Año nuevo, romper lo viejo

Dos pequeñas nutrias de madera que se entrelazan entre sí terminan de marcar el nuevo rumbo que se inició, a su vez, con una bolsa de basura cargada de malos recuerdos. La casa de apuestas —con su pintada en la fachada: "Fuera del barrio"— que se veía desde el ventanal ha dejado paso a un horizonte verde lleno de árboles. Los ecos de las noches eternas de quienes cada fin de semana se congregan a las puertas del mercado ya cada vez se escuchan más lejos. El silencio ya sólo lo rompen un par de ladridos de Janis, que desde su nuevo "balcón" tiene una visión mucho más panorámica y mucho menos bulliciosa que antes.

Siempre me ha gustado mirar desde la calle las ventanas y los balcones de los demás. No con intención de invadir la intimidad de nadie, sino imaginándome cómo será lo que se ve desde allí. Y cómo estará decorado ese comedor, del que desde fuera se adivina una lámpara preciosa. A veces lo hago conmigo misma. El día de Navidad, mientras el coche subía la cuesta arriba, miré de reojo ese nuevo "balcón", para comprobar cómo lo verían los curiosos que, como yo, miran hacia arriba cuando pasean. "Un montón de plantitas lo dejarían precioso, qué pena que no tenga mano con ellas", pensé.

Este año he aprendido varias cosas: que diciembre no es mes para mudanzas, que un hogar no son ni el suelo ni las paredes, sino lo que construyes dentro, y que las páginas del calendario vuelan tan deprisa que no te da tiempo a asimilar que el tiempo pasa

Este año he aprendido varias cosas. La primera, que diciembre no es mes para mudanzas. La segunda, que un hogar no son ni el suelo ni las paredes, sino lo que construyes dentro y no se puede ver desde fuera. Y la tercera: que las páginas del calendario vuelan tan deprisa que no te da tiempo a asimilar que el tiempo pasa, para ti y para todos. De repente el planazo de los viernes por la noche es ponerse una peli en casa. O los sábados por la mañana los dedicas a pasar la aspiradora. O en tu lista de deseos de la carta de los Reyes Magos ganan, por goleada, los electrodomésticos. 

Pero también va mucho más allá. Un día te miras al espejo y te encuentras una cana, y fijas tu mirada en la de tu madre y empiezas a ver sus arrugas. 2023 no ha sido un año fácil. Tener que asumir que en algún momento vas a ser tú quien cuide a los demás y no los demás quienes te cuiden a ti no es sencillo. Al menos para mí. 

Llevo bien cumplir años, lo que detesto es que lo hagan los demás. A veces, echo cálculos. Hasta donde llego, claro, que soy de letras. Lo hago desde niña. "Cuando yo tenga X, ellas tendrán…". 

Evito hacerlo cada vez más. Este año también me han enseñado a intentar poner coto a la ansiedad. Entenderla, vivir con ella y, sobre todo, evitar que lo impregne todo. Prohibido decir "y si". Prohibido especular con todo tipo de escenarios. Y prohibido buscar soluciones a problemas que no han aparecido. "Cuando lleguemos a ese río, cruzaremos ese puente". Mientras tanto, respira.

Y brinda. Por los hogares que están por construir y por la familia a la que has visto remontar como una noche en el Bernabéu.

¡Ah! Y por un 2024 que va a ser la leche.

¡Feliz Año!

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