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A Begoña y Pedro

La editorial Tusquets acaba de publicar una colección de mis poemas de amor dedicados a Almudena. Confieso que me emocionaron las dos ilustraciones que la editorial encargó a Merche Gaspar Caro para abrir y cerrar el libro. Son dos imágenes que encarnan bien el sentido que hay en las palabras con las que cuento nuestra historia. En la primera, estamos sentados juntos y Almudena apoya en mi hombro su cabeza; en la segunda, soy yo el que descanso mi cabeza en su hombro. A partir de dos fotografías, las ilustraciones hacen una invitación a la mirada para leer la historia en la que dos personas forman un nosotros.

La democracia y el bien común, igual que la lectura y el amor, suponen un modo de crear un nosotros. Hay dinámicas que buscan el dominio, la imposición del uno contra el otro. Se favorecen así los dogmas, las mentiras y los sometimientos. Las relaciones entre lo privado y lo público no se sostienen aquí en el respeto, sino en el desprecio y la mezquindad. Otras maneras de pensar la vida, sin embargo, quieren sostener un diálogo de las relaciones entre la intimidad, lo privado y lo público que consolide una respetuosa voluntad de favorecer la convivencia.

La voluntad política y humana de favorecer el bien común se funda en los cuidados. Contra el narcisismo ciego o la invasión dogmática de la vida de los otros, el bien común se hace posible a través de los cuidados. Son los cuidados, la necesidad de cuidar al otro y de sentirnos cuidado por el otro, los que consiguen formar un nosotros en el que las vidas individuales constituyen de manera justa el nosotros de la convivencia. Pasa con el contrato social, cuando los intereses privados se articulan en un espacio público. Pasa en el amor, cuando dos vidas se unen para compartir un destino. Y pasa en la literatura, cuando un autor elabora y publica una historia para que el lector la habite con su propia experiencia y la haga suya en los acontecimientos de la lectura.

Es muy importante no olvidar que resulta necesario cuidar y ser cuidado. Cuando yo empecé a escribir poesía, la dictadura llevaba muchos años sustituyendo la convivencia por el sometimiento en la vida política y en el amor. Suspendidos los derechos, el divorcio y el matrimonio cívico, casarse era la entrada en un nosotros tóxico. Las vidas personales quedaban encadenadas a las dominaciones. Escribir poemas de amor, buscar una nueva educación sentimental, fue un modo de comprometerse con el nosotros de la democracia. Es lo que hizo también Almudena al escribir su primera novela, Las edades de Lulú.

La culpa no la tienen las redes sociales, sino los sinvergüenzas que se valen de ellas para mentir y enfangar la convivencia

El valor de la democracia descansa en los cuidados entre lo privado y lo público. El respeto humano en el orden común no es sólo un acto de bondad y educación personal, sino una exigencia de la dignidad democrática. La crispación, la mentira y la manipulación quieren convertir en fango los diálogos y las informaciones. La degradación agresiva del pseudoperiodismo es un veneno calculado que practican los que quieren dañar la convivencia sin ningún tipo de pudor. Cualquier persona con vida pública está expuesta a las invasiones de su vida privada y a la manipulación de sus palabras. 

El caso más extremo que yo he vivido se debió a un artículo que publiqué sobre el asesinato de un niño en Andalucía. La derecha extrema utilizó el crimen para pedir la pena de muerte y cargar contra los migrantes, ya que la asesina era dominicana. Me emocionó el valor humano de la madre del niño cuando pidió en público que no se utilizara la muerte de su hijo para extender el odio. Lamenté que nuestra sociedad crispada, en vez de parecerse a esa madre, se pareciese cada vez más a la asesina. Un pseudoperiódico dirigido por una persona indecente dio la noticia de que yo justificaba aquel asesinato para defender a la mujer migrante. Todavía hay cretinos por las redes que, sin haber leído el artículo, repiten que yo defiendo a las asesinas. Es una triste realidad que vivimos en la degradación informativa. Y la culpa no la tienen las redes sociales, sino los sinvergüenzas que se valen de ellas para mentir y enfangar la convivencia.

En este mundo de mezquindades es necesario reivindicar el amor y defender la dignidad privada como forma de resistencia. El amor es un compromiso social. Algunos compañeros en los años 80 me acusaban de pequeño burgués por escribir poemas de amor, en vez de tratar siempre asuntos relacionados con una huelga general o una consigna política. Pasados los años, sigo escribiendo poemas de amor y me emociono al pensar que mi último libro, el más enamorado, escrito a causa de la enfermedad de Almudena, supone también una decidida defensa de los cuidados y la sanidad pública. Hablo de amor en tiempos que dinamitan el bien común para convertir las vidas privadas en un negocio de estafadores.

Defender lo público es inseparable de saber ofrecer el hombro para que alguien apoye su cabeza en un nosotros que dignifique el derecho a la intimidad. El amor y la amistad son hombros cargados de futuro.

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