Forges

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Nos has dejado náufragos. Proclamo.

Nos has dejado, Forges. No es una frase hecha, es una certeza, nos has dejado solos, sin tu talento, sin tu mirada, sin tu calor. Nos has dejado huérfanos de tus viñetas, esas a las que muchos nos aferrábamos cada mañana para poder con el día, para reflexionar, para sentirnos acompañados en el cabreo contra lo injusto y cómplices en la sonrisa a favor de la vida. Nos has dejado desamparados porque tus Blasillos éramos nosotros y tú uno de los nuestros.

Nos has dejado en ayunas, porque consumíamos a diario tu reflexión de amor gráfico, como zumo de naranja mañanero, para endulzar las amarguras cotidianas. Nos has dejado sin aire, porque respirábamos con ayuda de tu ternura. Agotados, porque nos llenaban de energía tu talento y tu inconformismo.

Nos has dejado náufragos, Antonio, desdibujados. Nos has dejado desesperanzados, porque ya no recibiremos ese mensaje en la botella que nos enviabas cada día, ese que envolvías en papel de bocadillos con trazo grueso de rotulador. Ese que, en medio de la marea de ruido y espuma que nos rodea, reconocíamos como tuyo a quince metros, así lo quería tu padre, así lo hiciste.

Nos has dejado sin faro a quienes usamos el humor como herramienta para vivir, para expresarnos, para solidarizarnos, para quejarnos, para derribar barreras, para construir. Nos has dejado desorientados, sin maestro, sin inspiración.

Estamos tristes y enfadados y acojonados. Estamos desolados porque nos toca sumar tu pérdida a la de todos aquellos que pasan por nuestra vida abriendo puertas y encendiendo luces, los que nos ayudan a abrirnos paso entre tanto tontolcool, entre tanto malvado.

Nos has dejado, pero sabemos que nos toca continuar porque lo hemos hecho otras veces y lo haremos después, la vida es esa cabrona que te va regalando seres excepcionales y luego te los roba, cuando ya no puedes vivir sin ellos.

Tendremos que seguir, querido Forges, pero sin la posibilidad de agarrarnos a tu compasión hecha viñeta cada nuevo día, sin poder tenerte cerca para tirarte de la manga y pedirte ayuda para sonreír. De niña, desde que mi hermano mayor me descubrió tus viñetas, pasaste a formar parte de mi vida, como de la de tantos, hasta me aprendí de memoria los anuncios de tus libros históricos: “Aquí el oso de Don Favila, aquí unos amigos. Historia de aquí. ¡Pero hombre usted que dice! Yo que sé...”.

Cuando se van las personas valiosas nos queda lo que hicieron y nos queda lo que son, eso sí es eterno. Nos has dejado tu bondad, tu inteligencia, tu naturalidad, tus anécdotas, tu sabiduría. Nos has dejado tu voz y tu visión del mundo en la radio, en la tele, en el cine. Nos has dejado tus viñetas en recortes de periódico, en libros, en capturas de pantalla, en carpetas de favoritos, en retuits.

Ayer le envié a mi hermana por whatsapp la foto de una taza llena de bolígrafos que reposa sobre mi mesa de trabajo, junto al ordenador, donde escribo a diario. Ella me respondió con la foto un posavasos que reposa en su mesilla de noche, donde coloca su vaso de agua antes de irse a dormir. Mi taza y su posavasos tienen algo en común, una viñeta de Forges. Afirmamos.

 

Y entre mis tesoros guardo un tuit tuyo del 8 de junio de 2012, el que me dedicaste cuando leíste mi primera novela. Mi padre estaba muy enfermo y mis emociones eran una mezcla explosiva de satisfacción, por haber logrado escribirla y dolor inconsolable por el momento personal que atravesaba. Saltó tu mensaje en la pantalla de mi móvil mientras yo estaba en la sala de espera de algún médico y resulta muy difícil explicar lo que aquellos caracteres supusieron para mí.

Unos días después, caminaba yo por Recoletos y te vi venir de frente, paseando junto a esa belleza que ha recorrido la vida contigo, Pilar. Y, sin dudarlo, me acerqué a ti para abrazarte, para darte las gracias por tu mensaje – los que me conocen bien saben que jamás hago algo así, soy la que siempre se queda con ganas de saludar por vergüenza y por no molestar–, pero algo me dijo que no podía dejar pasar la ocasión de decirte lo que había significado tu apoyo para mí. Atolondrada, te di mil veces las gracias como una fan de youtuber y, otras tantas, pedí perdón a Pilar, víctima también de mi efusivo abordaje en plena calle.

Años después, tuve el inmenso honor de colaborar contigo en el programa que presentabas en RTVE, Impequeibols, y más tarde pasé a formar parte del consejo de dirección del Instituto Quevedo del Humor que dirigías. Allá donde tú estabas, todos queríamos estar, me consta que así sentían y sienten todos los profesionales que han compartido tal experiencia conmigo.

El pasado jueves, en tu despedida, me acerqué a saludar a Pilar, serena y bellísima incluso en el dolor. Me excusé: “No nos conocemos, bueno, en realidad un día... me acerqué a saludaros, por la calle” y ella continuó: “por Recoletos” y sonrió.

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Querido Forges, nos has dejado un montón de recuerdos imborrables. Nos has dejado tu firma en el corazón, buscaremos tus próximas viñetas en las nubes.

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NOTA DE LA AUTORA: Para Pilar, para Toño, para Pedro, para Volale, para toda la familia de Antonio, nuestro Forges, un enorme abrazo de trazo grueso.

Nos has dejado náufragos. Proclamo.

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