... Que hace chistes de Kate

El comunicado de Kate Middleton cortó en seco las risas, como cuando cierras el extractor de la campana en la cocina y se acaba el zumbido. "Tengo cáncer", circulen. 

Nunca me he alegrado tanto de no haber participado en una ronda de chistes en redes sociales. No lo hice porque cada vez me asomo menos a ese patio ruidoso llamado X, pero también porque tenía un mal presentimiento. La posibilidad de que el misterio estuviera relacionado con la salud de una persona me paralizó los dedos cuando sentí la tentación de sumarme a la juerga desde mi teclado. 

No añadí mis chistes a la colección y eso no me hace mejor persona que otros que sí lo hicieron. No aporté mi exhibición de ingenio de bajo vuelo y, sin embargo, podría haberlo hecho, como tantas otras veces... Y, de haber sido así, conociéndome, ahora estaría jodida —como leo a muchos que se sienten mal por haber participado en el festival del humor—, pero eso no significaría que el ánimo de hacer daño hubiera estado en mis planes humorísticos. 

El humor marca una distancia con lo que sucede y ese alejamiento nos permite reírnos de nuestro dolor sin que nos lastime hacerlo. Y cuando aprendemos a practicarlo en carne propia, somos más fuertes. En ciertas circunstancias desgarradoras, el humor es un arma extraña que da la vida en vez de quitarla.

Pero cuando aplicamos esa distancia a los demás, a veces puede brotar un fino hilo de crueldad que tiñe la inocencia de un chiste, sin más, de algo negro e hiriente. Me refiero a ese que no nace con vocación de provocar dolor y, sin embargo, lo inflige. Quien esté libre de haber hecho alguna broma que habiendo nacido sin intención de dañar acabara provocando molestias en el otro, que tire el primer chiste.

El humor marca una distancia con lo que sucede y ese alejamiento nos permite reírnos de nuestro dolor sin que nos lastime hacerlo. En ciertas circunstancias desgarradoras, el humor es un arma extraña que da la vida en vez de quitarla

El humor colectivo funciona como una conexión eléctrica a una misma fuente y, después, cada cual utiliza esa energía para un fin: planchar, freír un huevo, enchufar el equipo de música… El humor grupal es una conversación en un idioma común y cobra más fuerza cuando los intervinientes ponen un elemento reconocible en el centro, pero, a partir de ahí, cada cual aplica su mirada con la distancia que lo caracteriza. 

Por ejemplo, días atrás yo podría haber tuiteado:  “Lunes, me haría un escapismo a lo Kate Middleton” cambiando el trillado David Copperfield por el personaje del momento. En ese contexto, la broma habría tenido poco que ver con la princesa; el chiste, en realidad, estaría en el lamento de una currita ante el abismo de una nueva semana laboral. 

Honestamente, no creo que quien se haya sumado a la ola de los chistes, sin otra intención que aportar un poco de espuma, deba flagelarse, aunque estemos en plena "Pasión". Pero he de decir que leer confesiones de mala conciencia en público me ha ensanchado un poco el corazón

Que haya quien, después del mensaje en el que Kate Middelton anuncia su enfermedad, se haya arrepentido de haber bromeado cuando el hecho no se conocía; y, sobre todo, que lo exprese en la misma red que está plagada de soberbia viral, esa en la que casi nadie reconoce un error ni pide perdón, me parece lo único bonito de este asunto. 

Cuando el #LosientoGate sea tendencia, cuando dejemos de entender la rectificación como muestra de debilidad, seremos una sociedad más sana

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