Tecnofeminismo: desmontando el mito de la neutralidad tecnológica

Lucía Ortiz de Zárate Alcarazo

Que la tecnología no es neutral es una realidad que aún, por desgracia, muchos niegan. Lo que a simple vista podría parecer una mera discusión académica se trata realmente de un debate intelectual con trasfondo político. Desde hace décadas, la tecnología ha ido ganando terreno en nuestras vidas hasta ocupar un papel central. Imprescindible para algunas tareas, la tecnología tiene cabida en casi todos los ámbitos que conforman nuestra vida y esto es porque, aunque a veces nos pase ya casi desapercibido, la tecnología no es solo Inteligencia Artificial (IA), cohetes espaciales, teléfonos móviles, videoconsolas o vehículos de última generación (autónomos, eléctricos, etc.)

Los electrodomésticos como el microondas y la nevera; las aspiradoras y los monitores para personas dependientes; todos aquellos aparatos electrónicos que utilizamos para nuestro cuidado, etc. también entran dentro de esta preciada categoría. Sin embargo, cuando hablamos de tecnología, pocas veces pensamos en las que caen en este segundo grupo y solemos centrarnos en las del primero. Pero ¿qué tiene esto que ver con la neutralidad de la tecnología?

Pues, entre otras cosas, que esta tendencia a pensar (y estudiar) preferentemente ciertas aplicaciones tecnológicas no es aleatoria. El valor, uso y significado que le damos a la tecnología depende de razones políticas, sociales y culturales que normalmente pasan desapercibidas, pero condicionan completamente nuestra forma de interaccionar con ella. Asociaciones y relaciones que están presentes en la tecnología desde su diseño hasta su forma de publicitarlas, y que algunos todavía niegan. Es, precisamente, la existencia de esta realidad lo que intenta visibilizar y lo que pretende cambiar el tecnofeminismo.

El tecnofeminismo es una corriente dentro de las ciencias sociales y las humanidades que sitúa el género en el centro de los estudios sobre tecnociencia para entender como éste nos influye a la hora de entender y pensar la tecnología. Precisamente serían razones de género lo que, en gran parte, nos haría pensar antes en cohetes y teléfonos móviles que en microondas y aspiradoras cuando hablamos de tecnología.

Según el tecnofeminismo, el género media nuestra relación con la tecnología desde sus inicios. En la fase de diseño los sesgos de género estarían presentes en los equipos de técnicos que normalmente están formados mayoritariamente por hombres y, por tanto, son ellos los que aportan su visión del mundo y prejuicios en los diseños. Esta fase es importante porque en ella se debaten cuestiones como para qué se necesita una tecnología, quién la necesita, cómo se va a construir, qué aspecto va a tener, cómo se va a utilizar, etc. 

Los sesgos de género van más allá del diseño. El género también media el uso y valor que le damos a la tecnología

Sin embargo, los sesgos de género van más allá del diseño. El género también media el uso y valor que le damos a la tecnología. Volvamos a los casos del cohete y el microondas. En nuestro imaginario tecnológico colectivo no es lo mismo diseñar un cohete que un microondas, a pesar de que el cohete con suerte llevará al espacio a unas pocas personas, mientras que los microondas son utilizados por casi todas las personas (principalmente mujeres) que viven en países ricos.

Esta forma tan distinta de concebir dos tecnologías se debe a que en nuestra cultura las hazañas heroicas, junto a la aventura y el descubrimiento (históricamente asociadas a la masculinidad de forma indisoluble), tienen mucho más valor y reconocimiento a nivel social que, por ejemplo, las labores del hogar y los cuidados (tareas normalmente asociadas a las mujeres) para las que sirve un microondas. En este caso se ve cómo el valor de la tecnología puede venir dado por su uso (ingeniería vs. hogar) y los usuarios para los que cada tecnología está concebida.

A pesar de estos condicionantes de género, el tecnofeminismo no se resigna y considera que las relaciones entre el género y la tecnología pueden cambiarse, dando lugar a nuevos usos y valores. En la medida que el género es una realidad contingente y mutable, también lo son las relaciones con la tecnología.

Por tanto, el tecnofeminismo no es solo una corriente teórica, sino también una propuesta política feminista para la tecnología. El tecnofeminismo reivindica la igualdad entre hombres y mujeres en la tecnología y a través de la tecnología, poniendo en entredicho los discursos que defiende su supuesta neutralidad y visibilizando las relaciones que hay entre ella y el género.

La neutralidad tecnológica es sinónimo de imposibilidad de acción. Lo objetivo y neutral no se cambia porque es casi por definición un área donde las disputas políticas y los problemas sociales no tienen cabida. De este modo, solo si reconocemos que la tecnología es un constructo social y, por tanto, que está mediada por ideas y prejuicios es posible incluirla en la acción política y emprender las acciones necesarias para acabar con sus aspectos más negativos.

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Lucía Ortiz de Zárate Alcarazo es investigadora predoctoral en Ética y Gobernanza de la Inteligencia Artificial en la Universidad Autónoma de Madrid e investigadora asociada del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Que la tecnología no es neutral es una realidad que aún, por desgracia, muchos niegan. Lo que a simple vista podría parecer una mera discusión académica se trata realmente de un debate intelectual con trasfondo político. Desde hace décadas, la tecnología ha ido ganando terreno en nuestras vidas hasta ocupar un papel central. Imprescindible para algunas tareas, la tecnología tiene cabida en casi todos los ámbitos que conforman nuestra vida y esto es porque, aunque a veces nos pase ya casi desapercibido, la tecnología no es solo Inteligencia Artificial (IA), cohetes espaciales, teléfonos móviles, videoconsolas o vehículos de última generación (autónomos, eléctricos, etc.)

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