¿Quién ganó: el PP de Galicia o el sistema electoral?

Alejandro Solís Rodríguez

Antes de las elecciones en Galicia, la cuestión del sistema electoral cobró una especial relevancia en las columnas de opinión de los principales medios de comunicación en nuestro país. Especialmente, en lo que respecta a la sobrerrepresentación de Lugo y Ourense en el Parlamento de Galicia, puesto que ambas provincias repartían más escaños (14) de los que les correspondería en función, exclusivamente, de su población. Algo que, por la situación en la que se encontraban, cobró más interés en el entorno de la izquierda —y, en concreto, de Sumar y Podemos—, donde el hecho de superar la barrera electoral del 5% en cada una de estas provincias, algo que, finalmente, no ocurrió, era una cuestión de vida o muerte.

En este sentido, se ha sugerido desde algunos ámbitos que esta sobrerrepresentación de la Galicia rural es una de las razones —si no la de mayor peso de todas ellas— que han motivado la victoria del PP de Alfonso Rueda. De hecho, Jaime Miquel, en estas mismas páginas, señaló que "en Galicia está pendiente una reforma electoral" con el objetivo de corregir este problema. Ahora bien, y aquí llega la pregunta: ¿de haber sido otro el sistema electoral, habría cambiado el resultado en Galicia?

En primer lugar, habría que distribuir los escaños en Galicia según la población. Para ello, Lugo y Ourense, que cuentan con un 12% y un 11,3% de los habitantes de la región, pero un 18,6% de los escaños del Parlamento de Galicia cada una, tendrían que perder 5 escaños cada una. De esta manera, ambas tendrían un número de asientos acorde al de su población, representando estos 9 escaños un 12% de los que hay en el Parlamento de Galicia y, con ello, un balance perfectamente proporcional.

Por supuesto, estos escaños irían a parar a las otras dos provincias, que verían corregida su infrarrepresentación, siendo A Coruña la más beneficiada, que pasaría de los 25 a los 31 escaños. Por lo tanto, con 41,6% de la población, contaría con un 41,3% de los escaños, mientras que, en la actualidad, A Coruña sólo tiene un 33,3% de los asientos en el Parlamento de Galicia.

Dicho esto, ¿cómo afectaría esta variación al resultado del 18F? Hay varias posibilidades. En primer lugar, para saber cúal sería el resultado podríamos utilizar la fórmula D’Hondt, que es la que se utiliza siempre en España, pero no es la única. También existen otras fórmulas, como Sainte-Laguë, que es muy similar a D’Hondt, pero de carácter aún más proporcional. 

Ahora bien, el resultado no sería muy distinto. Con esta nueva distribución de escaños y con la fórmula D’Hondt, el PP sólo perdería un escaño que iría a parar al PSOE, mientras que el BNG mantendría sus 25 diputados, al igual que Democracia Ourensana. Por su parte, Vox y Sumar no entrarían en el Parlamento de Galicia, algo que tampoco cambiaría si redujeramos la barrera electoral del 5% al 3% de los votos.

Asimismo, si utilizáramos la fórmula Sainte-Laguë, el PP de Galicia tampoco perdería la mayoría absoluta, aunque se quedaría al filo de hacerlo con 38 escaños. Los populares perderían otro escaño, que iría a parar al PSdeG, situándose en los 11 escaños. Por su parte, el BNG y Democracia Ourensana volverían a mantener su resultado. Dicho esto, ¿a qué se debe que, a pesar de la redistribución de escaños, el PP siga manteniendo un resultado muy similar y, con ello, la mayoría absoluta?

Principalmente, se debe al hecho de que, aunque es cierto que el PP obtiene su ventaja en Lugo y Ourense, donde su ventaja sobre la izquierda es muy notable, esto no significa que los populares obtengan un mal resultado en las provincias de carácter urbano, como son A Coruña y Pontevedra. En la primera, el PP se hizo con más de un 47% de los votos, mientras que en la segunda, con cerca de un 44% de los votos, continuó por encima de la barrera del 40%.

Con el método de circunscripción única el PP de Alfonso Rueda perdería la mayoría absoluta, situándose en los 37 escaños, pero es probable que siguiera al frente de la Xunta, puesto que Vox se haría con un escaño al tener un 2,19% de los votos totales

Por lo tanto, aunque el PP pudiera perder hasta 6 escaños en Lugo y Ourense con una distribución de escaños ajustada a la población de cada provincia, seguiría siendo capaz de recuperar 3 escaños en A Coruña y 1 en Pontevedra, compensando esta pérdida. Por ello, aunque A Coruña y Pontevedra estén infrarrepresentadas, también lo está el resultado del PP de Galicia en ellas, por lo que la mayoría absoluta de los populares seguiría produciéndose.

Pero, ¿y si el problema no está en el número de escaños que reparte cada provincia, sino en la circunscripción provincial en sí misma? Esto es algo que, en cierta manera, ya ocurre en España, donde las provincias del interior, las más rurales —especialmente las menos pobladas de Castilla y León o Castilla-La Mancha—, están sobrerrepresentadas en el Congreso de los Diputados, pero es muy difícil plantear una solución, puesto que la circunscripción provincial está recogida en la Constitución. 

En el caso de Galicia, para corregir esta problemática hay quien podría pensar que la solución se encuentra en un sistema electoral como el que se utiliza en las elecciones al Parlamento Europeo en España, donde hay una única circunscripción —por lo que la cuestión de la circunscripción provincial desaparece— y no hay barrera electoral, lo que supuso tantísimos quebraderos de cabeza para la izquierda de cara al 18F. Por lo tanto, ¿cómo hubiera sido el resultado del 18F con este sistema electoral?

Con este método, el PP de Alfonso Rueda perdería, por fin, la mayoría absoluta, situándose en los 37 escaños. Sin embargo, es muy probable que los populares siguieran al frente de la Xunta de Galicia, puesto que Vox, que hasta ahora no había logrado ningún asiento en Galicia por tener sólo un 2,19% de los votos, se haría con un único escaño que, aunque pudiese dificultar las cosas a Alfonso Rueda, serviría para llevar de nuevo a los populares al Gobierno de la Xunta. Igualmente, Sumar, que también se quedó fuera, lograría un escaño a pesar de no llegar al 2% de los votos en el conjunto de Galicia. 

Divididos, los votos de Vox y Sumar no son suficientes, pero al agruparse en una única circunscripción, sí que serían suficientes para obtener un escaño cada uno. Algo que, al revés, le pasa a Democracia Ourensana, puesto que lograr 15.000 votos en Ourense es una auténtica proeza, pero en el conjunto de Galicia no, lo que les llevaría a perder su representación. Aun así, no sería suficiente, pues la entrada de Sumar se compensa con la de Vox.

En resumen, a pesar del esfuerzo de la izquierda, que ha sido innegable en estas elecciones, la realidad ha vuelto a imponerse. La fortaleza del PP de Galicia, con Alfonso Rueda al frente, radica en el logro de ser capaces de aglutinar, en un solo partido, a casi la mitad de los votantes de la región. Algo que ya lleva ocurriendo desde hace demasiadas legislaturas y que, en un sistema electoral como el nuestro, supone una amplísima ventaja. Sin embargo, aunque el BNG parece estar entendiendo las ventajas de hablar al conjunto del electorado, la situación del PSdeG y Sumar ha lastrado la posibilidad de un cambio en la región.

Por lo tanto, la izquierda no sólo sigue teniendo pendiente la tarea de ser capaz de unificar a las diferentes sensibilidades que existen en su espacio político —algo que, hasta ahora, no ha logrado, centrándose, cada vez más, en sus diferencias— sino que, de una vez, debería darle la seriedad que se merece a las reglas del juego. Es decir, el sistema electoral, puesto que, al final, es él quien marca que los 700.491 votos del PP de Galicia se traduzcan en 40 escaños, mientras que los 674.765 votos de la suma del BNG y el PSdeG sólo —y los 28.171 votos de Sumar que fueron a la basura— logren 34 escaños. Esta cuestión, aunque pueda parecer evidente, es algo que va más allá de la barrera electoral. Que la división no nos vuelva a costar un Gobierno.

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Alejandro Solís Rodríguez es politólogo.

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