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España no está preparada para el cambio climático

Alejandro Sacristán y Fernando Prieto

Las últimas semanas han demostrado que ni la población, ni los ecosistemas, ni los políticos están preparados para el cambio climático.

“Ya que sabéis tanto, ¿porque no hacéis algo?”

 

Cuando empezamos con este artículo hace unos meses, después de la presentación del informe de febrero del IPCC sobre los impactos del cambio climático, el título era con interrogantes, ¿Está España preparada para el cambio climático? Hoy, después de casi 200.000 hectáreas quemadas, 600 muertos por la ola de calor y la falta de medidas tomadas por las autoridades, la respuesta clara es no.

En efecto, lo que ha pasado estas dos últimas semanas nos indica claramente que España no está preparada para el cambio climático y lo peor es que no se observan claras actuaciones para enfrentar lo que queda del verano y las próximas olas de calor. Según la Organización Meteorológica en Ginebra, "lo que estamos presenciando hoy es, por desgracia, un anticipo del futuro" si no se toman las medidas adecuadas.

Los masivos incendios forestales, incluso mayores de 30.000 hectáreas, han asolado superficies de excepcional valor ecológico, desde Sierra Bermeja que ardió en octubre del año pasado durante 46 días, y otra vez este mes de junio. O el caso de Sierra Culebra donde el fuego se inició antes de que se decretara oficialmente (¡!) la campaña de incendios –y que por eso no se pudo atacar antes (¡!)- y supuso más de 25.000 hectáreas, y el siguiente en lo que quedaba de bosque colindante, el 18 de julio sin que parece que se hubieran tomado las medidas necesarias.  

En total se puede hablar de más de 200.000 hectáreas que han afectado incluso a parques nacionales como Monfragüe o el del Teide cuando se escriben estas líneas, que deberían ser las zonas más controladas del país. Por otra parte, España sufre una importante sequía que ya ha hecho perder un 40% de la cosecha de cereales, además de árboles frutales y miles de hectáreas de diversos cultivos de regadío. Y, según vaya avanzando la sequía durante el verano, irá dejando docenas de municipios sin agua potable. El impacto en la ganadería también empieza a ser serio, sobre todo en explotaciones extensivas, por falta de prados y pastos. El agua sigue sin depurarse al 100% y sigue sin tratarse con el cuidado que se requeriría. Recordemos que los regadíos han aumentado hasta el año 2021, en un escenario de aumento de temperaturas e irregularidad de precipitaciones. Es evidente que ni los ecosistemas forestales, ni la agricultura, ni la ganadería están adaptados a este cambio climático.

La población tampoco está muy adaptada. Ha habido más de 1.000 personas muertas, trabajadores de incendios y otros obreros que seguían con horarios y uniformes absolutamente incompatibles con las condiciones extremas de la ola de calor. Pero sobre todo a la gente con menos ingresos y más vulnerable, que es la más afectada por estas olas de calor. Además, hemos vuelto a comprobar que la rehabilitación de las casas para adaptarse al aumento de temperaturas sigue siendo algo totalmente testimonial, que sigue habiendo pobreza energética incrementada todavía más con los elevados precios de la energía, y que las placas solares que podrían aliviar esta pobreza energética sobre todo en comunidades energéticas fracasa en el mar de burocracia y precios que siguen beneficiando a las eléctricas.

Las autoridades no han sido capaces de trasmitir la gravedad de la emergencia climática en la que estamos sumidos, con cadenas de mando claras que avisen a la población de la situación de riesgo y exijan a las empresas comportamientos adecuados.

Finalmente las autoridades no han sido capaces de trasmitir la gravedad de la emergencia climática en la que estamos sumidos, con cadenas de mando claras que avisen y adviertan a la población de la situación de riesgo y exijan a las empresas comportamientos adecuados. Tampoco se ha legislado con urgencia para proteger a las poblaciones más vulnerables en temas como la pobreza energética, o se habiliten refugios climáticos, como se hizo en otros países y ciudades, o impidiendo que los obreros sigan trabajando en estas condiciones. Las ciudades, en general, todavía no han creado sus cinturones verdes, ni aumentado su arbolado ni realizado corredores entre parques o entre los parques y el exterior de las ciudades, o quitado el coche del centro. En otros países han hecho algo más, por ejemplo, en el Reino Unido el Parlamento declaró estos días la “emergencia nacional por calor extremo, y el gobierno británico informó que sus funcionarios estarán reunidos este viernes y durante el fin de semana para discutir la respuesta a la ola de calor. En Francia Macron ha prometido duplicar los presupuestos para emergencia climática (con 26.000 hectáreas quemadas) asegurando además que sería el primer país industrial en conseguir cero emisiones.

Lo que escribimos hace unos meses de Aclimatarse o morir, es cada vez más inapelable y en el contexto de agitación geopolítica, la lucha contra el cambio climático debe de seguir y se debe recuperar la cooperación multilateral entre todos.

El informe de Naciones Unidas del 28 de febrero del 2022 señalaba el área mediterránea como una zona con especial riesgo por el cambio climático. La pregunta después de la publicación era inmediata: ¿estamos preparados? Ahora tan solo cinco meses después ya hemos comprobado que no solo no estamos preparados, sino que no hemos empezado a hacer los deberes, y por ello la conclusión es inmediata, si sabemos lo que puede pasar, lo que está pasando, ¿por qué no hacemos algo? 

Fernando Prieto. Dr. en Ecología. Observatorio Sostenibilidad.

Alejandro Sacristán. Miembro del Comité directivo del Club Nuevo Mundo de Tendencias21.

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