Sanidad

Los nacimientos prematuros son cada vez más frecuentes y se enfrentan a la desigualdad de la atención temprana

Imagen de archivo de un bebé en una incubadora.

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y la portavoz de la formación en el Congreso, Irene Montero, fueron padres de dos bebés prematuros –nacieron en torno a la semana número 26 de gestación– esta semana. Pero lo cierto es que, en los últimos años, nuestro país ha asistido a un aumento del número de nacimientos de bebés antes de término, es decir, antes de que se completen las 40 semanas habituales de gestación. Concretamente, desde 1996 y hasta 2015 (último año del que se conocen estos datos, según el Instituto Nacional de Estadística), la cifra ha aumentado un 26%. Hablando de números enteros, en 1996 nacieron 21.428 niños y niñas antes de la 37 semana de embarazo; en 2015 fueron 26.935, es decir, 5.507 más.

No obstante, los expertos distinguen entre dos tipos de nacimientos prematuros. Por un lado, los que se producen entre las 34 y 37 semanas de gestación –conocidos como prematuros tardíos–; y, por otro, los que tienen lugar por debajo de las 28 semanas, bautizados como prematuros extremos. Del total de alumbramientos producidos antes de término, estos últimos son los que se producen de forma más excepcional. Así, en 2015, hubo 1.015 nacimientos de este tipo (un 3,7% del total de prematuros). En 1996, en cambio, fueron 607 (un 2,8%).

¿A qué se debe este aumento? Según explica el pediatra y neonatólogo Gonzalo Oñoro Otero, el crecimiento del número de nacimientos de bebés prematuros no ha sido demasiado exponencial. "Desde 1996 y hasta 2015, es mucho tiempo", aclara. No obstante, sí que encuentra una posible explicación. "Los factores de prematuridad siempre han sido los mismos, pero uno de ellos es ser madre a partir de los 35 años, y ahora eso es mucho más frecuente", explica. En este sentido, si se observan los datos de 2015 recogidos por el INE, de los 26.935 alumbramientos prematuros, un total de 17.473 estuvieron protagonizados por mujeres comprendidas entre los 30 y los 39 años. Es decir, el 65%. 

Pero, del mismo modo, una madre de poca edad también presenta un mayor riesgo de dar a la luz de forma prematura. "Influyen las edades extremas de las madres, tanto las madres muy jóvenes como las muy mayores tienen un mayor riesgo", afirma José Ramón Fernández, neonatólogo del Hospital General Santa Lucía de Cartagena. Aunque, apunta, este no es el único factor de riesgo. Que la madre sufra estrés o ansiedad durante la gestación, así como que consuma drogas o fume también influye. "Cuando se aprobó la ley antitabaco de Zapatero se comprobó que el número de nacimientos prematuros descendió", explica. 

Fernández, no obstante, apunta a otras causas. Entre ellas se encuentra que el embarazo sea múltiple, es decir, de gemelos, mellizos o trillizos. Oñoro, en cambio, apunta a que este factor ha perdido peso. Este tipo de embarazos se asocian, en su mayoría, a técnicas de reproducción asistida. "Antes, cuando se hacía una fecundación in vitro se ponían dos embriones porque, por probabilidad, se sabía que casi siempre uno de ellos se perdía. Ahora, el que se pone funciona casi siempre", aclara. Por ello, el número de nacimientos prematuros asociados a estas causas han descendido en los últimos años. 

Aun así, problemas como infecciones de placenta o del útero, como añade Fernández, sí continúan presentes. Y pueden suponer un riesgo. "Cuando hay una infección de la placenta o del útero se puede desencadenar un mecanismo inflamatorio que hace que se rompa la bolsa y, al poco tiempo, ocurra el parto", explica. "También hay muchas veces que el hecho de que el parto sea prematuro tiene que ver con nosotros, con los propios médicos", añade. Lo hacen, explica, para evitar mayores complicaciones durante la gestación derivados de problemas a priori inocentes como la hipertensión o la diabetes pueden influir en la decisión de adelantar el nacimiento del bebé.

Desigualdad en la Atención Temprana

Todos estos niños y niñas, al no haber cumplido el periodo completo de gestación, reciben una serie de atenciones específicas durante su estancia en el hospital más elevadas que las de los bebés que nacen a las 40 semanas de embarazo. Pero, ¿es suficiente? ¿Qué ocurre una vez son dados de alta? Según explica Fernández, la Sociedad Española de Neonatología recomienda que todos los pequeños nacidos antes de las 32 semanas de gestación o con un peso inferior a los 1.500 gramos deberán llevar un seguimiento para, en el caso de necesitarlo, se les derive a la Atención Temprana

Según explica la Plataforma de Atención Temprana y los Derechos de la Infancia con Diversidad Funcional de Madrid (PATDI), esta se trata del "conjunto de intervenciones que tienen por objeto dar una respuesta lo más precoz posible a las necesidades (transitorias o permanentes) que presentan los menores con trastornos en el desarrollo o en riesgo de padecerlos". Se aplica a todos los niños a los que se les detecta un problema en su desarrollo, y los prematuros suelen tener alguno. "Una vez superan los problemas agudos y se les puede dar de alta, es necesario seguir la evolución de su neurodesarrollo, debido al alto riesgo a tener problemas neurológicos. Y aquí es cuando entra en juego la Atención Temprana", explica María José Mas Salguero, neuropediatra y autora del libro La aventura de tu cerebro

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El problema, como recuerda Óscar Hernández, portavoz de PATDI, es que estos servicios tan necesarios para el adecuado desarrollo de los niños y niñas no están incluidos en la cartera del Sistema Nacional de Salud (SNS). Por este motivo, se añade otro problema: la heterogeneidad entre comunidades autónomas, que tienen la competencia de establecer la institución que regula los tratamientos y el tiempo de duración de los mismos. Pero hay algo que sí tienen en común: las listas de espera. "En Madrid hay alrededor de 30.000 niños que precisan de estos tratamientos y hay unas 3.000 plazas", critica Hernández. Y, sean prematuros o no, todos tienen que pasar por este trámite, perdiendo un tiempo que, según señalan todos los expertos consultados, ya no se podrá recuperar. "Esto no es admisible ya que el tiempo corre en contra cuando el neurodesarrollo se ve comprometido, y la capacidad de recuperación del cerebro disminuye a medida que se hace más maduro", concreta Mas Salguero. "En este sentido, la situación de los niños con necesidad de atención temprana es similar a la de los pacientes de cáncer, y a nadie le parecería adecuado que se retrasase su diagnóstico y menos aún su tratamiento", añade.

De este modo, no se sabe cuándo se comenzará el tratamiento, pero sí cuándo acabará. En algunas comunidades es cuando el niño o la niña cumple tres años; en otras, cuando cumple seis. "Tampoco está claro que esto sea suficiente, porque una discapacidad no desaparece por sí sola con el paso del tiempo", critica Fernández. "No dejan de tener una situación de dependencia y sus necesidades dejan de estar cubiertas", lamenta. 

Y en estas dos situaciones comienza la desigualdad. Los padres y madres con capacidad económica, en lugar de verse sometidos a las largas listas de espera, tienen la posibilidad de acudir a centros privados que permitan comenzar los tratamientos lo antes posible. Del mismo modo, pueden hacerlo cuando los niños no tienen edad para ser atendidos dentro de los programas de Atención Temprana. Y de esto se quejan, precisamente, en PATDI. "Reclamamos que, como cualquier otra tipología sanitaria, si un pediatra detecta que hay una alteración de cualquier tipo, lo derive al neuropediatra y se inicie un tratamiento", explica Hernández. "Hay oportunidades que se pierden y ya no se recuperan", lamenta. 

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