Vandalismo

Los disturbios multitudinarios en fiestas mayores desconciertan a Cataluña y alertan a la policía

Mossos d' Esquadra durante los disturbios por la detención de Pablo Hasel en febrero de 2021.

La policía catalana tiene las alarmas encendidas. No acaba de entender qué es lo que lleva a decenas de jóvenes a protagonizar altercados y disturbios en las fiestas mayores. Ya no se trata de un caso aislado, son muchos los episodios de violencia que en los últimos años han empañado celebraciones populares sin que nadie haya podido decir basta.

La madrugada del pasado domingo fue el turno de Molins de Rei (Barcelona). Al finalizar un concierto por las fiestas de la localidad, un numeroso grupo de jóvenes se enfrentó al cordón de la policía y lanzó objetos a los agentes, lo que derivó en saqueos y daños a múltiples comercios y establecimientos. Hubo cargas policiales y se lanzaron proyectiles de foam. Por ahora son cuatro los detenidos por estos hechos, uno de ellos menor de edad. La misma noche, en un aparcamiento de Vic (Barcelona), se desató una pelea multitudinaria entre dos grupos de jóvenes que iban cargados con navajas. El resultado, cuatro heridos por arma blanca. Y aún más: en Amposta (Tarragona) hubo una pelea callejera entre varios jóvenes que comenzó en el interior de una discoteca.

Estos casos se suman a la batalla campal del fin de semana anterior en Manresa (Barcelona), esta vez a plena luz del día. Dos grupos de jóvenes se enzarzaron en un enfrentamiento que tuvo lugar al mediodía en el centro de la ciudad y en el que incluso se lanzaron mesas y sillas por los aires. Once personas, ocho de ellas menores, ya han sido arrestadas. Tampoco cabe olvidar que, en Barcelona, durante las últimas fiestas de la Mercè, cinco jóvenes fueron apuñalados por una banda. En mente sigue además el recuerdo de los incidentes que se produjeron el año anterior, con un fallecido y doce detenidos, y en 2021, cuando tres noches seguidas de botellones acabaron con graves disturbios, una veintena de detenidos y decenas de heridos.

La receta, más mossos

“No toleraremos que se produzca esta violencia gratuita”. La respuesta del responsable de Interior de la Generalitat es contundente. La diagnosis, en cambio, no es tan clara. “Las causas son extensas y complejas. Van desde cuestiones de tipo social, económico, de arraigo, y de desafección a los efectos que la pandemia ha tenido sobre la salud mental”, reflexionan fuentes del gobierno catalán.

En los primeros ocho meses del año se han producido en Cataluña 133 peleas multitudinarias que han acabado en desórdenes públicos, una cifra que, según datos de los Mossos d’Esquadra, no es más elevada que la registrada durante los años anteriores a la pandemia. El dato, por tanto, no es nuevo. Sí lo es el “estallido ocioso” de violencia que se produce entre personas que, aparentemente, no tienen ningún vínculo en común. “Es un fenómeno nuevo. Veremos si es puntual o si se sigue reproduciendo”, ha apuntado el comisario jefe del cuerpo, Eduard Sallent.

La Generalitat sabe que, de perpetuarse, el problema tiene difícil solución, por lo que los esfuerzos están concentrados en estos momentos en atajar la irrupción de este tipo de disturbios. Primero el remedio, luego la explicación. La primera respuesta llegó el mismo lunes por la noche. El conseller Joan Ignasi Elena prometió más presencia policial y orden público en la calle. Pero sindicatos y opinión pública han sido implacables.

El jueves hubo una cumbre de máximo nivel. La cúpula de los Mossos d’Esquadra se reunió con los principales mandos del cuerpo para analizar qué es lo que pudo haber fallado y valorar estrategias. El resultado, más policía. Se ha decidido reforzar los dispositivos durante las fiestas mayores y reestructurarlos con más unidades de orden público —antidisturbios—, así como incrementar los controles en los alrededores de estos eventos para interceptar armas blancas. También aumentará la presencia policial en vías rápidas y estaciones de tren.

Una de las novedades de este enfoque, según los mossos, es que empezarán a emplear herramientas de valoración de riesgo en asuntos de seguridad que hasta el momento estaban circunscritas a escenarios de crimen organizado. En este sentido, fuentes de la consellería de Interior aseguran que muchos de estos altercados han tenido un efecto llamada en las redes sociales, en Whatsapp y en Telegram, por lo que uno de los objetivos es mejorar la labor preventiva para interceptar estos grupos antes de que logren movilizar a su público.

El denominador común, la violencia gratuita

Si algo une los altercados que se han producido en los últimos tiempos es, obviedades al margen, el componente de violencia gratuita. Los investigadores garantizan que los últimos episodios registrados tienen pocos elementos en común. Son situaciones de naturaleza distinta. En Vic, donde aún no hay detenidos, la principal hipótesis apunta a una disputa sentimental. En Manresa, los motivos de la reyerta no pueden disociarse del contexto social del municipio. En cambio, los hechos de Molins de Rei son los que realmente han activado todas las alarmas.

“Es diferente a todos los otros casos”, indican desde la policía catalana. En los disturbios de este municipio metropolitano, poco acostumbrado a este tipo de situaciones, no existe un perfil determinado. Tampoco un móvil aparente. Ninguno de los detenidos era vecino de la localidad ni se conocen entre ellos. No hay un “grupo organizado de alborotadores”. Tiene más que ver, dice la policía, con un modelo de fiesta que ha cambiado desde la pandemia: “Este incremento de violencia sin que hayamos encontrado todavía ninguna conexión entre las personas (participantes) nos preocupa”.

El único denominador común es la “violencia gratuita”. Entonces, ¿De dónde surge esta violencia? ¿Quiénes la ejercen? ¿Por qué? ¿Y qué papel tienen los jóvenes en todo ello? Para responder a estas cuestiones el profesor en Sociología de la Educación de la Universidad de Vic Jordi Collet apunta claramente al contexto: “Se trata de una generación con unas oportunidades muy interesantes, pero que viven una segregación muy clara, que puede llevar a prender la mecha de la rabia y la frustración”, cuenta a infoLibre.

De acuerdo con este experto, la violencia es una manera de relacionarse con el mundo, ayuda a “situarse en el mapa” y “construye identidades” en la medida en que separa entre quienes estamos a favor y en contra, especialmente durante la adolescencia y la juventud. “Muchas veces los jóvenes expresan el malestar o el rechazo a través de autolesiones o intentos de suicidio, que es violencia hacia sí mismos. Querer lesionarse o lesionar a otro no es tan distinto. Una cosa no está tan lejos de la otra”, asegura.

Otro de los ingredientes que señala el profesor es el “comportamiento de masas”, es decir, el efecto imitación. Muchos de los que se suman a los disturbios lo hacen siguiendo el ejemplo de otras personas: “De forma individual seguramente no te atreverías a tirar sillas en medio de la calle, pero quizás te apuntas si ves a otras 17 personas tirarlas”, resume.

La espectacularización de la violencia

Uno de los fenómenos que Collet ha estudiado es la creciente tendencia entre grupos de jóvenes de quedar en un punto determinado para pelearse, grabarlo y subirlo a las redes sociales. Se trata de una peligrosa moda que se ha dado y viralizado en varias ciudades españolas como Málaga, Valencia, Mallorca o Zamora y que ha aterrizado hace poco en la ciudad de Olot (Girona). “Peleas en institutos y fiestas siempre las ha habido. No es algo nuevo. Y grabarse posiblemente tampoco. Pero el siguiente paso de crear grupos y subirlo en las redes para tener más seguidores sí lo es”, afirma. Para el profesor, este hecho “habla claramente de un teatro”, especialmente al tener en cuenta los gritos y jaleos de los espectadores de la pelea. “Y el espectáculo —agrega— lo hacemos si hay alguien que nos aplaude”.

De acuerdo con Collet, todo este tipo de acciones están encaminadas a “buscar la visibilización” en una sociedad que, influenciada por las redes sociales, “vive hacia afuera”. Y eso repercute especialmente en las nuevas generaciones. “Las personas jóvenes viven en otra lógica en relación a lo que es privado y lo que es público, lo que conlleva muchas presiones”. Por todo ello, para este experto, es crucial que prestemos atención a qué está pasando con esta nueva generación de jóvenes: “Yo me lo tomo como un toque de atención a familias, institutos, lugares de ocio y servicios sociales. Tenemos que escuchar y no solo fingir que lo hacemos”.

Quejas policiales

Quienes tienen otro discurso son los sindicatos policiales, para los cuales falta mano dura y que piden revisar un modelo de orden público que se ha quedado —dicen— “obsoleto”. Desde Fepol exigen más apoyo por parte de los representantes políticos y aseveran que este tipo de situaciones son producto de haber cuestionado la labor policial públicamente durante mucho tiempo. En una línea similar se expresa el Sindicato de Policías de Cataluña (SPC) al denunciar la “sensación de impunidad” de quienes participan en los altercados, así como el sindicato USPAC, que ha aprovechado la coyuntura para pedir más recursos, apoyo y herramientas a las administraciones.

Según el último balance de criminalidad publicado por el Ministerio del Interior, en el primer semestre del año la delincuencia ha crecido un 8% en Cataluña y un 15% en Barcelona. También ha aumentado en municipios como L’Hospitalet (13,6%) y en el Prat de Llobregat (14%), pero en cambio se ha mantenido estable o con ligeras disminuciones en otras localidades metropolitanas como Sabadell (-6%), Santa Coloma de Gramenet (-3,5%), Sant Cugat del Vallès (-3,1%) o Badalona (-1%).

Con este escenario, la Generalitat ha comprado parte de la tesis de los sindicatos y ha decidido dotar de más efectivos a las unidades antidisturbios. Habrá más agentes, también de paisano, y harán mayores escrutinios en zonas de riesgo, sobre todo por la noche. Será entonces cuando hagan especial énfasis en el Plan Daga, que pusieron en marcha en febrero y que ha permitido retirar de la calle unas 6.000 armas blancas, un 12% más que el año pasado.

¿Una tendencia catalana?

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Por otra parte, los datos del Ministerio revelan que Cataluña es la segunda comunidad autónoma en la que se producen más peleas multitudinarias, si bien el balance aglutina en una misma categoría las riñas tumultuarias y los delitos graves y menos graves de lesiones. De acuerdo con esta estadística, en el primer semestre del año hubo 1.868 casos, un 1,7% más, solo por detrás de Andalucía, con 2.429 delitos y un crecimiento del 7,5%. Le siguen la Comunidad Valenciana con un registro de 1.613 ilícitos (+7,9%) y la Comunidad de Madrid, con 1.592 (+1,1%). Al otro extremo se sitúan, además de Ceuta (35) y Melilla (61), La Rioja, con 91 delitos de este tipo y un descenso del 14,2%, y Navarra, donde hubo 160 casos, un 6% menos.

A falta de un recuento oficial, fuentes de la Generalitat aseguran que no se trata de un fenómeno exclusivamente catalán, que no hay más violencia en las celebraciones y eventos de esta comunidad de la que pueda haber en el resto del Estado. Señalan, por ejemplo, los disturbios durante las fiestas de Alcalá de Henares (Madrid), que se saldaron con ocho detenidos. También la batalla con bates, navajas y palos durante las fiestas patronales de Íscar (Valladolid), en las que hubo menores involucrados, la reyerta de La Aranjassa en Palma, la pelea multitudinaria de Santa María del Páramo (León) o los altercados en Santa Cruz de Oleiros (A Coruña), que acabó provocando la cancelación de las fiestas.

En palabras del profesor Collet, la violencia gratuita es “global” y, como todos los fenómenos sociales, no tiene una explicación única ni tampoco una relación de “causa-efecto”. Eso significa que es inútil buscar en la más estricta actualidad la chispa que ha prendido los últimos acontecimientos: “Hay situaciones que tienen sus raíces hace años y acaban saliendo tiempo después de una forma u otra”. En cualquier caso, el próximo miércoles llegan las fiestas de un municipio vecino de Molins de Rei, Sant Feliu de Llobregat. Su alcaldesa ya se ha reunido de urgencia con los Mossos d’Esquadra y la Policía Local por temor a que los incidentes vandálicos se reproduzcan. Entre lo decidido, más de lo mismo. Refuerzo de la presencia policial, rotación de turnos y drones para controlar el flujo de gente. Será la prueba de fuego para una Consellería de Interior que promete tenerlo todo bajo control. Habrá que ver si la fórmula funciona.

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