El CGPJ, tarde y mal

Se abre el telón de un juzgado de instrucción por un caso mediático y aparece un juez amedrentando a una joven que ha denunciado acoso sexual. El interrogatorio del juez Adolfo Carretero a Iñigo Errejón y Elisa Mouliaá difundido por evidente interés público deja dos malestares evidentes. Un hecho objetivo es cómo el juez Adolfo Carretero hizo llorar a la denunciante durante el interrogatorio. El otro, más de fondo, es la alarma de cuántas mujeres anónimas denunciantes de violencia sexual se están enfrentando a actuaciones así. El interrogatorio a Mouliaá es disuasorio con las mujeres que estén pensando en denunciar un abuso y vean cómo la actuación judicial puede ser la segunda vez que pasen por lo mismo. 

La testifical de Carretero es alarmante por cómo se conduce de manera parcial. Favorece a Errejón, a quién ayuda a ir resolviendo las preguntas, y cuestiona el testimonio de la víctima dándole a entender que la denuncia es falsa. El juez no está para ajustar su moralina al testimonio de la víctima, que es exactamente lo que parecía estar ocurriendo en la sala 47 del juzgado madrileño. “Es raro que usted no dijera nada”; “¿Sabe usted por qué se sacó el miembro viril?”; “No se entiende que siguiera con este señor”; “Usted es una persona acostumbrada a tratar con el público, es actriz, ¿Cómo no es capaz de decirle esto (que parara)?”; ¿No sería que usted sí quería algo con él?”; o “¿Cómo se va con este señor a su casa?”. Son algunas de tantas frases, entre exabruptos, interrupciones y resoplidos.

Hay una evidencia de las agresiones sexuales para las que no debería hacer falta ni siquiera la ley del solo sí es sí. La agresión se puede producir en cualquier momento, incluso durante el acto sexual. No hay que buscar ni coherencia en lo que ocurrió antes ni en cómo la víctima llegó hasta ahí. Todo el interrogatorio a Mouliaá obvia y pone en duda una cuestión básica de la violencia sexual. Lo dicen los datos, la abrumadora mayoría de las agresiones se dan con conocidos y no ocurren en el vacío. 

No debería ser necesario que las malas actuaciones de los jueces salten a la opinión pública para que el Poder Judicial se sienta interpelado. Pierde su legitimidad cuando esto pasa a ojos de todos, que es casi siempre

Que el CGPJ no reaccionara igual que la mayoría que ha visto el interrogatorio tampoco es una buena noticia. Hay un problema de fondo cuando el Poder Judicial ha necesitado recibir más de 900 quejas para abrir un expediente al juez Adolfo Carretero. Y una ceguera preocupante cuando el primer comunicado que emiten es para reprochar la filtración y no la forma en la que el juez condujo el interrogatorio. Más allá de los sesgos, alarmó a quien lo escuchó. En esa primera reacción, el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ obvió su propia guía emitida en el año 2018, con Carlos Lesmes al frente, dirigida a todos los jueces para instruir y tomar declaración a las víctimas de violencia de género. Dice expresamente que las víctimas se tienen que sentir amparadas, protegidas y seguras por nuestro sistema legal, todo lo contrario a lo que practicó Carretero. Ante una mujer que estaba describiendo una situación de acoso cuestionó que tardara tres años en denunciar. “Tengo una hija”, respondió ya entre lágrimas Mouliáa. El juez remató “¿Y qué?”. 

Se genera una tensión evidente cuando el Ejecutivo insta a cambios en el Poder Judicial, aun cuando tiene que pasar por el trámite parlamentario. Pero hay una necesidad, también evidente, de reforzar el control judicial desde dentro del Poder Judicial. Es responsabilidad del juez seguir la jurisprudencia del propio Tribunal Supremo, controlar los abusos de las organizaciones ultras y vigilar que desde la judicatura algunos instructores se extralimitan o rozan el fraude. No debería ser necesario que las malas actuaciones de los jueces salten a la opinión pública para que el Poder Judicial se sienta interpelado. Pierde su legitimidad cuando esto pasa a ojos de todos, que es casi siempre.

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