La extraña amenaza de Vox

Enrique Vega Fernández

He tenido ocasión de leer hace unos días, un poco por casualidad, el tuit de un diputado de Vox en el Congreso, general retirado, que me ha suscitado un buen número de dudas y sorpresas.

Dice: Izquierda, comunistas, indepes, amigos de los terroristas…, todos contra Vox. Saben que cuando los españoles nos den su confianza, que será más pronto que tarde, comenzarán a desfilar por los juzgados… Ese es el miedo que tienen.

Para empezar, no me queda claro si quienes tendrán que pasar por los juzgados son todos los izquierdistas, comunistas, independentistas y amigos de los terroristas o solo los que hayan, o se presuma que han, cometido algún delito. Si es lo primero, o van a faltar juzgados o ¿estamos hablando de campos de concentración, guantánamos o algo así?

Y, por cierto, qué es un “amigo de los terroristas”. ¿Cómo piensan medir el grado de amistad y en función de qué parámetros? ¿Cuentan también los familiares? ¿Hasta qué grado? ¿Con el actual concepto jurídico de terrorista o quizás con alguna novedad introducida a posteriori?

Y si es lo segundo, si saben que son personas que han cometido algún tipo de delito o presumen que lo han cometido, ¿por qué esperar a que “los españoles les den su confianza”, o sea, el poder y el Gobierno? Porque denunciar el conocimiento de un delito o de tener sospecha del mismo es una obligación cívica y patriótica de todo ciudadano español.

Nada de esto queda claro, nada de esto tiene sentido. Salvo que seamos capaces de ver el mensaje subliminal que se quiere transmitir o el que se transmite porque el subconsciente los ha traicionado: cuando tengan el poder, el Gobierno, “porque los españoles les han dado su confianza”, habrá delitos que ahora no lo son, habrá tipos de investigación que ahora no están permitidos, habrá formas de pensar que serán inadmisibles, habrá límites a la libertad de expresión que nos recordarán tiempos pasados, habrá obligaciones que hoy repelerían, habrá un mucho mayor espectro de actuaciones confidenciales o reservadas amparadas por ley, habrá menos autonomía para las autonomías, pero mucha más para las Fuerzas Armadas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, habrá un Código Penal (y no solo el Penal) mucho más duro (y más blando en otros aspectos) que se parecerá a otros que ya han sufrido, y no hace demasiado, los españoles. Habrá …..

Nada nuevo bajo el sol: aprovechar las formas democráticas para acabar con la democracia. En 1922, el rey Víctor Manuel III de Italia, desde su cargo de jefe del Estado, sustituye al primer ministro elegido por el Parlamento Luigi Facta por Benito Mussolini, que en esos momentos marcha al frente de sus huestes de camisas negras hacia Roma en actitud amenazadora. En 1933, Adolf Hitler es nombrado canciller al obtener su Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (o nazi) la mayoría relativa del Parlamento. En ninguno de los dos países volvió a haber elecciones limpias en muchos años. Son solo los dos casos más notorios, pero ha habido muchos más, en muchas partes del mundo. Aprovechar las formas democráticas para acabar con la democracia.

Por eso, conviene también recordar otro tuit de nuestro general retirado diputado de Vox, de tan sólo dos días después, del 8 de diciembre de 2021, con ocasión del aniversario de la actual Constitución Española de 1978. Decía así: ¡Viva la Constitución española! Ánimo y fuerza a los que la respetamos y defendemos”.

¿Respetar y defender la Constitución es amenazar con “hacer desfilar por los juzgados” a colectivos tan amplios, heterogéneos e inconcretos como los izquierdistas, los comunistas, los independentistas y los amigos de los terroristas (¿?) por delitos que todavía no existen, porque si existieran ya deberían estar denunciados o perseguidos de oficio?  

Sí, al parecer. Todo depende de la interpretación que se quiera hacer de un texto de 169 artículos y dieciséis disposiciones Adicionales, Transitorias y Derogatorias, como es nuestra actual Constitución. Eligiendo artículos aislados, ignorando los que no convengan y, sobre todo, dándole a las palabras, intencionada o subconscientemente, el significado que querían tener en leyes y normas, ya felizmente derogadas, de otros tiempos por los que siente nostalgia. Tiempos de hace ya casi cincuenta años (medio siglo) en el mejor de los casos y que ya entonces se habían quedado obsoletos como residuo de épocas anteriores. ¿Es que no han cambiado España y el mundo en estos últimos cincuenta años de, precisamente, la llamada globalización, que según nos dicen ha acelerado exponencialmente el ritmo de los cambios?

El honor y la valía de un país no pueden estar en lo que fue, sino en lo que se hace aquí y ahora por proporcionar cuanto más bienestar a cuantos más de sus ciudadanos, mejor, sin exclusiones ni marginaciones

¿Es que seguimos sin querer entender que España, además de una historia, una geografía, una cultura, un idioma y no sé cuántas cosas más, es, fundamentalmente, cuarenta y siete millones de españoles? Los cuarenta y siete millones que vivimos actualmente y los extranjeros que por una razón u otra viven, habitan, trabajan y producen con nosotros. Que como nos quiso dar a entender nuestro ínclito Unamuno, no se trata de vencernos, enjuiciarnos y condenarnos unos a otros, sino de aceptarnos. 

Que el honor y la valía de un país no puede estar en lo que fue, sino en lo que se hace aquí y ahora por proporcionar cuanto más bienestar a cuantos más de sus ciudadanos, mejor, sin exclusiones ni marginaciones.

No, mi general, no tenemos miedo y si lo tuviéramos no sería porque tuviéramos que “desfilar por los juzgados”, sino porque España no se merece esa vuelta al pasado que propugnáis, porque los españoles no nos lo merecemos.

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Enrique Vega Fernández, coronel de Infantería (retirado)

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