Carbón para los malajes

Queridos Reyes Magos de Oriente, os pido que en esta noche del jueves al viernes, la de la Epifanía, les traigáis carbón, mucho carbón, a los caudillos de las derechas españolas y sus voceros en los medios de comunicación. Son gente huraña y ceniza, empeñada en amargarnos la vida a la mayoría de los ciudadanos con sus machacones anuncios de la llegada del Apocalipsis. Gente siempre negativa, que exagera hasta el paroxismo todos y cada uno de nuestros problemas reales y, peor aún, se inventa muchos otros absolutamente imaginarios. Caray, ¿es que solo saben vivir en la angustia y la crispación, el ruido y la furia, la ira y el miedo?

Si me permitís la sugerencia, ese carbón debería contener una buena dosis de cordura y racionalidad, del más elemental sentido común. Y es que diríase que tales caudillos y voceros, liderados ahora por ese cura de la extremaunción llamado Feijóo, tienen la mentalidad del terraplanista. Por ejemplo, afirman con rotundidad que la economía española está en ruinas cuando, en realidad, generó en 2022 unos 471.000 empleos netos adicionales, tiene la inflación más baja de la Unión Europea y, muy probablemente, será de las pocas que escapará a la recesión en el año recién iniciado.

No es que yo diga que nuestra economía es un mundo de hadas y elfos, que bien sé que los precios han subido por razones ajenas a nuestros actuales gobernantes y que la compra o el alquiler de una vivienda están lejos del alcance de los jóvenes. Sin embargo, tampoco la veo como un aquelarre de zombis y licántropos. Los empleos son ahora más estables, los sueldos y las pensiones más altos, los derechos sociales más amplios. Por primera vez en su existencia laboral, la generación de mis hijas, los milenials, se atreve hoy a pedirles una mejora a sus jefes. Subsiste, por supuesto, el problema estructural: la codicia de los bancos, las eléctricas, las petroleras y las cadenas de supermercados. Pero de esto no se queja el cura de la extremaunción; al revés, sería el hombre más feliz del mundo si no pagaran un céntimo de impuestos.

Sé, queridas Majestades de Oriente, que una mayoría de españoles piensa que la economía española va mal, pero también sé que, si el encuestador les hace explícitamente la pregunta, buena parte de esa mayoría añade que a ellos les va personalmente bien

Sé, queridas Majestades de Oriente, que una mayoría de españoles piensa que la economía española va mal, pero también sé que, si el encuestador les hace explícitamente la pregunta, buena parte de esa mayoría añade que a ellos les va personalmente bien. Curioso, ¿verdad? Me pregunto si tal paradoja no tendrá que ver con un fenómeno goebbelsiano, con la propaganda de los pájaros de mal agüero en sus cadenas de televisión. Pero permítanme recordar que propaganda no es sinónimo de verdad. Como subrayaba Voltaire, la gente creyó durante siglos que la tierra es plana, el sol gira en torno a la tierra y el trueno expresa la ira divina tan solo porque así lo predicaban hechiceros y sacerdotes.

Muchos de esos malajes se empeñan asimismo en presentar la imagen de una España gobernada de facto por ETA y una Cataluña incendiada por hordas separatistas. Aunque, como resulta evidente, lo de ETA terminara ya hace más de una década, y lo de Cataluña ocurriera en 2017, cuando, precisamente, gobernaban los susodichos. Semejante deformación de la realidad bordea lo patológico, ¿no les parece?

Les ciega la ideología, les impide ver la realidad, y ese es un problema grave. Le ocurrió a Donald Trump cuando se creyó que iba a arrasar en las presidenciales de 2020 porque el pueblo estadounidense, a excepción de unos cuantos marcianos, le adoraba. No era así, no ganó esas presidenciales y todavía no se ha enterado. Gimotea por las esquinas diciendo que le robaron los comicios. Como Bolsonaro, supongo.

Feijóo lee los periódicos de derechas y se pone contentísimo porque dicen que él es el favorito del pueblo español, que ganará de calle las próximas legislativas y reconquistará La Moncloa para los “auténticos españoles”, lo que no incluye a socialistas, comunistas, libertarios, ecologistas, feministas, LGTBI, vascos, catalanes, moros, gitanos y demás gente de mal vivir. Sin embargo, yo no estoy tan seguro de ello. Ni tampoco de lo contrario, que conste.  Veo que hay partido, un partido de resultado incierto. En realidad, ni tan siquiera doy por hecho que Feijóo, y no la mucho más pilla Ayuso, sea el cabeza de cartel conservador el próximo otoño.

Entretanto, les agradecería, queridos Reyes Magos, que en esta noche de la Epifanía le regalaran algún tipo de carbón mágico a esta gente. A ver si se tranquilizan un poco, si dejan de ser tan aguafiestas. Faltan meses para las elecciones y bastante tenemos los españoles con lidiar con nuestros achaques personales.

                      

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