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"La calle es mía"

He vuelto a nadar. Que tú, lector, pensarás con buen criterio ¿Y a mí qué me importa? Pues, efectivamente, nada, que yo nade no interesa nada. Te lo cuento porque recorriendo la piscina he observado que en bañador se sabe bien quiénes somos, los seres humanos no callamos ni debajo del agua…

Hace unas semanas, iba yo nadando feliz por uno de los dos carriles de una de las tres calles de la piscina. De pronto, un señor se mete en el agua y me pregunta amablemente:

—¿Por qué lado va a nadar usted?

Y yo contesto:

—Pues me da un poco igual, por este (en el que estaba) por ejemplo…

“Este” era el derecho si mirábamos desde el bordillo en el que estábamos él y yo y el izquierdo si hubiéramos estado enfrente. Entonces el señor respondió cordialmente:

 —Estupendo, pues yo iré por el otro.

Estuvimos nadando tranquilamente, él a su marcha y yo a la mía. Pendiente cada uno de su nado pero también de no incomodar al otro. Yo intenté estar siempre en el lado opuesto para no arrancar a la vez y no agobiarle en su ritmo un poco más lento, aunque he de confesar una patada leve sin intención… Le pedí perdón haciendo señas, desde el otro lado de la piscina, moviendo mucho las manos para compensar la inexpresividad facial por culpa del gorro y las gafas.

En un momento, coincidimos descansando en el bordillo y me dijo:

—¡Qué bien nos compenetramos, eh!

Y yo contesté:

—Bueno, yo le he dado una patada, mil perdones…

Y él respondió:

—¡Qué va! Si es facilísimo nadar con usted. He tenido otros compañeros y nada que ver…

Nos despedimos sonrientes al terminar la sesión y yo me quedé con la anécdota rebotando en la cabeza.  ¡Cuánta ternura la de aquel señor al valorar lo fácil que resulta compartir espacio sin molestarse!

Hace un par de días, estaba yo nadando tan feliz por mi carril. El contiguo estaba libre y en las otras dos calles había una persona por carril y por tanto, otros dos libres. Tres vacíos en total.

De pronto, al volver de uno de mis largos, me encuentro con una chica sentada en el bordillo con las piernas metidas en el agua y me dice:

—¡Hola, voy a ponerme en este carril!

Y le contesto (alucinada):

—No, porque aquí estoy yo. Así que, si no te importa, ocupa otro.

Y me mira entre extrañada y contrariada, como si lo normal fuera que alguien viniera a echarte de un espacio porque ¿considera que le pertenece?

¿Qué elegimos, convivir o avasallar, compartir espacios o empujar a otros para que salgan pitando y ocuparlos nosotros?

El resto de largos que me quedaban para cumplir los 1.000 metros que me había propuesto los ocupé reflexionando. Bueno, en realidad, flipando. No me entraba en la cabeza aquella actitud. Me sorprendía tanto que, en mi intento por comprenderlo, llegué a plantearme si había errado yo y tal vez desconocía la existencia de una “Constitución de la natación” que en algún artículo contemplara:

Artículo 14: “Si viene alguien y te dice que te pires de tu carril porque va a ocuparlo, te tienes que largar”.

Pero no, no existe tal normativa. De hecho, la nadadora invasora se fue a otra calle y compartió espacio con otro nadador, cada uno por su carril.

Cuando nos sorprendemos por el casting terrorífico de líderes mundiales que dirigen nuestras vidas y nuestras muertes, cuando rezamos el mantra de “tenemos los políticos que nos merecemos”, cuando decimos “es que la gente es…” ¿Cuánto de lo que somos cada uno de nosotros en bañador nos replanteamos?

¿Qué elegimos, convivir o avasallar, compartir espacios o empujar a otros para que salgan pitando y ocuparlos nosotros? ¿Quiénes somos o quiénes queremos ser, el señor amable que perdona una patada sin intención, como gaje de la convivencia, o la sirena altiva vestida de neopreno que con toda la cara del mundo te echa porque cree que el agua le pertenece?

Yo quiero aprender de ese señor, los cantos de sirena chula no me atraen. Por cierto, si la nadadora me hubiera pedido con simpatía el carril alegando cualquier motivo, por irracional que fuera, como que le da buena suerte o que es nacida bajo el signo de Piscis, se lo habría cedido sin problema. Pero así no. 

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