El mensaje falso y reaccionario de la “moderación salarial”

Fernando Luengo Escalonilla

Hay expresiones que, con el tiempo, a fuerza de repetirlas una y otra vez, se han colado como parte del sentido común económico, como si fueran evidentes, indiscutibles. Hay un sinfín de ejemplos al respecto. Me centraré en estas líneas en el término “moderación salarial”, preguntándome qué implicaciones analíticas y en términos de política económica tiene moverse en estas coordenadas.

En primer lugar, hay que ser conscientes de que cuando se habla de salarios se hace referencia a los valores promedio. Es una información sin duda útil, pero al mismo tiempo sesgada, pues oculta la dispersión retributiva existente dentro de las empresas y entre ellas, lo que podemos denominar “abanico salarial”. Las diferencias entre los que más y menos ganan, diferencias que no han dejado de aumentar o, en el mejor de los casos, se han mantenido en niveles muy elevados. 

En segundo lugar, la expresión “moderación salarial” pone el foco en las retribuciones de las personas trabajadoras, quedando de esta manera al margen de la reflexión y por supuesto de la acción política, las rentas no salariales y la acumulación de riqueza, que pasan a ocupar una posición periférica en los análisis y también en la acción política y sindical. Y en el colmo del cinismo se habla, en términos retóricos, de la necesidad y de las bondades de las políticas de rentas, cuando en realidad sólo se pone sobre la mesa las de naturaleza salarial.

En tercer lugar, se habla de manera insistente de moderar los salarios cuando en realidad las últimas décadas han visto, en el mejor de los casos, incrementos moderados de los mismos, siempre por debajo de los aumentos de los beneficios y las rentas del capital, o directamente su estancamiento o retroceso. En el colmo de la impostura, se utiliza el término moderación salarial cuando la inflación ha supuesto una sustancial pérdida de capacidad adquisitiva y cuando un elevado porcentaje de los trabajadores se mantiene en situación de pobreza o de extrema precariedad.

“Pensar en la empresa, sentiros empresa”, se exige a los trabajadores, mientras que en la práctica una parte sustancial de los beneficios pasa a manos de los directivos y accionistas de las firmas

En cuarto lugar, se apela a la contención de los salarios como si su aumento hubiera estado en el origen de las tensiones inflacionarias recientes, ignorando de este modo, opino que deliberadamente, que, como acabo de señalar, han registrado en el mejor de los casos un leve crecimiento, nada que ver con el rápido aumento de los precios. Encontramos un claro ejemplo de esta disparidad de trayectorias en los alimentos y la vivienda, que se han disparado, traduciéndose en una sustancial pérdida de capacidad adquisitiva de los trabajadores, especialmente de los de menos ingresos.

En quinto lugar y relacionado con lo anterior, se desliza el diagnóstico, francamente tendencioso, de que existe una relación positiva, de causa efecto, entre salarios e inflación. No sólo se oculta que ha sido el poder oligopólico de las corporaciones el que, en un contexto de tensiones geopolíticas crecientes, ha permitido la obtención de beneficios extraordinarios presionando a la baja los precios de sus proveedores y/o subiendo los de los bienes y servicios que colocan en los mercados. También se pasa por alto que los costes laborales representan una parte menor de los costes totales –dependiendo, en todo caso, del tamaño de la empresa, sector de la actividad donde se desempeña…–, siendo los más destacados los de naturaleza no salarial.

En sexto y último lugar, se relaciona la “deseable” moderación salarial por el efecto positivo que dicha moderación tiene sobre los beneficios empresariales, el aumento de la inversión productiva, la mejora de la productividad y el fortalecimiento de la competitividad externa. “Pensar en la empresa, sentiros empresa”, se exige a los trabajadores, mientras que en la práctica una parte sustancial de los beneficios pasa a manos de los directivos y accionistas de las firmas. Se pasa en todo caso por alto que son otros los factores que determinan ese supuesto círculo virtuoso y que unos salarios decentes, además de tener un impacto positivo sobre la demanda agregada, serían una pieza esencial de otra cultura empresarial, alejada de las actuales prácticas depredadoras en materia salarial y social.

En resumen, el término “moderación salarial”, no es inofensivo ni neutro. Coloca la reflexión y las políticas a realizar en un espacio donde el pensamiento económico conservador y las elites empresariales y financieras se sienten cómodas y fuertes, hablando de los salarios de los trabajadores y de su necesaria moderación.

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Fernando Luengo Escalonilla es economista.

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