Un sindiós

La resaca del puente de difuntos viene fuertecita. El miércoles por la noche, con una delicadeza inmerecida, sacaron los restos de Queipo de Llano, su señora y el tal Bohórquez de la basílica de la Macarena. Acto seguido, me imagino, entrarían unos operarios vestidos a lo chernóbil para sanear la fosa séptica. Apenas han hecho falta setenta añitos y una ley aprobada en Cortes. Manda cojones. Mientras tanto, un nido de ratas entrando, a la derecha, con los despojos de ese traidor compulsivo. Anoten: el fulano conspiró contra la dictadura de Primo de Rivera, después se sublevó contra la República y finalmente lo echaron del Movimiento Nacional (Losantos lo ha llamado «aventurero», tiene delito). La guerra civil la ganaron los trepas. Por el camino, miles de muertos cortesía de la represión y la muralla de la Macarena llena de agujeros en recuerdo de los pelotones de fusilamiento. Cachis. Te niegan el entierro en sagrado si abortas en el primer trimestre, pero cada tres mil represaliados te acercan dos pasitos al altar. Lo del quinto mandamiento es una cosa curiosísima.

Dice Feijóo que a él le preocupan más los problemas de los vivos. Solo faltaría. Alberto, cariño, que esto lo hacemos por nosotros, que el bisabuelo de alguien ni siente ni padece. Se escucha de nuevo la cantinela de «los profanadores de tumbas». Aquí un dilema: si un comando abertzale sepultase a algún asqueroso etarra bajo la fuente de Cibeles, ¿se le deja o se le saca?

Asunto mefistofélico. El piadoso Fernández Díaz nos había avisado unos días antes en un artículo delirante. Atentos. Resulta que unos exorcistas le habían asegurado que «al socaire» (sic) de los disfraces y las calabazas con cara maquinaba el diablo. Misas negras, profanaciones y, por supuesto, sacrificios de niños al mismísimo Belcebú. Dios es poderosísimo, pero cuatro chiquillos se ponen unas pelucas de Disfraces Paco y se desatan los infiernos. Caramba. Confieso que sigo las aventuras del exministro desde que nos presentó al ángel Marcelo. El otro día me escuché una de sus 'charletas' con un cura «contrarrevolucionario» (sic) en calidad de experto en profecías marianas y en el final de los tiempos. Palabrita.

Aquí un dilema: si un comando abertzale sepultase a algún asqueroso etarra bajo la fuente de Cibeles, ¿se le deja o se le saca?

Hay un bando católico, pijo y sentimental que se pirra por los videntes y las apariciones. Es curioso, la Virgen Santísima se molesta en bajar una y otra vez para decir las tres mismas vaguedades: hay que gastar el rosario, hacer penitencia y rezar mucho. Para ese viaje no hacían falta tales alforjas, ¡que eso ya lo sabíamos! Tamara Falcó juega en esta liga: paseíto a caballo en las fincas de sus amigas súpermegachics y que el servicio sirva el almuerzo pronto, que hay que ponerse con las letanías. Luego, viajecito a Lourdes vestida de mamarracha para salir en las revistas. Esta fe epidérmica es muy irritante, porque Cristo no padeció en la cruz para que tú lleves el catolicismo como quien lleva un Luisvi. Además, cabe en una cuartilla. Catecismo, por veinticinco pesetas: follar, mal; abortar, peor; ¿los homosexuales?, mire, mire, ¡ni me pregunte! El asuntillo del camello, la aguja y el reino de los cielos no venía en la lección y el consejo evangélico de vender las riquezas y repartirlas entre los pobres es un añadido podemita.

Para colmo de desgracias, me cuentan que hay un grupo juvenil chupiguai de mozalbetes de apellido compuesto y fenotipo del barrio de Salamanca que se planta en las iglesias a cantar pop lánguido y a pegar saltitos como en un concierto. Queridísimos hermanos: por menos de eso hemos quemado a gente en autos de fe perfectamente coreografiados. Ante Dios no se baila, amiguitos, ¡se tiembla! Santa Romana Iglesia Colores Unidos de Benetton.

 

Más sobre este tema
stats