¿Duerme Mazón?

Paiporta tiene una pátina encima marrón claro agarrada a los muros de las casas y a las aceras, a las hojas de los árboles que siguen en pie y al asfalto. Un polvo que se ha quedado pegado a todas las cosas. Como si al pueblo empapado le costara tragar algo más. Un socavón enorme, el esqueleto de una casa en ruinas, un ir y venir de gente arreglando cosas. Solo ahí, en Paiporta, donde hace dos días el pueblo hizo una vigilia bajo la lluvia de un año después en memoria de lo sucedido, faltan para siempre cincuenta y seis de sus vecinos y vecinas. Los ahogó la riada. La más joven era una bebé de tres meses, acababa de empezar a vivir. Leo en una red social a las amigas de La Moixeranga, cuya librería se llevó el agua por delante: “sin ceder al olvido, seguimos caminando”. 

Es la zona cero de la Dana

Supongo que en el calendario mental del todavía President de la Generalitat, Carlos Mazón, el 29 de octubre de 2025 parpadeaba en rojo como una alarma y se le echaba encima implacable. Lo supongo porque también suponía que habría asunción de responsabilidades y un poco de vergüenza, algún arrepentimiento mostrado en público, y no lo ha habido. Nada. Un poco de ser humano con los humanos que han sufrido. Se cumplió un año desde aquella tarde en que se esfumó del único momento en que se le necesitaba. Del único instante que daría sentido a su trabajo y responsabilidad política para siempre. La pertinencia de estar a cargo de la seguridad de los valencianos y valencianas. Y, sin embargo, decenas de personas se ahogaban en el agua mientras él pasaba la tarde de sobremesa con una mujer y dilataba enfocar la mirada en la mayor catástrofe natural de la historia de este país que estaba llevándose su tierra por delante.  

Pero el tiempo, a la vez que nos cura, nos subraya, y el 29 de octubre de 2025 no tuvo más versión que inventarse, no le iba a funcionar poner a soplar el gran ventilador de las responsabilidades frente a los ojos de víctimas y familiares de la dana. Le insultaron. Asesino. Cobarde. Poco pasó. Si quedaba algo digno que pronunciar era una palabra, perdón, y 367 días después no lo ha hecho. No les ha recibido. No se ha sentado con ellos y ellas para escucharlos. 

El gran error de Mazón, lo que marcará para siempre su nombre y su vida pública, crece cada día con su parálisis; y el cerco a sus mentiras y giros se estrecha con velocidad. Lo único que ha dicho Mazón es que “hubo cosas que debieron funcionar mejor”. Las hubo, President, pero esa forma verbal no es impersonal, tiene un sujeto. 

Me pregunto si por las noches consigue dormir un hombre como Carlos Mazón. Con esa cifra, 229, pesando sobre su nuca

Unas filas más atrás, en ese funeral de Estado, otro hombre, Alberto Núñez Feijóo, escuchó y vivió esos gritos y el rechazo, y pudo ver de cerca las expresiones de dolor de quienes habían perdido a los suyos. Dónde está el límite. 

¿A qué espera Mazón, exactamente, para dejar su cargo? ¿A qué espera su partido para sacarlo de ahí y acabar con tanto abandono de su deber? ¿Qué creen que queda por salvar? “Me hago cargo”, ha dicho en referencia a lo que sucedió en el funeral de Estado. Tarde y de qué se hace cargo ahora: ¿de sí mismo? No hay reflexión posible a estas alturas más que desaparecer de las instituciones públicas. 

A los que no nos dedicamos a la política y solamente tenemos bajo nuestra responsabilidad a los nuestros, nos cuesta creer que alguien pueda seguir adelante ignorando el dolor de los otros, cuando esas pérdidas señalan directamente a nuestra omisión de respuesta. ¿Es que algo cambia o se transforma en uno cuando se toca el poder? Me pregunto si por las noches consigue dormir un hombre como Carlos Mazón. Con esa cifra, 229, pesando sobre su nuca. Pesando también todas las voces y todas las palabras que lo han señalado, digan lo que digan los tribunales después. Pero, sinceramente, si duerme o no, me da igual. 

Paiporta tiene una pátina encima marrón claro agarrada a los muros de las casas y a las aceras, a las hojas de los árboles que siguen en pie y al asfalto. Un polvo que se ha quedado pegado a todas las cosas. Como si al pueblo empapado le costara tragar algo más. Un socavón enorme, el esqueleto de una casa en ruinas, un ir y venir de gente arreglando cosas. Solo ahí, en Paiporta, donde hace dos días el pueblo hizo una vigilia bajo la lluvia de un año después en memoria de lo sucedido, faltan para siempre cincuenta y seis de sus vecinos y vecinas. Los ahogó la riada. La más joven era una bebé de tres meses, acababa de empezar a vivir. Leo en una red social a las amigas de La Moixeranga, cuya librería se llevó el agua por delante: “sin ceder al olvido, seguimos caminando”. 

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