La crisis del coronavirus

El arte de predecir el pasado: las advertencias inexistentes de PP y Vox sobre la pandemia

Pablo Casado y Santiago Abascal, en actos de sus respectivos partidos los días 7 y 8 de marzo.

La intensidad con la que el PP y Vox presionan estos días al Gobierno, al que acusan de no haber sido capaz de prever la gravedad de la crisis sanitaria del coronavirus, que desde su estallido en China ha desbordado a medio mundo, no resiste el contraste con la hemeroteca.

El presidente de los conservadores, Pablo Casado, y algunos de los miembros de su equipo, reprochan ahora a Pedro Sánchez y a sus ministros su imprevisión porque, desde su punto de vista, lo que está pasando —hospitales sin medios, residencias desbordadas por la enfermedad y una economía en coma inducido— era algo que sabían que iba a ocurrir. Y para lo que tenían que estar preparados.

En parecidos términos lleva semanas expresándose el presidente de la formación ultra Vox, Santiago Abascal, que el pasado 25 de marzo llegó al extremo de vanagloriarse de ello desde la tribuna del Congreso.

Lo cierto es que ni el PP ni Vox anticiparon en ningún momento la tormenta asistencial que se avecinaba ni sus consecuencias para el empleo y las empresas. No lo hicieron cuando, el pasado 9 de enero, se registró la primera muerte por coronavirus en China ni el 30 de enero, el día en el que la Organización Mundial de la Salud declaró una emergencia global de salud. Tampoco el 21 de febrero, cuando se produjo el primer muerto en Italia. Ni el 26 de febrero, fecha en la que se registró el primer contagio autóctono en España.

De hecho, hasta el 14 de marzo, el día en que el Gobierno declaró el estado de alarma, prepararse para lo que venía reforzando los medios técnicos de las unidades de cuidados intensivos, adquiriendo equipos de protección individual, mascarillas y guantes para los sanitarios y, sobre todo, planificando el blindaje de las residencias de mayores, era responsabilidad exclusiva de las Comunidades Autónomas, las únicas competentes para esta tarea. En varias de ellas gobierna el PP, ya sea en solitario, como en Galicia, o en coalición con Ciudadanos, y en varias de ellas con el apoyo precisamente de Vox, como es el caso de Madrid, Andalucía, Murcia o Castilla y León. Y no fue hasta después del 14 de marzo, cuando el Gobierno de Pedro Sánchez decidió hacerse cargo de la situación y aprobó la declaración del estado de alarma, cuando las comunidades comenzaron a quejarse de la falta de medios, y eso que la decisión del Ministerio de Sanidad de ponerse manos a la obra en la tarea de conseguir respiradores, trajes de protección y mascarillas no impedía a los titulares de los hospitales —los Gobierno autonómicos— seguir haciéndolo.

Qué decían desde el PP

Las declaraciones de los dirigentes del PP anteriores a esa fecha son muy reveladoras. En los primeros días de marzo todos pedían tranquilidad y advertían contra el alarmismo. Jaime de Olano, en un acto electoral en Lugo, trasladaba un mensaje de calma y recordaba que España cuenta con la experiencia y los mejores medios y profesionales para afrontar con éxito este tipo de casos. Al día siguiente, el responsable de comunicación del partido, Pablo Montesinos, abundaba en esa idea en Valdemorillo: en este tipo de circunstancias, decía, “no hay colores políticos”, al tiempo que insistía en “un mensaje de tranquilidad porque tenemos a los mejores profesionales y medios”. Cuca Gamarra, vicesecretaria general del partido, decía ese mismo día que “el PP es un partido de Estado y es el momento de estar al lado del Gobierno”.

El día 4 de marzo, el propio Casado insistía en trasladar un mensaje de confianza y tranquilidad en el sistema nacional de salud. Y dos días después, de nuevo Gamarra, pedía combatir “el alarmismo”. “Nos ponemos al lado del Gobierno, porque todo lo que sea acuerdo, colaboración y coordinación es positivo, ya que traslada responsabilidad y tranquilidad”, mensajes todos ellos muy parecidos a los que entonces difundía el Ministerio de Sanidad y a los que salían de las Comunidades Autónomas. La consejería madrileña correspondiente difundió el día 5 una nota en la que seguía recomendando hacer vida normal y minimizaba el riesgo de contagio. No era un comportamiento heterodoxo: el resto de las comunidades hicieron lo mismo con la información disponible en aquel momento.

De hecho, el PP participó en la convocatoria feminista del domingo 8 de marzo, celebrada en un fin de semana en el que también coincidían muchos eventos multitudinarios con normalidad, entre otros los partidos de fútbol de la liga española. Igual que en toda Europa, salvo Italia, donde el impacto del coronavirus ya se había hecho visible.

De hecho, el día 10 el PP aún no daba especial transcendencia a la pandemia, hasta el punto de reclamar que la actividad del Congreso de los Diputados siguiese con normalidad, pese a la confirmación de positivos en varios grupos parlamentarios. Incluido el pleno previsto al que estaban convocados 350 diputados, además de varios centenares más de personas entre periodistas, personal de apoyo, funcionarios y fuerzas de seguridad.

Antes que la OMS

Algo parecido ocurrió con Vox. El presidente ultra, Santiago Abascal, aseguró la semana pasada que su partido ya pidió medidas al Gobierno el 29 de enero, antes incluso de que la OMS lanzara su aviso. Y se ufanó de haber sido el primer líder político que exigió la declaración de estado de alarma, eso sí, cuando ya la pandemia llevaba dos días dando muestras de lo que vendría después y el mismo día que el Gobierno advirtió de que su expansión estaba fuera de control.

Abascal no debió compartir su información con su secretario general, Javier Ortega Smith-Molina, que no tuvo inconveniente en viajar a Milán cuando la localidad italiana ya era el epicentro del estallidoviajar en aquel país y que después, ya con síntomas del coronavirus que le fue diagnosticado pocos días más tarde, participó en la asamblea de Vox en Vistalegre, precisamente el fin de semana del 8 de marzo, con profusión de besos y abrazos.

Basta con repasar la actualidad en los primeros días de marzo para darse cuenta de que Vox no tenía el riesgo de pandemia en su agenda. Estaba, como otros partidos, en la precampaña gallega y vasca. Y Santiago Abascal viajaba por Estados Unidos estrechando lazos con la derecha radical norteamericana.

En aquellos días los ultras españoles se movilizaban con dos objetivos: oponerse la movilizaciones feministas del 8 de marzo y celebrar ese mismo fin de semana la asamblea orgánica en el pabellón Vistalegre de Madrid con la que querían relanzar la organización como principal referencia de la derecha en España.

Es verdad que Vox pidió el 2 de marzo el cierre de fronteras europeas, pero no para detener la expansión del virus, sino para impedir la llegada de refugiados a Grecia procedentes de Turquía —el eurodiputado ultra Jorge Buxadé llegó a calificar de "hermosas" las imágenes de la policía griega reprimiendo la entrada de refugiados en el país).

Su actividad parlamentaria se centraba en defender la equiparación salarial de las fuerzas y cuerpos de seguridad, una iniciativa vetada por el Gobierno porque, de ser aprobada, supondría una modificación presupuestaria impracticable cuando todavía vivimos en la prórroga de los de 2018.

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El domingo 8, en su asamblea de Vistalegre, Abascal ni siquiera hizo referencia al coronavirus. Quizá porque decidió celebrarla para no contribuir así “a un alarmismo perjudicial”, en palabras de Buxadé.

El dia 9, cuando la situación epidemiológica empezó a dar muestras de lo que vendría después, Buxadé insistía en defender la celebración del mitin de Vistalegre, al que asistieron unas 9.000 personas. Fue una decisión, dijo, “responsable, correcta y adecuada”. Aquel día Buxadé hizo bromas sobre el virus, después de que Abascal manifestase síntomas: “Está como un toro” bromeó. Tan escaso peligro advertía entonces el eurodiputado ultra que destacó haberse abrazado a él para celebrar el éxito de Vistalegre. “En realidad esto es maravilloso porque estamos recuperando la urbanidad básica de no toser en la cara de otro, llevar un pañuelo o lavarse las manos”, añadió.

El 16 de marzo, ya en pleno estado de alarma y decretado el confinamiento de la población, Abascal reclamaba a Pedro Sánchez “liberar en parte las restricciones” para que los comercios pudiesen reabrir sus puertas. Así se lo trasladó al presidente del Gobierno en conversación telefónica que después apuntaló el portavoz de la dirección nacional del partido, Jorge Buxadé, en una rueda de prensa en la que aseguró que no se podía "paralizar la actividad económica del país" . “¿Por qué no puede abrir una mercería o un taller mecánico si cumplen las mismas restricciones y la misma garantía de salud que puede cumplir un estanco o una farmacia?”, argumentaba en aquellos días.

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