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Un presidente con corazón y una oposición sin alma

Mentían en casi todo, y sobre él también. Pedro Sánchez no era ese ser inconmovible del que hablan la derecha, la ultraderecha y sus afines, el hombre que supuestamente se aferraba con uñas y dientes al poder y que era capaz de cualquier cosa con tal de mantenerlo. Lejos de todo ello, el secretario general del PSOE ha enseñado un perfil frágil al que, sin duda, lanzarán sus ataques sus rivales. Los políticos que actúan como maltratadores, cosificando al adversario, convirtiéndolo en un monstruo que por el hecho de serlo merece todos los castigos, con el que son admisibles los golpes bajos y al que se le puede calumniar, insultar, atacar sin límites morales, hoy ya no sonríen ni se las prometen tan felices como durante el fin de semana, y Núñez Feijóo seguirá repitiendo que no es presidente porque él no quiere. Para ellos la democracia es de quita y pon, la respetan sólo cuando ganan unas elecciones, y cuando no lo hacen, ya se sabe: váyase, señor González. Es o ellos o nadie, y por eso nadie los quiere ni quiere pactar con ellos, excepto la extrema derecha.

Los fabricantes de lodo han vuelto a perder, han pinchado en hueso con sus aguijones y ya sólo les queda la rabia que expresan oráculos como Aznar, el presidente de los gobiernos más corruptos de la historia de la democracia, con más ministros encarcelados por ladrones, con más miembros de la trama Gürtel en la boda de su hija en El Escorial y con la carga de la mentira más vil que hemos oído: la que intentó confundir sobre la autoría de los atentados del 11M; o Díaz Ayuso, hoy encubridora y justificadora de defraudadores fiscales confesos y ayer responsable política de la muerte solitaria de miles de ancianos en las residencias de Madrid, una tragedia que quiso desdramatizar con una frase indecente: “Se iban a morir igual”; o el propio Núñez Feijóo, que veraneaba con un narcotraficante cuya amistad explica diciendo que “entonces era sólo contrabandista.” Claro que también cree que Badajoz está en Andalucía, que Huelva es una ciudad del Mediterráneo o que Picasso era catalán. Un patriota que no conoce ni la geografía ni la cultura de su país.

No creo que la polarización se atenúe ni que los discursos ofensivos se conviertan, como por arte de magia, en respetuosos con unas normas de comportamiento aceptables

Todos ellos actúan siguiendo las normas del neoliberalismo más feroz, capitaneado por esos manipuladores que tratan de rentabilizar el miedo al fantasma que ellos mismos han creado y se comportan como matones de escuela para ridiculizar al enemigo, porque así lo consideran y, en el colmo de la hipocresía, para exigirle resistencia y cargar así sobre las espaldas de las propias víctimas el peso de la ignominia a las que la someten, como señaló el mismo presidente Sánchez en su comparecencia.

No creo que la polarización se atenúe ni que los discursos ofensivos se conviertan, como por arte de magia, en respetuosos con unas normas de comportamiento aceptables: es como cuando decían que de la pandemia saldríamos mejores. Tampoco veo fácil que se puedan llevar a cabo iniciativas legislativas que favorezcan un clima más respirable. Ojalá me equivoque. Ojalá se le pudieran exigir responsabilidades, por ejemplo, a los jueces que dan la impresión de prevaricar aceptando denuncias insostenibles que además cuentan con una jurisprudencia clara por parte del Tribunal Supremo y que ni ellos ni nadie ignoran que no van a ir a ninguna parte. Lo contrario de la ley es la impunidad, y en eso entra también la de sus propios representantes. Más aún cuando el Partido Popular mantiene vergonzosamente secuestrado, con su propia connivencia, el Consejo General del Poder Judicial. Que Feijóo se refiriese en su arenga a “la independencia del poder judicial” resulta casi cómico.

El líder de esa formación dice que Sánchez “ha hecho el ridículo”, que su actitud es calculada y estratégica y dice pedir “disculpas en nombre de la política.” Desgraciadamente, no se refería a las más de cien tramas de corrupción de su partido. En resumen, ni dijo nada nuevo ni lo dirá. “Su realidad no ha cambiado un ápice”, enfatizó. Todo sigue igual en la oposición. Se dirige a “una España indignada” a la que él hace lo posible por indignar y dice que el proyecto del Gobierno de coalición se acabó. La pena para él es que eso no se decide en la calle de Génova, sino en el Parlamento.

El monólogo de Núñez Feijóo, lleno de amenazas y también de frustración, es un más de lo mismo. No puede hacer otra cosa: nadie le apoya, excepto los ultras, está solo, aislado, dentro de un abrazo del oso que terminará por devorarle. Ayuso espera en las sombras.   

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