Plaza Pública
Telemadrid: bodas de plata en pleno divorcio
Hace 25 años, el 2 de mayo de 1989, nacía Telemadrid como televisión pública para los madrileños. Tele Leguina la denominaron algunos, desencaminados en el diagnóstico por el ejemplo del resto de medios públicos al servicio de los gobiernos respectivos. Pronto se vio que Telemadrid era otra cosa, más cercana, más de estar en la calle y con la gente; políticamente, el director de Informativos, Fermín Bocos se preocupó de hacer unos Telenoticias plurales; contaban sí los actos de Gobierno de la Comunidad, gobernada por la izquierda, pero también del ayuntamiento de la capital, donde PP y CDS tenían mayoría. Pero al margen de política, estaban abiertos a la realidad madrileña: barrios, poblaciones, fiestas, actividades vecinales, que poco o nada pintaban en los telediarios nacionales, obtenían presencia y protagonismo en la nueva televisión. Bocos, además, dio a los informativos un estilo propio: los quiso corales, tanto en la presentación, con cuatro periodistas ante las cámaras, como en el desarrollo, con un pelotón de jóvenes redactoras y redactores personalizando cada una de las noticias desde el lugar en que se producían; pronto la cantinela "Para Telemadrid, Ana Aladro", o Vicente Vallés, o Luz Herranz, o Antonio García, o Luz Aldama, sirvió de identificador de cadena y periodistas, a quienes los madrileños reconocían como suyos.
Con todos los errores habituales de un debutante, los Telenoticias, con su estilo propio y sus contenidos repletos de información de proximidad, se convirtieron en referente. Al año siguiente, Fermín Bocos dejó la dirección de Informativos y en diciembre llegó Eduardo Alonso; en enero comenzó la primera guerra de Iraq y a uno de los jóvenes incorporados por Bocos, Jesús López Jordán, se le ocurrió tomar la imagen en directo de la CNN y que redactores y especialistas fueran aportando noticias, análisis, y puntos de vista de lo que estaba ocurriendo; se mandaron equipos a Israel, Jordania y Arabía Saudí, y aquella pequeña y poco experta televisión se convirtió en referente continuado del conflicto, por encima de las televisiones nacionales.
Cuando, en marzo de 1991, me sumé a la cadena como editor de los Informativos, mi primera exigencia fue respetar el espíritu fundacional –"lo que funciona, no se toca"–; tan solo bastaba ordenar, sistematizar, ahondar en la profesionalización, pero sin perder frescura, y cercanía. Características que no hicieron sino reforzarse cuando un par de años después accedió a la dirección Fernado González, a cuyas ordenes estuvimos durante seis años. Del pluralismo político de la época puede dar fe la doble denuncia que sufrimos por parte del PP de la Comunidad de Madrid (gobernada entonces por Joaquín Leguina) y del PSOE del ayuntamiento de la Capital (regido por Álvarez del Manzano). En el primer caso, el portavoz, Antonio Beteta, ofreció una rueda de prensa en la que criticó "la poca atención que recibía de Telemadrid"; su denuncia fue ampliamente recogida en los informativos, quedando así desactivada; en el segundo caso fue Juan Barranco quien presentó una queja ante el Defensor del Pueblo; la respuesta de los responsables de Informativos, aclarando la diferencia entre información de las instituciones y la propiamente política hizo que el líder socialista depusiera la demanda. Otro dato, que pone de relieve la independencia de aquellos informativos, se produjo con el relevo en la presidencia de la Comunidad que, en 1995, pasó de manos de Leguina a Gallardón, sin que el nuevo director general, Juan Ruíz de Gauna, hiciera otra cosa que confirmar al equipo rector de Informativos que había desarrollado su trabajo bajo gobierno del PSOE (quizás tuviera algo que ver con la decisión el que, en aquel verano, la media del Telenoticias principal superara el treinta por ciento de cuota de pantalla).
A Fernando González le sucedió Elena Sánchez, cesada tras un controvertido reportaje sobre ETA, y Alfonso García, un antiguo redactor por oposición, que ya había editado y presentado el Telenoticias de la tarde. Con él, y con Francisco Giménez-Alemán como director general, los Informativos mantuvieron independencia y pluralismo. Ambos cometieron un "error" al final de su mandato: trasmitieron en directo la Comisión de Investigación sobre El Tamayazo, El Tamayazo, que llevó a la presidencia de la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre.
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Tras la nueva convocatoria electoral, Esperanza Aguirre toma posesión del gobierno y sitúa al frente de la televisión pública a su fiel jefe de prensa durante años, Manuel Soriano; el nuevo responsable y su equipo de Informativos van a convertir a Telemadrid en aparato de propaganda de la lideresa y del PP. Pronto las cámaras abandonan la calle, su realidad, y sus preocupaciones, para instalarse en los despachos del gobierno de Aguirre. El desfile de declaraciones de consejeros, la minimización –cuando no ocultación– de los problemas, el ninguneo de la oposición, y la ausencia de protestas o conflictos que pudieran perjudicar la imagen de la Presidenta, se complementa con la implicación contra el Gobierno Zapatero y el apoyo a las teorías conspiratorias sobre la tragedia del 11-M.
Los Informativos, referentes, cuando no líderes, durante más de una década, pierden credibilidad y espectadores, que ya no se sienten reflejados en esa pantalla. Manipulación informativa, y oscurantismo en la ruinosa gestión económica, hunden a Telemadrid, que en 2013 habla de "deuda insostenible" y perpetra un ERE que deja fuera de la empresa a tres de cada cuatro trabajadores, pero que mantiene inalterable al equipo directivo que ha causado el desastre. La Justicia reconoce como improcedente el despido de unos trabajadores, que llevaban diez años denunciando la falta de libertad y pluralismo de los Informativos y la nefasta gestión económica. Durante ese tiempo han dado un ejemplo con su defensa de una televisión pública al servicio de los madrileños, pero hoy están fuera de la empresa, que sigue en manos de quien han causado descrédito y ruina. Tan solo les queda la esperanza de que llegue al gobierno de Madrid una izquierda que ya ha firmado un compromiso para reflotar la televisión pública en caso de que lograran el triunfo en las urnas.
Mientras, Telemadrid, sumida en la irrelevancia de una cadena que solo conserva un escuálido cuatro por ciento de espectadores, llega a sus bodas de plata divorciada de los madrileños, aquellos que durante casi quince años se vieron reflejados en ella y que hoy le han dado la espalda.