Canción de antiguos amantes

La imaginación es una compañía necesaria para convivir con la realidad. Aliada imprescindible de la memoria, nos ayuda a mantener la presencia de lo perdido, de lo que va convirtiéndose en el fondo maternal de nuestro paso por el mundo. Imágenes de otro tiempo se hacen presentes, y se hacen presente, cuando cerramos los ojos o cuando se cruza lo que nos sorprende en el día de hoy con lo que hemos sido en el ayer. También la imaginación es una buena aliada de la esperanza, de la persona que está a la espera, de la conciencia que necesita pensar un futuro más habitable. La imaginación busca respuestas contra las hostilidades. De ahí que la literatura no se limite a escribir la crónica de los grandes acontecimientos. De la mano de la imaginación, se mete dentro de la vida, mira desde el interior lo que ocurre en cada casa, en cada dormitorio, en cada corazón, más allá de las encuestas, de las estadísticas y de las fechas. El mundo es diverso y coral.

Como el olvido no sólo afecta al pasado, sino también al presente, la imaginación forma parte del combate contra la indiferencia. Después de algunas semanas de noticias sobre la guerra de Ucrania, corremos el peligro de acostumbrarnos a esa zona calamitosa de la realidad. Quien imagina una ciudad bombardeada, una familia en ruinas, un zapato de mujer entre los escombros, el muñeco de un niño junto a un cadáver, un perro desorientado bajo el humo, no puede acostumbrarse a lo que está ocurriendo de manera tan hiriente. Pero, además, la imaginación nos impide que la actualidad oculte unas realidades con el ruido de las otras. También es bueno imaginar lo que no vemos todos los días en el televisor, recordar que existe Afganistán, Siria, Yemen, Palestina, Etiopía… La razón y el conocimiento necesitan alimentarse de sus imaginaciones. Y el periodismo también. Una imaginación no convertida en fantasía, sino en curiosidad e impertinencia, favorece que pensemos más allá de los discursos únicos y las corrientes establecidas de opinión.

Escribo estas cosas después de haber leído Canción de antiguos amantes (Alfaguara, 2022), la nueva novela de Laura Restrepo, una invitación a conocer la realidad a través de la mitología y a perseguir o imaginar el presente con la mirada de unos personajes literarios que pisan los conflictos actuales de la tierra, y los ordenan en el tiempo, a la sombra de figuras como la reina de Saba y el rey Salomón. Un joven estudioso, que intenta reparar su experiencia de la pérdida con la imaginación de una belleza mítica, persigue el sueño de la reina de Saba a lo largo de la literatura, desde Santo Tomás de Aquino a Malraux, pasando por Nerval y Rimbaud. Pero su desplazamiento geográfico lo lleva a conectar con Médicos Sin Fronteras y con una realidad marcada por Pata de Cabra, los campos de refugiados, las migraciones, la violencia sobre las mujeres, el hambre y la difícil supervivencia. El relato de la imaginación no sirve para huir de la vida, sino para enfrentarla.

La imaginación ayuda a no olvidar que los derechos humanos son universales y que más allá de la actualidad europea existe un mundo diverso y coral, y una barbarie de evacuaciones, migrantes maltratados y sufrimientos

La historia de la reina y el rey se convierte en el amor entre el joven Bos Mutas y Zahra Bayda, una partera que conduce el dolor de su propia historia a la solidaridad, incorporándose a Médicos Sin Fronteras, una organización con la que ha colaborado mucho Laura Restrepo, viajera comprometida en la decisión de escribir diversas crónicas sobre las realidades olvidadas del mundo. Como a uno de sus personajes, a ella también se le acercó una madre para ponerle en los brazos y regalarle una niña recién nacida porque la mujer que la había parido no encontraba manera de mantenerla. Y también conoció la desgarradura de no poder evitar una ablación, aprobada como un acto tradicional en el país con el que se intenta cooperar.

La imaginación no sirve mucho a la hora de solucionar el peligro de cruzar a un bebé ajeno y sin papeles por una frontera. Tampoco ayuda del todo la imaginación a la hora de mantenerse quieta ante la barbarie porque no se puede irrumpir de forma brusca en las costumbres ajenas, arriesgando la permanencia de un campamento médico imprescindible para miles de personas. Pero la imaginación sí nos ayuda a vivir por dentro el dolor del otro, a ponernos en la piel de una adolescente violada, una madre que necesita regalar a su hija recién nacida o unos médicos que deben salvarle la vida a un hombre herido que acaba de degollar a varias mujeres.

La imaginación ayuda a no olvidar que los derechos humanos son universales y que más allá de la actualidad europea existe un mundo diverso y coral, y una barbarie de evacuaciones, migrantes maltratados y sufrimientos. Sólo quien tiene imaginación puede comprender el dolor del otro, decía Rousseau. Sólo quien conoce el dolor, comprende el significado de la palabra amor. No es extraño que la novela dolorosa de Laura Restrepo se pueda leer como un homenaje a la literatura, al sentido de la palabra escrita con capacidad de imaginar a los otros, pero desde la conciencia propia. Por eso el argumento de esta Canción de antiguos amantes acaba en manos del Cantar de los cantares, la primera gran historia de amor de los seres humanos, amor con ellos mismos y amor con la naturaleza.

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