LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Especulación en el infierno: los intermediarios inflan los precios en medio del caos y la muerte de Gaza

Por qué es importante la incertidumbre en la crisis climática

Isa Ferrero

El último libro del destacado físico y meteorólogo Tim Palmer vuelve a recordar la importancia que tiene la duda en la ciencia, especialmente por las consecuencias traumáticas y que empiezan a ser irreversibles de la actual crisis climática.

Hace ya más de una década que los historiadores científicos Naomi Oreskes y Erik M.Conway arrojaron luz sobre cómo los grandes poderes económicos en Estados Unidos utilizaron la incertidumbre para retrasar la acción climática. No solo ha tenido efectos desastrosos en nuestro clima, sino que además ha permitido que el público general asocie erróneamente la incertidumbre con el negacionismo.

Tim Palmer, sin asumir una posición determinista, nos recuerda que no debería ser así haciendo un repaso de la historia de la ciencia. Fue precisamente en el siglo XX cuando quedó bastante claro que era insostenible seguir asumiendo una posición determinista como la que podía defender un siglo antes el matemático Pierre-Simon Laplace. En esa misma línea, a pesar del gran desarrollo científico y sobre todo de los avances computacionales, la ciencia climática sigue plagada de incertidumbre y de fenómenos y misterios que simplemente desconocemos.

El punto principal es que la incertidumbre debería ser un motivo para tomar acciones mucho más radicales para luchar contra el cambio climático. El principal motivo es que la ciencia –por buenas razones–, tiende a ser conservadora. Es aquí cuando la mezcla de conservadurismo e incertidumbre puede provocar que seamos incapaces de ver que las consecuencias sean mucho más desastrosas de lo que pensamos.

Además, hay otro factor. A medida que el planeta se vaya calentando, es bastante claro que la incertidumbre será cada vez mayor. Hasta ahora los modelos han acertado, pero eso no asegura que en un futuro no lejano entremos en puntos de no retorno. La no-linealidad y la naturaleza caótica son dos motivos para pensar que probablemente ese sea nuestro destino si no realizamos esfuerzos drásticos para reducir nuestras emisiones.

Palmer da el ejemplo clásico de la radiación que reflejan las nubes (el albedo). A día de hoy sigue siendo un problema muy complicado en la ciencia del cambio climático, ya que dependiendo del tipo de nube esta produce en el balance un efecto de enfriamiento o calentamiento en nuestro clima. Se podría decir lo mismo de la liberación de metano almacenado o de las corrientes oceánicas. Es posible que, en un planeta más caliente, el cambio en el tipo de nubes cause un efecto de realimentación muy grande que aumente considerablemente la temperatura del planeta. A su vez, este cambio podría desencadenar otro proceso de realimentación positiva o un cambio en el clima que provoque otra gran disrupción y así indefinidamente hasta que se alcance un equilibrio completamente incierto para nuestra ciencia.

A medida que el planeta se vaya calentando, es bastante claro que la incertidumbre será cada vez mayor. Hasta ahora los modelos han acertado, pero eso no asegura que en un futuro no lejano entremos en puntos de no retorno

Si hablamos de las consecuencias sociales, el problema es similar, con la diferencia de que la incertidumbre es todavía mayor. Si intentamos plantear ecuaciones que describan estos escenarios, descubrimos igualmente un carácter no lineal inquietante. De nuevo, hay que recalcar que es un motivo más para la acción climática. De igual forma, también deberíamos actuar si especulamos con fundamento: en eso comprender la Historia reciente se torna crucial. Por ejemplo, si pensamos en el crecimiento de la extrema derecha, es inevitable pensar que el auge del populismo autoritario podría haber sido bastante mayor en un mundo en el que cientos de millones de personas tuvieran que huir de regiones completamente inhabitables o que la paz mundial sería una auténtica quimera con países al borde de la guerra muy armados y con armas nucleares como es el caso de India, Pakistán o Israel.

Paralelamente a la reducción de las emisiones, debemos también dar pasos en materia de adaptabilidad. Para ello, podría ser una buena idea prestar atención a la hipótesis que sostiene Palmer al señalar que la meteorología no es la única ciencia que sigue una especie de “geometría del caos” que determina las predicciones meteorológicas que se realizan a diario. La clave podría estar, según Palmer, en que la naturaleza caótica que descubrió Edward Lorenz aplica de forma similar a las ciencias sociales. Si eso fuera cierto, podríamos aplicar los mismos métodos de la meteorología: cooperación internacional y uso de los supercomputadores más potentes para simulaciones donde podríamos variar y jugar con las condiciones iniciales con el objetivo de mejorar la comprensión del riesgo.

Todo ello es un escenario posible al contrario de lo que ocurre con la geoingeniería. Curiosamente, estas técnicas son promocionadas también por los grandes poderes económicos que buscan retrasar la acción climática prometiendo un futuro al que no creo que lleguemos jamás, ya que están en la frontera de los límites del conocimiento. En la línea de lo que se ha dicho anteriormente, la incertidumbre y el caos son dos motivos para desechar la terrible idea de cambiar nuestro clima deliberadamente porque, además, –como bien señaló Palmer–, esto fácilmente interactuaría con problemas políticos y con la inestabilidad del orden mundial.

Debatir adecuadamente temas tan importantes como estos requiere que adquiramos una mejor comprensión de la duda en la ciencia. No solo para que como sociedad comprendamos la urgencia de reducir las emisiones, sino también para utilizar la ciencia para proteger a los más vulnerables y adaptarnos a una nueva realidad dentro de los límites de un mundo caótico.

________________

Isa Ferrero es investigador de sistemas complejos y cambio climático y autor de 'El Futuro del Liberalismo'.

Más sobre este tema
stats