Verano, 2050

Bob Pop: "Luchamos contra quienes defienden sus privilegios, pero nuestros derechos son más importantes. Somos más"

Roberto Enríquez, más conocido como Bob Pop (Madrid, 1971) es el hombre orquesta de este verano sin orquestas. Escritor, crítico, bloguero, colaborador en TV y en radio. Combativo, afiladísimo y con –conciencia de– clase, sus apariciones en espacios como Late Motiv (Movistar +) nunca dejan indiferentes y golpean, aunque nunca jamás alce la voz. En Verano, 2050, la sección de veranoLibre en la que imaginamos un mañana mejor, defiende una utopía sin grandes estridencias, “sin romper el tablero”, pero con una máxima que lo impregna todo: “Un futuro donde nos tomemos en serio que las vidas son lo que más importa”.

“Yo creo que si algo está dejando clara esta pandemia es que el margen está entre la avaricia y la inteligencia”, explica. Las cuentas de resultados y el margen de beneficios no pueden gobernar nuestras vidas. “Tendríamos que cambiar las estructuras. Plantear que todos estamos cerca de otros, que tenemos un papel fundamental dentro de un engranaje, y que cuanto más felices seamos y mejor tratadas y tratados estemos, mejor para el sistema”.

Rechaza las connotaciones de “lo antisistema”, que busca “romper el tablero” sin poner sobre la mesa una alternativa ilusionante: “Hay que entender que hay que hacer bien el sistema. Cuando nos enfrentamos a la gente que lo maneja, entendemos que no le interesa que el sistema funcione bien, le interesa su beneficio. Tiene que ser un sistema que funcione, donde estemos cómodos y felices. Hacer que sea eficiente”. En este nuevo mundo para dentro de 30 años, los partidos, puntualiza Bob, serían muy conscientes de que “obstaculizar el progreso de las cosas no da votos”. “Eso sería fantástico”, asegura.

El verano de 2050 de Bob Pop pasa por tecnología útil, con robots que nos sustituirían en trabajos alienantes, pero sin que la única alternativa sea el paro. “Eso, lo que contribuiría, es a entender que nuestra vida tiene que seguir siendo buena. No somos solo herramientas de producción, sino humanos que viven, que viven lo mejor posible”. Nuestro lugar en la sociedad, así, “no vendría determinado por lo que hacemos, por nuestro papel en la cadena de montaje”. Pero no hacen falta grandes avances materiales: muchas veces hay más margen para un futuro más justo en lo cercano, en el barrio.

Bob está muy contento, afirma, con los avances del municipalismo de la ciudad en la que vive, Barcelona. No es una tendencia de ahora ni mérito –exclusivo– de Colau, defiende: “se ha practicado durante muchísimo tiempo”. Barrios donde la gente se ayuda mutuamente, se conoce, disfruta de su ciudad sin tener que estar en una terraza: con una arquitectura que lo facilita, que conecta a los vecinos en vez de disgregarlos en el individualismo. “Ahora se ha recuperado el concepto de barrio de manzana y de chaflán, espacios donde la gente puede sentarse, charlar sin necesidad de consumir. Eso me parece muy importante”.

Esta arquitectura pensada en común, explica, tendría que estar adaptada para un estío caluroso, pero no tan caluroso como lo que predicen los peores escenarios climáticos. No solo con piscinas públicas a montón: “parques, lugares públicos… son cuestiones factibles, siempre y cuando se considere importante”. “Tenemos que entender”, insiste, “que la participación es poder y que todo el poder que no ejerzamos nosotros nos lo van a usurpar los demás”. Así tiene que evolucionar, explica, el municipalismo: asumiendo con plena normalidad que la democracia no solo va de votar cada cuatro años, sino de decidir sobre todo lo público que tiene una incidencia directa en nuestra vida. “Desvirtualicemos la realidad, ahora que se ha convertido la calle en algo cada vez más complicado de vivir; que tengamos encuentros cercanos y personales”.

Para Bob Pop, un obstáculo muy importante –pero a la vez, el desafío más estimulante– es el de erradicar la desigualdad, en todas sus múltiples caras y manifestaciones. “Luchamos contra quienes defienden sus privilegios, pero la clave está en que entendamos que nuestros derechos son más importantes que sus privilegios. Somos más, y podemos hacer más cosas. En el momento en el que tengamos la fuerza, perdamos el cansancio y empecemos a notar que lo que hacemos tiene sentido… va a ser una burbuja que se va a ir expandiendo. Soy súper optimista y probablemente no lo vea nunca, pero tiene todo el sentido”.

Con una bandera. La sensibilidad como atributo profundamente político, no solo interpersonal. “Saldremos de la pandemia más sensibles, no sensibleros. No sé si más unidos, pero con más ganas de escucharnos en el cara a cara, que es muy importante. Pero insisto: soy un optimista irredento”.

María Sánchez: "En el verano de 2050 sería genial, con las herramientas que tendremos, usar los conocimientos de nuestras abuelas"

María Sánchez: "En el verano de 2050 sería genial, con las herramientas que tendremos, usar los conocimientos de nuestras abuelas"

El día ideal

En Verano, 2050 preguntamos a los entrevistados por su día ideal. Por ahora no estamos recibiendo respuestas demasiado ambiciosas: solo los deseos de una vida sencilla, tranquila, sin complicaciones pero con derechos y prestaciones garantizadas. “Haría una comida rica con los ingredientes comprados en un mercado de proximidad… luego iría a dar un paseo, cenar… no pido nada excesivamente sofisticado”. ¿Y algo que no quieras que por nada del mundo esté en tu día ideal?, preguntamos. “Los mosquitos”, responde.

También les pedimos una obra cultural que resuma su manera de ver y de luchar por un futuro que merezca la pena vivir. Bob Pop nos recomienda Desesperación silenciosa de la vida diaria: manual de uso. "Un hermoso manual de antiautoayuda: un manual de ayuda y lucha", lo resume.

Más sobre este tema
stats