... Que te da el beso de la vida

¿Salvarías la vida de una persona que se ha portado mal contigo? Ese dilema moral, al que casi todos nos enfrentamos alguna vez, que te invita a hacer el bien al que te hace mal, tiene cierto aroma a Evangelio según San Lucas. Es una versión del “dar la otra mejilla” que, traducido al lenguaje laico, es algo así como que llega uno, te da un tortazo y tú, en vez de cruzarle la cara, le pones bien cerca la otra mejilla para que te la parta… Y así planteado, apetecer no apetece.  

La interpretación filosófico-religiosa de la frase bíblica viene a decir que nunca hemos de caer en la trampa del odio. Claro, dicho así resulta mucho más profunda e inspiradora, pero sigue siendo difícil de tragar, tal vez porque choca con las paredes de nuestro orgullo.

Tengo una amiga que nació en Rumanía y lleva en España muchos años, tantos como para haber formado en este país una familia de tres generaciones. Aquí tuvo a sus dos hijos y aquí, hace poco más de un año, ha nacido su primer nieto. En su barrio, en Coslada, viven también dos de sus hermanas, una en el mismo bloque.  

Hace unos días, me contó una historia que lleva desde entonces centrifugando en mi cabeza, así que hoy he decidido contársela a ustedes.  

¿Salvarías la vida de una persona que se ha portado mal contigo? Ese dilema moral, al que casi todos nos enfrentamos alguna vez, que te invita a hacer el bien al que te hace mal, tiene cierto aroma a 'Evangelio según San Lucas'

Verán, en el bloque en el que viven mi amiga y su hermana, hay un vecino digamos… poco saludador. Parece ser que su antipatía vecinal está motivada porque le disgusta que ellas sean rumanas, que no le parece bien que habiendo nacido en otra parte compartan espacio vital con él. Es de ese tipo de personas que piensan que si tú no has nacido en Logroño, qué coño haces en España, salvo que seas futbolista o cantante, claro está. Total que, en señal de protesta, ni las saluda, ni las mira con cariño, ni comprende que otros vecinos se dirijan a ellas con calidez, como si ambas fueran de la mismísima Rioja… 

Hace unos días, las hermanas non gratas bajaban juntas por las escaleras y, al pasar junto a la puerta de su vecino, vieron que este se tambaleaba y no lograba meter la llave en la cerradura. Su primer instinto fue “sigamos bajando, qué nos importa ese señor al que tanto incomodamos”, pero ese detallito llamado “humanidad” les impidió continuar con su camino, así que decidieron volver y preguntarle si se encontraba bien, a lo que el señor respondió: “No, me siento muy mal”. 

La hermana de mi amiga había sufrido un infarto hace unos meses y, al preguntarle por los síntomas, los reconoció inmediatamente. El señor estaba a punto de entrar en paro cardiaco y, mientras mi amiga llamaba a la ambulancia, su hermana le hizo una RCP, reanimación cardiopulmonar con boca a boca incluido.  

No se angustien ustedes, la historia acaba bien. Hace unos días, los hijos del señor fueron a las casas de sus vecinas para darles las gracias: le habían salvado la vida a su padre.  

Parece un cuento con moraleja, pero es un relato cotidiano, uno de los muchos que demuestran que lo único que diferencia a los seres humanos entre sí es el corazón en su sentido más simbólico. La otra mejilla no, lo que le dieron sus vecinas fue el beso de la vida y una lección.

   

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