Muros sin Fronteras

Netanyahu en campaña

Cada vítore a Benjamín Netanyahu en el Congreso de EEUU tenía dos objetivos simultáneos: apoyar la política del primer ministro israelí, claramente enfrentada a la del presidente Barack Obama, y cavar un poco más la tumba política de un presidente casi saliente (finaliza en enero de 2017), al que detestan profundamente. Fue una invitación extraña, realizada por los representantes republicanos encabezados por el presidente de la Cámara baja, John Boehner; digo extraña porque Israel celebra elecciones el 17 de marzo, y tal honor podría entenderse como una interferencia en los asuntos internos de Israel, ya que los demás candidatos no gozarán de la misma visibilidad. El analista Ben Ron-Yishai lo resumió bien en la versión inglesa del diario israelí Yedioth Ahronoth: “Dos escaños y un chute de ego”.

Esa fue la razón por la que Obama decidió no recibir en audiencia a Netanyahu, una persona de la que guarda la peor opinión. En eso está de acuerdo con Bill Clinton, que en una ocasión dijo que el israelí era el mayor hijo de puta con el que se había cruzado. Para Netanyahu aquello no fue un insulto, sino un baldón, una prueba de que hacía bien su trabajo: defender los intereses de Israel. En este vídeo, Obama explica sus motivos y por qué la visión del primer ministro sobre Irán es un error.

Los representantes y senadores le interrumpieron 26 veces con los republicanos en pie, para que se les viera bien. En la tribuna de invitados estaba el premio Nobel de Literatura, Elie Wiesel, referente ético, superviviente del Holocausto y escritor de peso. En la misma tribuna se hallaba también Sheldon Adelson, magnate de los casinos, financiador de Netanyahu y del Likud y antiguo amigo de Esperanza Aguirre e Ignacio González, cuando vendieron la moto de Eurovegas.  El objetivo subliminal de este baño de autoestima es recuperar la influencia de otros tiempos, ahora en crisis, como cuenta la revista The New Yorker en el artículo de Connie Bruck, Friends of Israel.

Netanyahu es un tipo listo, habla un perfecto inglés, sin acento extranjero, que para eso vivió una buena temporada en EEUU. Se dio a conocer al público estadounidense en la Guerra del Golfo, en 1991, cuando un día sí y otro también entraba en los directos de la CNN. Gustaba su dicción y el lenguaje directo, muy televisivo, como si escupiera titulares. Netanyahu conoce también el alma norteamericana, sabe tocar las fibras sensibles y las políticas con gran maestría. Algunos, como Matthew Duss, sostienen que esta vez se ha equivocado, que le puede golpear el boomerang.

Lo hace tan bien que no se escuchan demasiadas críticas, no ya por el bombardeo de Gaza el pasado verano en el que murieron 1.354 civiles –incluyendo 415 niños y 214 mujeres palestinos– si no por su política cortoplacista, sus enredos, por no decir mentiras, en el asunto de Irán. Aquí, The New York Times le aplica el célebre fact check, una especie de control de calidad.

Es cierto que si fuera político israelí estaría preocupado por la posibilidad de que el régimen iraní tuviera armas nucleares, aunque el actual presidente Hassan Rouhani parezca muy razonable. Rouhani no es eterno, tiene un mandato limitado. Se me quitaría parte del miedo si recordara que Israel ya es potencia nuclear, la única en Oriente Próximo, con un número de cabezas cercana a las 400, según los expertos. Es decir, si Irán hiciera el ademán de disparar, Israel podría destruirle 400 veces. No parece una guerra muy apetecible.

Netanyahu maneja además, con no menos maestría los miedos israelíes, una sociedad que vive conmocionada por la memoria del Holocausto –el asesinato de seis millones de judíos– y con la sensación perenne de estar a punto de ser atacada por los países árabes. Ese caldo de cultivo es lo que permite a Netanyahu imponer la doctrina de los sionistas revisionistas, a los que su padre rindió devoción en su larga vida. Es imposible entender a Netanyahu sin analizar la figura paterna, un hombre que tuvo una enorme influencia.

Lo que preocupa a sus críticos en Israel es su visión cortoplacista, que se ha llevado críticas de un ex jefe del Mossad, Meir Dagan, que le calificó de peligroso para el futuro de su país y llamó a votar contra él. El Mossad son los servicios secretos. Otro crítico es el periodista Gideon Levy. En sus años en el Gobierno se ha cargado los Acuerdos de Oslo y cualquier pacto con los palestinos, ha roto los puentes de diálogo, ha construido en Cisjordania y Jerusalén Este para hacer inviable cualquier Estado palestino, ha bombardeado Líbano y se ha enemistado con Obama.

El primer ministro israelí parece ese tipo de banquero de Wall Street que nos ha llevado a la crisis que padecemos, que toman decisiones para ganar dinero en unos años, engordar sus bonus, aunque arruinen a sus accionistas y ponga en peligro la supervivencia de la empresa.  Parece una política suicida. En el vídeo anterior, Netanyahu explica ante la ONU su visión sobre los planes nucleares iraníes. Los carteles recuerdan mucho a los de Collin Powell sobre las armas de destrucción masiva en Irak.

¿Es Irán un peligro? Tal vez. La invasión estadounidense de Irak en 2003, celebrada por Israel porque en ese momento el enemigo número uno era Sadam Husein, un dictador que solo era peligroso para su pueblo, terminó en fiasco. Han pasado 15 años e Irak está peor que nunca. El ganador estratégico de aquella guerra ha sido Irán, que ahora controla el Gobierno de Bagdad y las milicias chiíes que combaten al Estado Islámico (ISIS).

Cuando Netanyahu compara el régimen de Irán con el ISIS y los mete en un mismo saco miente a sabiendas que lo hace. Irán es la única potencia en el terreno con capacidad de derrotar al Estado Islámico, lo mismo que Hezbolá en el Líbano.

El ISIS son suníes y en Irán son chiíes, es decir, enemigos mortales. No pueden ser aliados. Pero este tipo de detalles históricos deben ser como un algoritmo de Google para la mayoría de los republicanos aplaudidores que no deben ser capaces de situar en el mapa nada más allá del McDonald de su casa.

Netanyahu defiende que hay “alternativa” al actual acuerdo con Irán

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El objetivo de Netanyahu, además de ganar las elecciones de su país, es hacer descarrilar el acuerdo con Irán sobre energía nuclear. Para los moderados de Irán es importante, como lo es el levantamiento del embargo, que mejore la estrangulada economía iraní y que la gente apueste por las reformas. Cerrar esa vía es apostar por los radicales, como Mahmud Ahmadineyad. Quizá eso es lo que se busca Netanyahu: cuanto peor, mejor.

-¿Y los palestinos?

-¿Cómo dice usted? Los saharauis bien, gracias.

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