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Cumbre del clima de Glasgow

Los tres debates que marcarán el rumbo de la COP26

Manifestación climática en Bruselas con motivo del inicio este domingo de la Cumbre del Clima en Glasgow.

Este lunes 1 de noviembre arranca la 26º cumbre del clima de Naciones Unidas en Glasgow (Escocia, Reino Unido): más conocida por el acrónimo COP. No es fácil, para el espectador no especializado, enterarse de qué materias se debaten: es complicado, incluso, saber si una cumbre de estas características ha salido bien, mal o regular cuando llega a su final. Las conversaciones serán múltiples y desde múltiples frentes, con 193 países agrupándose o confrontando a conveniencia. Pero tres serán las discusiones que destacarán sobre el resto.

La primera, la manera de reducir la brecha entre las promesas de los países y el Acuerdo de París, que establece una meta de 1,5º - 2º de calentamiento para finales de siglo. La segunda, las reglas que definirán un mercado de carbono que ayude a la acción climática: un asunto espinoso que lleva postergándose dos cumbres seguidas. Y el tercero, cómo se ayuda a los países más vulnerables: tanto los que necesitan una mano para mitigar y adaptarse al desafío como los que sufrirán –y sufren– con más intensidad los fenómenos extremos asociados: huracanes, inundaciones o sequías. 

Hay, por lo tanto, tres posibilidades de éxito. O de fracaso, si estos objetivos no se cumplen. En todo caso, recuerda un analista cercano a las negociaciones, esto es una carrera de fondo. Con la meta cada vez más lejos, o más cerca, según se mire. Será difícil emitir juicios de blanco o negro. "La COP26 no es una final de la Copa del Mundo. No habrá un marcador claro. No habremos ganado la batalla cuando termine. Los puntos de referencia son claros: tenemos que reducir las emisiones a la mitad para 2030, y actualmente vamos en la dirección equivocada". 

Éxito número 1: un buen número de países han revisado sus reducciones de emisiones y se actualizarán en 2023

En la actualidad, ningún país cuenta con unos compromisos nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (NDC's, por sus siglas en inglés) compatibles con la meta del Acuerdo de París: entre un grado y medio y dos de calentamiento global a finales de siglo sobre los niveles preindustriales. Las promesas actuales nos llevan a 2,7 grados de aumento medio de las temperaturas, lo que causaría un sufrimiento global pero enfocado en los más pobres, vulnerables y desamparados. El cambio climático afecta a todos, pero no a todos por igual. Este es el gran síntoma del fracaso, la gran brecha a cerrar: la cacareada "recuperación verde" aún no está dando frutos visibles. 

Nadie espera que, en 14 días de cumbre, todos los países se pongan de acuerdo para ponerse las pilas y mejorar sus compromisos hasta niveles aceptables. Eso no va a pasar y nadie que conozca el funcionamiento de estas negociaciones espera que pase. Pero sí se pueden dar importantes pasos en la dirección correcta. El encuentro puede servir de escenario para que países muy emisores y cuyo esfuerzo, hasta ahora, ha sido muy cuestionado –Argentina, Japón, Canadá, Rusia, India– den un paso adelante. De China se espera poco: actualizó el jueves sus NDC's, en los que prevé seguir aumentando sus emisiones durante la década actual. Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea son los líderes, pero activistas y expertos reclaman que pueden hacer mucho más para asumir su responsabilidad histórica como grandes emisores y para poner en marcha políticas a la altura de los compromisos para 2030 y 2050. 

Los países más vulnerables defenderán que el texto final recoja la obligación de que todos los países actualicen, a partir de ahora, sus objetivos durante todas las cumbres del clima, siempre a favor de una mayor ambición; o que se revisen obligatoriamente en 2023, en vez de en 2025 –como recoge un artículo del Acuerdo de París–. Ambos posibles pactos serían una buena noticia para la acción climática y un paso adelante, aunque no se cierre la brecha a corto plazo. Sin embargo, las economías emergentes harán frente en contra de estas intenciones: reclaman más apoyos para la transición antes de reescribir sus metas. 

La delegación española considera que acude a la COP26 con los deberes hechos: el objetivo de reducción de emisiones español, del 23% para 2030 en comparación con 1990, está en la línea con las exigencias europeas. Defiende la directora de la Oficina para el Cambio Climático, Valvanera Ulargui, que su Gobierno fue uno de los que más presionó para que la UE acordara acotar su expulsión de gases de efecto invernadero al 55% para el mismo año. Y que este debate será el más importante de los que se abordarán en la cumbre: "Tenemos que salir de la COP sabiendo que cumplimos con el 1,5", declaró. 

Éxito número dos: se acuerda un mercado de carbono global sin espacio para las trampas

El artículo 6 del Acuerdo de París lleva discutiéndose desde 2015. En las cumbres de Katowice (COP24) y Madrid, bajo presidencia de Chile (COP25) se marcó como objetivo un pacto final. Las negociaciones fracasaron. Pero el tiempo aprieta y todos los analistas coinciden en que es vital salir de Glasgow con un consenso a la altura. Dicho artículo habla de la necesidad de un mercado de carbono global. No como el sistema de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea (ETS, siglas en inglés), en el que las grandes instalaciones emisoras pagan un precio por cada tonelada de CO2 que emiten. Se trata de un mecanismo distinto por el cual, simplificando, un país puede avanzar en el cumplimiento de sus objetivos sufragando proyectos de reducción de emisiones en otro lugar del planeta o adquiriendo los derechos de un país al que le sobren, por haber avanzado más de lo que marca sus propios NDC's. 

Los más críticos, sobre todo en el entorno ecologista, consideran que el mecanismo es una vía de escape para los incumplidores habituales. Pero otros analistas consideran que, dada la urgencia, es una herramienta que puede servir para incentivar la ambición y fomentar la colaboración público-privada para las transiciones necesarias. El problema es que las posiciones, por ahora, están muy distantes, y en las negociaciones previas a la cumbre se ha avanzado poco –a pesar de que han contado con dos años de margen, en vez de uno–. Por un lado, Brasil lidera un grupo de países que pide que se permita la doble contabilidad: si un país compra un derecho de emisión a otro, que ambos Estados se lo apunten en sus respectivas cuentas, lo que en la práctica desvirtuaría los cálculos. La Unión Europea se opone en rotundo.

Otros países piden que cada transacción tenga un impuesto que ayude a sufragar la adaptación de las naciones con menos recursos, lo que despierta las suspicacias de los países desarrollados, que entienden que se podría desincentivar el comercio. Además, Brasil, India y Australia también defienden que se tengan en cuenta los derechos de emisión generados gracias al mecanismo habilitado en el ya extinto Protocolo de Kyoto. 

Fuentes de la delegación española comentaban en la pasada cumbre del clima de Madrid que "mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo". Consideran que un mercado de carbono que abra las puertas a las trampas sería una pésima noticia para la acción climática. Pero ya no hay margen. Hay muchas esperanzas puestas en la posición de Estados Unidos, que bajo el mandato de Joe Biden puede ayudar a disuadir a Brasil de sus pretensiones. 

Éxito número tres: financiación suficiente para los países más pobres y para los daños del cambio climático

Un centenar de países se compromete a reducir las emisiones de metano un 30% en 2030

Un centenar de países se compromete a reducir las emisiones de metano un 30% en 2030

La financiación climática será, también, motivo de fricción. Los países menos desarrollados desde el punto de vista industrial y capitalista llevan décadas reclamando una transferencia de fondos desde las economías más desarrolladas. Es cuestión de justicia: son las más responsables del cambio climático. El Norte Global se comprometió a movilizar 100.000 millones de dólares cada año: se estima que fueron movilizados 80.000 millones en 2019. Las naciones más pobres reclaman detallar cómo se van a alcanzar los objetivos prometidos, además de demandar que el dinero sirva para financiar tanto la mitigación de la crisis climática como la adaptación a ella, dado que algunos efectos son ya inevitables. También defienden subvenciones directas, en vez de préstamos, que ocupan el 70% de esos 80.000 millones movilizados y que pueden generar otra deuda adicional en un mundo a varias velocidades. 

Somam Wangdi, butanés que preside el grupo de Países Menos Desarrollados en las negociaciones de la ONU, ya ha advertido: ningún acuerdo será posible en el seno de la COP26 sin un buen acuerdo de financiación.

Por otro lado, se debatirán los detalles del llamado Mecanismo de Pérdidas y Daños, acordado en la COP de 2013 y refrendado dos años más tarde en París. Se trata de una herramienta para que los países que sufren con más intensidad inundaciones, huracanes, sequías y otras consecuencias de la crisis reciban ayuda para superar los desastres naturales generados por un mundo recalentado. Seis años más tarde, aún no está clara ni su financiación ni las palancas exactas para canalizar esta ayuda a través de la Red de Santiago, consensuada en la cumbre de Madrid. 

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