'Caso El Nani', el documental

Santiago Corella, alias El Nani, fue detenido el sábado 12 de noviembre de 1983 por funcionarios de la brigada antiatracos de la Policía Judicial de Madrid. Nadie lo ha vuelto a ver desde la noche de aquel día. Ni vivo ni muerto. Aquel quinqui fue el primer “desaparecido” de la entonces recién estrenada democracia española.

En la tarde de este jueves, 27 de octubre, se presenta en la SEMINCI, el festival de cine de Valladolid que dirige Javier Angulo, la primera parte de Pacto de Silencio, un documental sobre aquella espeluznante historia escrito y dirigido por César Vallejo y Ángela Gallardo. Está producido por RTVE y se emitirá en 2023, con motivo del cuarenta aniversario del caso. Me parece estupendo que RTVE produzca trabajos como este, y espero que lo emita en un horario de amplia audiencia, no en la madrugada.

Escribí hace poco, aquí mismo, que a los españoles nacidos a partir de los años 1970 se les ha endilgado un relato canónico de nuestra transición a la democracia que tiene bastante de milonga. Que si las libertades nos las regalaron el magnánimo rey Juan Carlos y un puñados de políticos con buen rollito. Que si fue tan sosegada y pacífica como una representación en Ginebra de El baile de los cisnes. Fábulas de este tipo.

Resulta que no fue tan así. La transición estuvo impulsada por las huelgas y manifestaciones de millones de españoles que reclamaban libertades y derechos tras la pesadilla franquista. Fue sangrienta, y no solo por culpa de ETA, también por tropelías de la Policía, la Guardia Civil y los grupos de ultraderecha. Más de 700 españoles murieron violentamente en aquel período, según los rigurosos cálculos de autores como Mariano Sánchez Soler. Y muchos periodistas arriesgaron sus magros ahorros, su libertad y hasta su vida por contar las cosas tal como eran. No fueron precisamente los gacetilleros cortesanos que han fabricado el relato canónico.

Por eso creo tan necesario que los jóvenes conozcan a través de una película como Modelo 77 lo que ocurría en las cárceles españolas de entonces. Por eso me congratulo de que RTVE haya producido el documental de Vallejo y Gallardo. Uno de los mejores servicios que la televisión pública puede rendir a los que la financiamos con nuestros impuestos es levantar el velo sobre episodios oscurísimos de nuestro pasado reciente.

La primera parte de Pacto de silencio, la que se verá este jueves en la SEMINCI, reconstruye con precisión forense el caso El Nani. Sus autores han entrevistado a casi todas las personas que tuvimos relación con aquel horror, incluidos, por supuesto, los defensores de la actuación policial. Y han rescatado una grabación del juicio sobre ese caso celebrado en la Audiencia Provincial en 1988, que RTVE guardaba en sus archivos. El resultado es impresionante, lo he visto en un pase privado.

Muchos periodistas arriesgaron sus magros ahorros, su libertad y hasta su vida por contar las cosas tal como eran. No fueron precisamente los gacetilleros cortesanos que han fabricado el relato canónico

El Nani y otros familiares y amigos fueron detenidos con brutalidad aquel sábado de noviembre de 1983. Fueron llevados semiclandestinamente a los calabozos de la Dirección General de Seguridad, entonces en el número 1 de la Puerta del Sol. Se les aplicó la Ley Antiterrorista, un permiso que el ministerio del Interior de Felipe González concedía con facilidad a los aún muy franquistas cuerpos policiales, tanto para congraciarse con ellos como por la real amenaza de ETA. Y se les acusó de un crimen que no habían cometido: el asesinato de un joyero de la calle Tribulete en un atraco. Otro grupo policial detendría al poco a los verdaderos autores de ese homicidio.

Yo estaba de guardia en El País el sábado de autos y, a petición de familiares de El Nani, me involucré en el caso esa misma noche. Aquello apestaba desde el primer momento y aún apestaría más en los días y semanas siguientes. Eran otros tiempos, sin embargo, y mis dudas razonables sobre aquella actuación policial tuvieron siempre el apoyo de mi periódico. ¿Por qué nadie me dio cuenta del paradero de El Nani en la noche de autos? ¿Qué ocurrió en su interrogatorio en Sol? ¿Lo torturaron con la crueldad empleada con su compañero Ángel Manzano? ¿Cómo era posible que, según la versión policial, se hubiera escapado con las manos esposadas en un descampado de Vicálvaro? ¿Por qué no se comunicaba por carta o teléfono con sus adoradas hijas si, como decía esa versión, había logrado llegar a Francia o Brasil?

¿Y si, por tales o cuales razones, hubiera muerto en el calabozo y los policías se hubieran deshecho de su cadáver?, me preguntaba. Eran otros tiempos, repito. Los reporteros de El País, Diario 16, Interviú y otros medios nacidos tras la muerte de Franco no dábamos automáticamente por buenas las versiones oficiales. Nuestros maestros eran más bien los investigadores del Watergate.

Pacto de silencio cuenta todo esto a ritmo de thriller, pero no es solo eso lo que lo hace un gran documental. En mi opinión, cierra definitivamente el caso a partir de un pavoroso testimonio del final de su primera parte. Aún no he visto la segunda, la que cuenta lo que entonces no sabíamos los investigadores periodísticos: la existencia de una amplia mafia policial, de la que la desaparición de El Nani solo era una muestra. Pero esa es otra historia.

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