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Detrás del telón

Los que dan cuerpo y luz al teatro

Escenario del Teatro de la Comedia.

Están ahí, vestidos de negro, alejados de los focos. El público seguramente jamás conozca sus nombres, pero cuando sale comentando cuánto le ha gustado la obra que acaba de ver, está alabando también su trabajo. La perfección del decorado, el movimiento de la plataforma rotatoria, los telones que caen, el ambiente y la precisión de las luces... Los técnicos de electricidad y maquinarias son una parte esencial del espectáculo, pero también de la vida de una sala teatral. Y los suyos son unos de los oficios que forman parte de esta serie en la que infoLibre explora las labores que sostienen la cultura cada día, lejos de los focos y de los aplausos.

Ahora, por ejemplo, ya entrados en julio, podría pensarse que el Teatro de la Comedia, en Madrid, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), estará bajo mínimos. En absoluto. Tras las puertas, y pese a que varios espectáculos están en el Festival de Almagro, todo es actividad. El patio de butacas está envuelto en plásticos para protegerlo de la intensa limpieza que se está llevando a cabo. En el escenario, varios trabajadores sierran madera y parchean desperfectos. Descendiendo por las escaleras se accede a un especio inmenso que, queda jsuto bajo las tablas y que, hasta la restauración de la sala, había estado oculto por la ceniza desde que fuera destruido por un incendio a principios de siglo. Y allí, más jaleo: un compañero de maquinarias advierte de que habría que revisar un motor que da problemas, mientras el material desplazado a Almagro espera en las cajas a ser revisado. Hace calor, no hay descanso. 

Patxi Pozón, técnico de maquinaria, acaba de volver del certamen manchego, en el que la compañía se vuelca cada verano. Allí ha estado con El castigo sin venganza, de Lope de Vega, dirigida por Helena Pimenta, con tres compañeros más. De ellos dependía que  la obra se instalara correctamente en el Hospital de San Juan, su hogar entre el 4 y el 14 de julio, y luego, durante la función, en accionar cada uno de los elementos del decorado: quien haya visto la obra debe saber que es gracias a él funcionaba como un reloj la plataforma giratoria instalada en el centro de la escena que articula la obra en su docena de movimientos. "Pero es un trabajo en grupo, ¿eh? Todo el mundo tiene que saber hacer todo", dice, sin querer ponerse los laureles. Para un espectáculo como este, el equipo de giras en su sección es de cuatro personas, a las que se suma uno más cuando están en casa, aunque durante el montaje del decorado participa toda la plantilla, una docena de trabajadores en distintos turnos, no menos de ocho trabajando a la vez. Como hormigas. 

Porque se encargan, dice Pozón abreviando, de "todo lo que se ve en escena cuando se levanta el telón". El suelo, los tapices, los espejos, las columnas, las paredes, las escaleras, los bancos... El escenógafo propone y ellos disponen. Disponen y hacen posible, claro, porque del papel al escenario hay un trecho, y una de sus funciones es asegurarse de que lo que el creador idea es efectivamente posible. Que ningún actor va a despeñarse, por ejemplo, por no haber calculado bien la distancia con el fondo de la caja escénica. "Siempre cambia, de lo que se plantea a lo que se construye siempre cambia", dice tajantemente este técnico que lleva más de 20 años en la CNTC, más de 30 años en el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (dependiente del Ministerio de Cultura) y más de 45 en el mundillo teatral. Y construir lo imaginado o, como se conoce —poéticamente— en el gremio, "levantar la casa". 

Almagro era la novena plaza a la que llegaba la obra, dice el técnico mientras echa cuentas, y sin embargo, dice, cada montaje es nuevo. Por eso cuando se llega a un teatro, el día de la representación "a las cuatro o cuatro y media, hay un ensayo técnico" donde se prueban todos los movimientos y la compañía se asegura de que los actores pueden realizar la función sin problemas. "Aunque lleve 500 representaciones, en cada plaza hay un ensayo", insiste. De lo mismo habla, aunque cinco plantas más arriba, su compañero Jorge Juan Hernanz, uno de los jefes de Electricidad, departamento encargado de la iluminación. "Todos los montajes son nuevos", coincide, "y todos tienen dificultad. Incluso dentro del mismo espectáculo, al cambiar de plaza todo puede cambiar y tener que ajustarse". 

Las fases de su trabajo son similares a las de Maquinaria: primero analizan el plano del iluminador, anotan qué material van a necesitar y si lo tienen en stock o es necesario comprarlo o alquilarlo. Luego, preparan unas bases de luz con las que trabajar en los ensayos, cuando la escenografía todavía no estará lista, un primer esbozo que va creciendo con el movimiento actoral y las necesidades que aparecen según toma cuerpo el espectáculo. El trabajo de montaje solo se detiene con el estreno: "En las compañías nacionales, donde hay más tiempo, se trabaja con la luz hasta el final, hasta que el calendario lo permita". En sus dos décadas con la CNTC y sus 38 años en la profesión, Hernanz ya sabe qué esperar según el iluminador que toque: "Los vas conociendo, sabes que cada uno tiene su estilo y que los hay más clásicos, más atrevidos... Pero todos aportan algo y se aprende siempre". 

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De nuevo, algo similar dice Pozón, que niega tajantemente que tras décadas de oficio ya lo haya visto todo: "¡Todo nunca se ve, siempre hay cosas nuevas!". Si echa la vista atrás, apenas puede creerse que cuando empezó los decorados aún se montaran en papel. "En los últimos 25 años al teatro no hay quien lo conozca. Eso es lo bonito, que todo evoluciona", dice. Hernanz ha visto cómo se consolidaba también el tejido material del sector: "Ha mejorado técnicamente, todos los sitios a donde vamos están más dotados. Antes teníamos que aportar mucho material, salvo a grandes capitales. Se nota que hemos cambiado". 

Y que nada se detiene. Él mismo acaba de terminar de preparar las luces para los ensayos de La vida es sueño, nueva versión de Helena Pimenta para despedirse de la dirección, y mira ya a septiembre, donde les espera una coproducción de El gran mercado del mundo junto con el Teatre Nacional de Catalunya. En unos días, sin embargo, habrá algo de silencio en el Teatro de la Comedia, que cierra a partir del 5 de agosto. Pero volverán los ajustes, los golpes, el chocar de los focos... Todo ese invisible trabajo necesario para "levantar la casa". 

 

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