últimas consecuencias, el festejo únicamente ha sido sustituido por el lanzamiento de la pava desde lo alto de un tejado.

¿Trabajo local y autonómico o ley estatal?

Pese a las celebraciones que basan su contenido en el uso de animales, las organizaciones y activistas defienden lo que perciben como un cambio de perspectiva social por parte de la ciudadanía. "La situación ha mejorado en la visión pública", señala Alberto Díez, portavoz de la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA). Díez entiende que "hasta hace poco había una especie de ropaje cultural y tradicional que justificaba el uso del animal y su sufrimiento como entretenimiento". Eso, continúa, "ha cambiado dentro del ideario popular, ya no se justifica cualquier cosa". 

La portavoz de la Plataforma la Tortura no es Cultura, Marta Esteban, coincide en dicho cambio de óptica, y explica el aumento de este tipo de festejos porque "aún se están subvencionando desde los ayuntamientos". Tal y como relata en conversación con este diario, "las ganaderías apenas venden toros a las plazas, así que los ponen en ofertas para los festejos taurinos", y esto está siendo "promocionado y subvencionado por algunos ayuntamientos, especialmente los del PP". 

Bajo su punto de vista, la fórmula para afrontar la situación y revertirla está en manos de las administraciones locales y autonómicas. "Lo primero es retirar las subvenciones y que no sea el municipio el que los pague, sino las entidades privadas", porque "se ha probado que si se hace de esta forma, desaparecen". Precisamente la llegada de los llamados ayuntamientos del cambio produjo una marea antitaurina que desde 2015 se ha inclinado por realizar consultas a los propios vecinos o retirar ayudas a las celebraciones de estas características, con el fin de evitar destinar dinero público a tales actos.

Díez coincide en que los municipios son los principales actores a la hora de tomar cartas en el asunto, pero matiza que el primer paso "va a depender de la evolución cultural que tengamos como sociedad". A su juicio, "las instituciones siempre van por detrás de la sociedad", de modo que será la conciencia de la ciudadanía la que determine las metas. El activista se inclina, en este escenario, por "empezar siempre por la vía municipal porque es la institución más cercana a la ciudadanía y la que primero refleja ese cambio". Por ello, continúa, "cuanto más subamos en esa escala, será más tenue y más tardía la incorporación de un sentir ciudadano y social".

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La presidenta de la formación animalista Pacma, no obstante, defiende una línea opuesta. "Entendemos que los festejos en los que los animales son las víctimas han de ser erradicados, pero no podemos ir pueblo por pueblo", explica Silvia Barquero en declaraciones a este diario. La activista entiende necesario un "paso valiente y decidido hacia una ley estatal" que ponga fin a "la insensibilidad y falta de empatía que impide avanzar como sociedad". 

Siguiendo esta lógica, Pacma presentó el pasado mes de mayo la que bautizaron como Ley Cero, que aspira a convertirse en una ley general de protección y bienestar animal para frenar de raíz el maltrato hacia los animales. Barquero sostiene que la actuación a nivel estatal es la solución para garantizar unos criterios homogéneos de bienestar mínimos para todos los animales. Bajo su punto de vista, resulta "preocupante que no se dé el paso definitivo" y que partidos como Podemos o el PSOE, que han actuado firmemente en territorios como Baleares, "no sean coherentes a nivel estatal".

La llamada Ley Cero –que el Pacma volverá a reivindicar el próximo 16 de septiembre mediante una concentración en la madrileña Puerta de Sol– persigue legislar sobre la abolición de todos los festejos taurinos y tradiciones crueles con los animales, además de impulsar el sacrificio cero de animales, prohibiendo su venta y fomentando la esterilización y adopción, y finalmente alcanzar el cierre de circos, zoológicos y delfinarios para terminar con la explotación y cautividad.

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