Una moción contra el PP

Lidia Guinart

En breve nos enfrentaremos en la Cámara Baja a la segunda de las mociones de censura que presenta uno de los partidos políticos de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez. El artículo 113 de la Constitución regula este instrumento democrático y reza lo siguiente: “El Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción por mayoría absoluta de la moción de censura”. Deberá ser propuesta al menos por la décima parte de los Diputados y tendrá que incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno. Suerte que, en su cuarto apartado, este mismo artículo impide la presentación de una nueva moción en el mismo período de sesiones. Aquí los padres constitucionalistas estuvieron acertados. De otro modo, nada ni nadie nos podría asegurar que Vox no se pasase el resto de la legislatura moción va, moción viene, campañas electorales mediante.

Sin ánimo de frivolizar, lo cierto es que estamos ante un instrumento tan democrático como perverso puede ser su uso si no se maneja con la debida responsabilidad. En la historia democrática de este país, solo una moción de censura salió adelante con éxito, la que llevó en 2018 a Pedro Sánchez a la Moncloa, tras la sentencia de la Gürtel que vinculaba directamente al Partido Popular con la trama corrupta. Y no es que quien la presente deba tener la absoluta certeza de que la va a ganar, no se trata de eso. Pero tampoco parece muy honesto el registro de la moción por parte de un partido que ni siquiera es el líder de la oposición y que a priori solo cuenta con la séptima parte de los votos del hemiciclo, esto es los suyos, para tirarla adelante.

Tampoco se le escapa a nadie que, en realidad, la pretensión última de Vox no es la de exigir responsabilidad política al Gobierno, sino más bien confrontar con quien es su más directo contrincante en las elecciones que se avecinan, el PP. En la primera de las mociones que registró y que se debatió en el Congreso en otoño de 2020, aún en plena pandemia, Abascal cosechó un buen rapapolvo a cargo del entonces líder popular, Pablo Casado, con quien había compartido batallas políticas cuando él también militaba en ese partido. La puesta en escena fue entonces contundente por parte del partido que ostenta el liderazgo de la oposición, marcando su propio terreno y rompiendo, aparentemente, con Vox. Luego pasó lo que pasó, Casado navegó entre dos aguas y acabó naufragando. Y su partido metió a la ultraderecha en el gobierno de Castilla y León.

La pretensión última de Vox no es la de exigir responsabilidad política al Gobierno, sino más bien confrontar con quien es su más directo contrincante en las elecciones que se avecinan, el PP

Ahora el líder del PP ni está ni se le espera en el debate de la moción de censura de Vox. Dejará para su portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, el reto de situarse lo suficientemente cerca del supuesto espíritu de la moción, es decir, la ilegitimidad del actual Gobierno que esgrimen unos y otros, pero lo razonablemente lejos de los que la han registrado para poder lavarse las manos y abstenerse. A menos de un año del fin de la legislatura, y cuando apenas quedan tres meses para los comicios municipales y autonómicos, es de esperar que el choque entre ambos adalides de la derecha sea contundente. Pero el PP de Feijóo da un pasito para adelante y otro para atrás, como la canción. Quiere distanciarse de Vox aunque no se atreve a votar en contra de su censura al Gobierno. Lo cierto es que ambas formaciones entonan un quiero y no puedo en este baile ¿Cómo si no pueden entenderse tantas ausencias? La ausencia de Feijóo, que como senador podría estar en el hemiciclo, y la del propio Abascal, que se esconde tras un nonagenario en lugar de asumir el liderazgo en primera persona. Tiran a matar entre sí pero se agazapan tras personas interpuestas.

Al candidato le han vetado algunos temas, no vaya a ser que se destape como demasiado “progre” para el gusto de los de la extrema derecha. No sea que se muestre demasiado respetuoso con los derechos de las mujeres para quienes niegan la violencia de género y el derecho a la interrupción del embarazo avalada por el Constitucional. O no sea que resulte poco centralista para quienes prometen suprimir las Comunidades Autónomas si llegan a gobernar España.

La moción de censura es un instrumento legítimo y constitucional que se presenta contra un gobierno al que la derecha tacha de ilegítimo pero que ha subido la pensión a los más mayores, que ha mejorado la situación laboral de muchas mujeres y jóvenes que han empezado a dejar atrás la precariedad y que ha dignificado el sueldo de millones de personas trabajadoras con la subida del salario mínimo. Cada cual que aguante su vela.

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Lidia Guinart es diputada en el Congreso de los Diputados del Partido de los Socialistas de Cataluña en la actual legislatura (XIV) y también lo fue en la anterior (XIII).

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