Plaza Pública

Carta abierta a Albert Rivera

Francisco Javier López Martín

Albert,

Has abandonado el cargo, todos los cargos y te vuelves a casa, a ocuparte de otras tareas. Seguro que no te faltan ofertas y oportunidades. Un día volverás a la política, si el animal que te habita no encuentra otros caminos para satisfacer su apetito, o si no aprendes a dominar sus insaciables ansias de poder. Tal vez para entonces tu partido siga existiendo, habrá caído en otras manos, o haya desparecido en el pantano cada día más incierto y movedizo, en la ciénaga nacional. También puede ser que te acomodes en el salón que se abra tras la puerta giratoria que casi seguro ya te tienen asignada.

España decide sus gobiernos desde el centro, pero el centro no gobierna España. Hasta hace una década el famoso bipartidismo imperfecto, nunca se veía afectado por los mejores o peores resultados a la izquierda del PSOE. Eran los partidos nacionalistas de centro, PNV o CiU, los que determinaban que la mayoría relativa obtenida por unos u otros se transformase en gobierno.

Esto era así, al menos, hasta que el mapa político emanado de la Transición saltó por los aires tras la crisis financiera, económica, de empleo, política, social, cultural, que ha sacudido a España durante los últimos diez años. La denominada nueva política era, entre otras cosas, el advenimiento de una nueva generación de actores que exigían entrar en el reparto del pastel de la cosa pública.

Tras 30 años de democracia, se abrían puertas y ventanas. El sol de la calle iluminaba las zonas oscuras de la corrupción que había invadido los rincones de los salones de plenos, las gradas de los palcos, los despachos de gobierno. El aire fresco de la juventud en las calles contrastaba con la nauseabunda putrefacción que se acumulaba en los espacios cerrados, los sillones, los despachos donde se pactaban comisiones en esa orgía público-privada que alegraba la economía nacional.

Podemos, Ciudadanos, fueron el resultado de aquella mutación. Los primeros se convertían en la izquierda aún indefinida, pero joven y alternativa, dispuesta a convertir el adocenamiento socialista en transformaciones reales. Vosotros os convertisteis en la derecha liberal y centrista, capaz de disputar el espacio a un PP atenazado por la corrupción interna. De hecho, en las anteriores elecciones casi rozasteis el famoso sorpasso. Parecíais un partido capaz de inclinar balanzas a uno u otro lado, sin necesidad de recurrir al nacionalismo catalán, que a esas alturas se pudría en el caldo reconcentrado de su 3 per cent.

Es cierto que Sánchez ha cometido errores importantes, aconsejado por esos asesores mercenarios y sobrevalorados que aciertan a que la flauta suene tan sólo de vez en cuando. Es verdad que Iglesias se ha dejado muchos pelos en la gatera por pensar más en el corto plazo de un puñado de cargos, que en un medio plazo que consolidase un proyecto político que ya presenta demasiados nuevos rotos y descosidos.

Casado ha jugado a esconderse tras partidos como el tuyo, para no pagar el precio de la ingobernabilidad de España. Dejarse querer por ti y por los ultras, al mismo tiempo, le ha permitido recoger tu desastre, pero pagará el precio del crecimiento de una ultraderecha que aguardaba su oportunidad escondida en sus propias filas, entre las mamandurrias de Aguirre y otros liberales neoconservadores.

Vivimos en una España líquida, como líquida es Europa y cada lugar del planeta. Todo lo que era sólido ha dejado de serlo. Por eso estáis ahí. Lo que era una victoria hace bien poco se ha transformado en aparatosa derrota. Es cierto que, en buena parte, el voto se decide en el último momento y por motivos coyunturales, causas impredecibles, caprichos aleatorios. Pero sobre todo por tendencias prefabricadas que se van abriendo paso en la opinión pública y publicada, de la mano de opinadores bien alimentados. Hoy eres buena opción, mañana han cambiado las tornas.

Hay quien decía que eres hijo del IBEX 35. Pero tal ingenio no tiene hijos. Entrena pupilos para subirlos al ring, quemarlos, sustituirlos cuando lo creen necesario. Esta vez fuiste demasiado lejos. Te pudo la ambición de disputar a Casado el liderazgo de la derecha. Ellos te querían en un gobierno con Sánchez, antes de permitir que Unidas Podemos entrase en cualquier opción de gobernabilidad. Dejaste de ser un tipo de fiar. Te dejarán sentarte en algún consejo de administración, o alimentarán alguna iniciativa que te venga a la cabeza, o que te sugieran. Tal vez, un día, cuando seas más de fiar, te dejarán volver.

Pero no sólo eres víctima de ellos. Eres víctima de ti mismo, tu prepotencia, tu ambición, tu soberbia. Te ha pasado lo mismo que a esos jugadores que entran demasiado jóvenes en el primer equipo y comienzan a ganar dinero, asistir a fiestas bien acompañados, en coches carísimos, embarcados en yates increíbles, noches locas de hotel.

Te has obsesionado con un nacionalismo intransigente de grandes banderas, frente al catalanismo rampante y manipulado, tensando la cuerda hasta límites que ya han tocado fondo en España. Los réditos de esa batalla ya no son de quienes se reclaman centristas. Como no se puede ser de centro y predeterminar que sólo apoyarás a Casado, negando el pan y la sal a cualquier acuerdo con el PSOE. Para ese viaje anunciado los electores preferirán siempre votar al original. Y así lo han hecho.

Como es imposible ser de centro, europeo, demócrata, aceptando participar en gobiernos apoyados y condicionados en sus acciones y hasta en sus omisiones por la ultraderecha, por mucho que hayas intentado salvar los muebles echando la culpa a los otros socios de gobierno, ya sea en Andalucía, o en Madrid. Observa el crecimiento neofascista en estos lugares y tal vez entiendas.

Tus votantes esperaban que en España apoyases a Sánchez y que ni por activa, ni pasiva, te apoyases en la ultraderecha. Te lo anunciaron bastantes compañeros de partido, pero los apartaste y decidiste rodearte de personajes como Marcos de Quinto, lo más parecido a los encomenderos y bandeirantes que acabaron con las misiones y reducciones jesuitas de los pueblos indígenas asentados cerca de ríos de nombres tan luminosos como la Plata, Paraná, Iguazú. Tan sugerentes como el río Confuso, o el Yabebyry.

Con la ultraderecha, no. Por mucho que te duela Valls te lo anunció y te lo dijo: no se podía pactar con ellos sin perder el alma. La ultraderecha lo contaminará todo. Por eso es el momento de la responsabilidad. Es el momento de pensar en España con sentido de Estado y en la mayoría de los ciudadanos.

No le falta razón, pero no quisiste verlo. No me gusta hacer leña del árbol caído. La vida es muy larga. Tómate tu tiempo y sólo sé que ya veremos. Por lo pronto el panorama que has dejado a tu paso, con ayuda de otros muchos, no puede ser más desolador.

Un saludo. ____________

  Francisco Javier López Martín fue secretario general de CCOO de Madrid entre los años 2000 y 2013.

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